Capítulo 3

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El sol comenzaba a mostrarse por el horizonte cuando Mari despertó, la luz comenzaba a entrar por su ventana, por lo que rápidamente se retiró de ahí, el sol no la quemaba por completo, pero si le llegaba a irritar la piel de manera dolorosa, comenzó a vestirse después de un corto baño y fue a la cocina donde ya le esperaba su hermano, junto al desayuno

—¿Acaso no dormiste? —Pregunto al verlo con la misma ropa del día anterior, él sonrió causando que sus colmillos se hicieran visibles

—Buenos días a ti también hermanita, respecto a tu pregunta, si dormí, pero solo unos minutos, no estaba tan cansado, tu dormiste más debido a tu herida de ayer. —Respondió sentándose en la mesa, al igual que ella y comenzando a beber

—Tienes razón, además sabes que me gusta dormir, eso es lo que más extraño de cuando éramos humanos. —Decía engullendo su bebida con rapidez, la herida de ayer le había causado más hambre que de costumbre

—Eso significa que eres una persona floja Mari, ¿Estas listas para tu primer día de escuela? —Preguntó con emoción

—Solo una pregunta, ¿Por qué en la mañana cuando tiene más horas de sol?, habría sido más sencillo sobrellevar la escuela si fuera en un horario donde saliera cuando ya está oscuro.

—La respuesta es sencilla, necesito tu ayuda en el café, últimamente no nos damos abasto con los clientes. —Respondió sin darle mucha importancia, los ahorros de toda su vida los había volcado en abrir una cafetería, donde servían café, pero también se le daba servicio a gente como ellos, quienes se sentían cómodos de tener un lugar donde se les trataba igual que los demás.

—Está bien, creo que si no me apuro llegaré tarde. —Terminó de beber lo que quedaba en su plato y salió rápidamente de su casa, Javier solo la miro irse, esperando que todo le saliera bien y sin ningún contratiempo.

Una vez fuera del departamento, la chica se colocó una gorra en la cabeza, caminaba por el lado de la calle en la que el sol aún no pegaba, al contrario de muchos transeúntes, los cuales lucían medio dormidos, ella no lidiaba con ese problema, rápidamente se dirigió al autobús que la llevaría a su destino, después de algunos minutos arribó a su destino entrando al lugar que sería su cárcel por un año, caminó unos metros hasta encontrar el salón en el que estudiaría, tomó asiento en una de las bancas de hasta el final y espero a que la clase comenzara.

—Hola. Tú eres nueva ¿Verdad?, nunca te había visto por aquí. —Ese saludo la hizo voltear para ver de quien se trataba, era una chica con cabello corto y castaño, usaba unas gafas, lucia agradable y su aroma era dulce por lo que Mari decidió entablar conversación con ella

—Así es, es mi primer día, soy Mari. —Se presentó extendiendo su mano, la chica sonrió estrechándola antes de sentarse en el lugar de al lado

—Yo soy Julia, sé que puede ser difícil ser la nueva, sobre todo cuando ya todos nos conocemos aquí, puedes preguntarme cualquier duda que tengas.

—Dime Julia, ¿Qué tal son los profesores aquí? —Preguntó mientras apartaba la gorra que cubría su cabeza, si iba a pasar un año ahí, al menos se aseguraría que sus maestros fueran buenos enseñando

—Pues hay de todo, algunos son muy buenos, otros parece que su prioridad no es enseñar, pero de ahí en más, son llevaderos. —Respondió la chica con ligereza, en ese momento la campana sonó para dar por comenzada la primera hora de clase, por lo que los estudiantes ocuparon sus lugares, Mari llevó su mirada dentro de su mochila para sacar lo necesario, cuando un olor familiar se filtró a sus fosas nasales, levantó su mirada para ver quien entraba por la puerta, al reconocerlo sus ojos se abrieron con felicidad

Niebla CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora