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CAPÍTULO OCHO. ﹙shiori inori﹚
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De repente, una mancha blanca apareció debajo de los zapatos del maestro Gojo Satoru, expandiéndose rápidamente por todo el Dominio de la Maldición. Antes de que pudiera siquiera parpadear, sentí que mi cuerpo era levantado y depositado sobre el hombro del maestro Satoru, como si la velocidad y el poder de su técnica hubieran anulado por completo mi sentido del tiempo y el espacio.
Entonces el entorno se transformó en un vacío infinito que parecía extenderse eternamente en todas las direcciones. No había suelo ni horizonte, solo una vasta extensión de oscuridad punteada por destellos de luz que me recordaba a las de una galaxia y estrellas lejanas. Se sentía como estar suspendido en un universo sin límites.
Se podían ver nebulosas y constelaciones que giraban y cambian constantemente de dirección, añadiendo elementos dinámicos al entorno. Estos elementos visuales daban la sensación de estar dentro de un espacio cósmico infinito.
«Así que esto es lo que se siente estar dentro del Dominio del hechicero más fuerte» parpadeé varias veces, sin saber expresar en una palabra como me sentía, «...estoy atónita» pensé finalmente. La vastedad y el poder del Dominio de Gojo Satoru me habían dejado sin aliento. «Es... es abrumador», concluí, buscando desesperadamente las palabras para describir la experiencia.
Cada fibra de mi ser podía sentir la intensidad de su energía, como si estuviera sumergida en un gran océano de energía maldita, sintiéndome pequeña y frágil, como una hoja siendo arrastrada por un huracán, y sin embargo, al mismo tiempo, me sentía viva, conectada a una fuerza misteriosa que trascendía lo inimaginable.
El maestro Satoru intercambio unas palabras con la maldición, explicándole cómo era que funcionaba su expansión de Dominio. La característica más temible del infinito, era su capacidad para inundar a sus oponentes con una cantidad infinita de información sensorial, paralizándolos por completo. Cada sensación, cada estímulo, se repetía infinitamente, sumergiendo a la víctima en un torbellino de percepciones que le impedían cualquier reacción o movimiento.
La escena gráfica del maestro Satoru, arrancando la cabeza de la maldición, protegiéndonos con su infinito para no ensuciarnos de sangre, fue sin duda la parte más gratificante de todas.
¿Qué es esto que siento en el pecho? ¿Taquicardia? ¿Un paro cardíaco? ¿Se me subió la presión? Probablemente todas las anteriores, y solamente fueron detonadas por una emoción en específico.
Le envidia.
Tenía tantos celos por el maestro Gojo Satoru en este momento, que mi única reacción fue quedarme boquiabierta, su Técnica Maldita, sus Rituales, hasta su Expansión de Dominio era de envidiar y glorificar al mismo tiempo.
