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NANCY, JONATHAN Y NAILEA ESTABAN EN LA SALA DE LA CASA DEL CHICO

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NANCY, JONATHAN Y NAILEA ESTABAN EN LA SALA DE LA CASA DEL CHICO.

Jonathan había traído tres cuchillos de la cocina, uno para cada uno.

—No lo olviden —les dijo el chico.

—Directo al cuarto de Will —recordó Nailea, que se había bajado la capucha y había dejado sus lentes de sol en el auto.

—No pisamos la trampa —recordó Nancy.

—Espero a que el yoyo se mueva —continuó Nailea.

—Entonces... —continuó Jonathan, y encendió el encendedor. Las chicas asintieron—. De acuerdo. ¿Listas?

—Lista —respondió Nailea.

Los dos miraron a Nancy, que comenzó a asentir.

—Lista.

Los tres acercaron sus respectivos cuchillos a sus manos.

—A las tres —dijo Jonathan—. Uno... dos... No tienen que hacerlo.

—Jonathan, cállate —le dijo Nancy.

—Solo digo...

Se interrumpió ante el quejido de dolor de Nailea, después de hacerse la cortada.

—Tres —completó.

Nancy y Jonathan se hicieron sus cortadas.

𝒩𝒶𝒾𝓁𝑒𝒶

Estaban vendándose las manos, cuando escucharon algo.

—¿Escucharon eso? —les preguntó Nancy.

—Es el viento, nada más —las tranquilizó Jonathan—. No se preocupen. Mi mamá dijo que, cuando llega, las luces hablan.

—¿Hablan? —preguntó Nailea.

—Parpadean. Considérenlo como alarmas.

Los tres dieron un respingo cuando comenzaron a tocar la puerta.

—¡Jonathan! ¿Estás ahí? ¡Soy Steve! —los tres se miraron—. ¡Solo quiero hablar!

Nancy se acercó y abrió un poco la puerta.

—Steve, escúchame. Tienes que irte.

—Nancy. ¿Que...?

—Tienes que irte.

—No busco pelea.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄//𝐒𝐓𝐄𝐕𝐄 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐈𝐍𝐆𝐓𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora