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CAPÍTULO SEIS. ﹙amigo﹚
° •
—¿Este es el lugar? —preguntó el conductor apuntando al edificio abandonado.
—¿Está seguro que siguió bien la dirección? —no pude evitar tragar seco. El conductor pronto me enseñó el mapa de la aplicación—. Entonces, supongo que este es el lugar.
El pasaje se cobró con dinero electrónico, por lo que, simplemente baje del auto dándole las gracias al conductor, deseándole una tranquila noche, en cambio yo, comenzaba a arrepentirme de haber respondido la llamada del maestro Satoru.
La energía del maestro Gojo Satoru me condujo dentro del edificio, pero, aunque tuviera la seguridad de saber que estaba en el lugar correcto, decidí apresurar el paso por mi irremediable miedo a las arañas y cucarachas.
—¡Gojo Sensei, no pudo elegir peor lugar que este! —no paraba de correr y bajar escalones—, ¡Esto está lleno de insectos! —fue tanto mi miedo que cerré los ojos, azotando las manos en el aire para que las telarañas no se me pegarán en la cara—, ¡Renunció! ¡Yo no trabajo en lugares desagradable y sucios como estos!
Bastó un paso en falso para que terminara rodando por las escaleras, cuando de repente una puerta se abrió, deteniéndome contra la pared dentro de la habitación.
—¡Llego mi alumna estrella! —escuché el grito del maestro Gojo, haciendo que abriera los ojos, mientras me sobaba mi cabeza—, ¿Cómo estás? ¿Te resulto difícil encontrar el lugar?
—¿Habla de este edificio abandonado y escalofriante, en medio de la nada? —pregunté sarcásticamente—. ¡Usted sabe que no trabajo en lugares como estos!
—Lo sé, pero necesitaba un lugar en donde esconder a mi alumno —señaló al mismísimo Yuji Itadori quien se encontraba confundido por la escena—. Creo que no los he presentado.
No pude evitar fulminar al maestro Gojo Satoru con la mirada, siempre era igual de imprudente.
—Yuji Itadori, te presento a la hechicera más prometedora de tu generación, Asa Amane —Itadori se levantó del sillón con un horrible oso de peluche en las manos—. Asa Amane, te presento a mi alumno de primer año, Yuji Itadori, el recipiente del Rey de las Maldiciones.
—¡Mucho gusto, Asa! —exclamó con alegría, haciendo que de un momento a otro el oso de felpa cobrará vida y lo golpeara de bajo del mentón.
—¿Qué es esa cosa? —pregunté temerosa, ocultándome detrás del maestro Satoru.
—¿No lo recuerdas? Es uno de los Jugai del Director Masamichi Yaga —el muñeco en cuestión tenía unos guantes de box y de un momento a otro se quedaba dormido.
—¡Lo recuerdo! ¡Fue ese tonto peluche llamado Cathy, quien me golpeó cuando Yaga se negó a aceptar mi solicitud de ingreso a la escuela de hechicería! —era gracioso porque, en primera, no esperaba ser rechazaba por la escuela, segundo, tampoco esperaba que fuera sacada a la fuerza del santuario, y tercera, no creí que la persona en sacarme fuera un estúpido muñeco de peluche.
