Historia 4: Fantasía

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La guerra contra aquellos pérfidos seres malignos no tenía ni punto de comparación con la angustia que sentía al ver a su amada pasearse por el palacio, consciente de que la seguía y aún así sin tener la mínima vergüenza de disimular que tenía tantos amantes como quisiera.

Aquella hermosa princesa tenía un amante que era contratado de vez en cuando por el gobernador, por el rey mago, y ese amante se colaba en el palacio aún sin ser contratado y entraba en los aposentos de la princesa cómo si nada pudiera detenerlo… El pobre paladín debía imaginarse terribles escenarios que su mente proyectaba en los que su bella princesa quedaba atrapada presa de los brazos de aquel ladrón…

Butters sufría mucho cuando eso pasaba y por ello no quería alejarse de la princesa…

- Su majestad…- ella le sonrió y se giró para mirarlo, sus ojos eran tan hermosos, morados…- Lamento interrumpirle en sus labores…- se encontraba sentada en la silla de su escritorio, escribiendo algún documento, tal vez escribiendo por pasatiempo.

- No te preocupes, ¿Qué sucede?- Butters sentía escalofríos por aquella mirada, su querida princesa tenía una mirada intimidante, persuasiva, sensual.

- No es propio de mí y tampoco es de mi incumbencia, pero, por favor, deje de verse con ese ladrón contratado por el señor mago… Por favor…- rogó.

La expresión de la princesa se mostró sorprendida.

- ¿Estáis celoso, joven paladín…?- preguntó ladeando la cabeza hacia un lado con cierta curiosidad, inocencia y malicia, sus ojos desprendían aquella malicia, una malicia inocente a otros del paladín.

- L-Lamento decir que así es…- confesó bajando los ojos con cierta timidez.- N-No me gusta ver como vos os entregáis a otro hombre…

Una sonrisa llena de satisfacción, malicia y picardía recorrió los ojos de la princesa.

- ¿Qué es lo que escucho? Mi pequeño paladín está celoso de que otros hombres me amen… ¿No sois capaz de compartirme?

- Lamento decir que no, mi señora…- con vergüenza levantó los ojos hacia ella.- Es un atrevimiento, pero la amo más que a mi propia vida y haría lo que sea por vos, pero, por favor… Ese vulgar ladrón tal vez no sea…

- Mi pequeño Leo…- acunó su rostro y le sonrió cálidamente.- No temas…- negó con la cabeza.- Ese joven ladrón es muy buena persona, me cuida bien, tanto como vos, tanto como yo por vos, os amo, verdaderamente os amo a ambos… Lamento decir que no puedo tomar una decisión.

El paladín apretó los labios y bajó los ojos de nuevo.

Viendo que su querida princesa seguía respecto al tema de no ser capaz de escoger a uno de sus amantes, Leopold decidió que sería mejor apartarse y permitir que, si ella no podía escoger, dejarla ir con el otro y dejar de sufrir por amor y por celos cuando ella se iba con otro hombre; o incluso sentir remordimiento cuando estaba a solas junto a ella porque el otro amante podría estar en las mismas situaciones en las que él se hallaba.

No fue hasta que descubrió los trapos sucios que ese ladrón de corazones empleaba, como si tuviera una mujer en cada puerto y se asegurase de que ninguna de ellas fuera consciente de las demás… El paladín reaccionó con horror y, para proteger a su amada princesa corrió a advertirla de lo que sus ojos habían visto… Su fiel amante rodeándose, no de otra mujer, sino de un varón, un entrenado y fornido guerrero más alto que él, más robusto que él…

Su amada princesa se mostró tan sorprendida que, a ojos de Butters, parecía haber perdido el aliento y su corazón se quebró en mil pedazos…

Pero…

167.- Storytellers (Phone destroyer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora