Una historia.

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Ezio estaba preparando provisiones en una pequeña mochila, la idea era irse una vez que estuviera en la ciudad, aún no sabía a dónde iría pero ya se las arreglaría estando ahí. Al salir encontró a Connor hablando con los caballos mientras los cepillaba y les acomodaba las bridas. Lo escuchó hablando en una lengua desconocida, no era inglés, tampoco italiano, de ser español lo habría sabido y tampoco le sonó a francés o a turco. Se aproximó despacio y en silencio para no importunar, acabando por sentarse en el tocón que usaban para cortar la leña.

—¿Qué les estás diciendo? —le preguntó Ezio al ver que estaba por terminar de trenzar las crines de uno de los caballos.

—Les estoy pidiendo disculpas por haberlos tomado sin permiso, también que pronto estarán en sus establos. No se qué clase de vida lleven, pero espero que sea mejor de lo que pude ofrecerles aquí —dijo Connor luego de dejar el cepillo a un lado. Se sacudió el pelo que se le quedó adherido en el pantalón y se ajustó el cuello de su atuendo.

—Jamás había escuchado ese idioma.

—Es la lengua de mi gente.

—¿Dónde está tu gente?

—Lejos —respondió veloz, arrugando las cejas. Respiró hondo y trató de tomarlo con calma —. Se fueron lejos por culpa de otros. Les quitaron... Nos quitaron todo, las tierras, nuestro hogar ancestral. Nuestras vidas.

—¿Y quién haría tal cosa?

—La gente que elegí proteger.

El italiano se quedó pensativo. Connor le restó importancia y subió a lomos de su propio caballo, jalando las riendas de los otros. Ezio montó en el blanco con manchas grises y ambos emprendieron camino hacia la ciudad.

—Parece que tienes tu propia historia —continuó Ezio mientras andaban cuesta abajo.

—Sí. ¿Qué me dices de la tuya?

—La mía es un tanto difícil de explicar, no se si yo he acabado de entenderla.

—Te dije que te escucharía —dijo Connor, frenando un poco a su caballo para disminuir la velocidad —. Me quedaré en silencio hasta que acabes, tómate tu tiempo.

—Veamos... Todo inició una vez en que desperté tirado en el suelo, en plena calle. No supe cómo acabé ahí, pero sentí que algo extraño estaba pasando...

»El suelo estaba frío, el aire estaba helado, todo estaba a oscuras y no comprendí de qué forma terminé dormido a mitad de una calle desierta. ¿Recién cayó la noche o era de madrugada? No recordaba haber bebido nada que me fuera a provocar una resaca semejante, al grado de perder mis memorias. Sabía quién era, qué hacía, lo que amaba y lo que odiaba, donde vivía y quiénes eran mi familia. Todo lo recordaba de una manera muy general y revuelta. Pero no recordé el momento que me llevó a ese punto. No tuve la menor idea de qué fecha era o lo que hice los días previos, eso fue lo que más me asustó: saber todo de mí y aún así cargar con un espacio vacío en mi vida, una grieta que me dejaba con una identidad pero sin un pasado. No supe qué pasó el día anterior, y el día anterior a ese, mucho menos el día anterior al día anterior. Todo lo que viví lo había pasado, claro, pero ¿hace cuánto? Esa era mi duda.

»¿Me estoy explicando? Es como... Como decir que naciste por generación espontánea, con el conocimiento metido en la cabeza. Como decir que fue alguien más quien manejó mi cuerpo todo ese rato sin que yo estuviera consciente. Espero que puedas comprender los desvaríos de este loco.

»Las calles eran las mismas y aun con todo eran diferentes, las fachadas, las pocas personas que encontré... ¡Estaba volviéndome loco! Caminé perdido, o no tan perdido ya que mis pasos me llevaron inconscientemente a los lugares que conocía. Mis ojos vieron perfectamente a pesar de la oscuridad, pero mi ser se negó a creer lo que estaba presenciando. Cada sitio que encontré estaba o en ruinas, o totalmente cambiado.

»Pasé horas recorriendo las calles, intentando despertar de lo que creí era un mal sueño, esperanzado en toparme con alguien familiar al doblar la esquina. Me dejé llevar por el pánico y huí de ahí, traté de localizar a mis amigos en donde siempre estaban... Ni siquiera encontré a Leonardo. Mi mundo, ¿qué había pasado con él? A la luz del día lucía aún más irreconocible. Incluso hubo quien me persiguiera por entrar a lugares que solía frecuentar, diciendo que era un vándalo entrando a propiedad ajena. Cuando pregunté dónde estaban los Auditore me dijeron cosas horribles que ya creía saber y otras tantas que no. Dijeron que hacía mucho los colgaron en la plaza frente a una multitud a pesar de los esfuerzos de uno de sus hijos por detener la ejecución. Otros dijeron que la villa Auditore tenía décadas en ese estado deplorable cuando sus dueños se fueron de ahí. Dijeron décadas, DÉCADAS. Yo no tengo tantos años de vida, no es posible que... No entiendo nada, Connor. Y no tengo nada...

Ezio se quebró de nuevo delante de Connor, el alma le dolía peor que con las pesadillas e insistió en tratar de hacerse el fuerte, pero las lágrimas no dejaron de salir. De nuevo vino esa incomodidad de tener que mostraste débil ante alguien que apenas conocía y, por su lado, Connor se mostró compasivo con él, le tomó las riendas a su caballo y lo obligó a frenar para apearse ambos. Se sentaron en la hierba a la orilla del camino, los caballos se entretuvieron en pastar.

—¿Cómo llegaste hasta aquí?

—Quise escapar. Llegué a un muelle, robé dinero, pregunté cuál era el lugar más lejano que tuvieran en la ruta. Un hombre me dijo que si quería escapar del viejo mundo tendría que ir a las colonias porque todo aquel que quería iniciar de cero estaba llendo hacia allí. Sin pensarlo compré un boleto pero, apenas abordé, unos hombres me atacaron sin que yo entendiera el motivo. Entonces pensé lo más rápido que pude, le arrebaté el mapa de curso al capitán junto con una brújula y otros cosas, encontré esa nave mercante como por obra del destino, sentí que era familiar. Corrí hasta la proa y salté desde el muelle, trepé por el frente y me hice con el timón. No se cómo lo conseguí, pero elevé anclas, hice algo con las velas y pude hacerla avanzar. Pasé una infinidad de tiempo en alta mar hasta que llegué aquí hace unos días.

Mientras Ezio se desahogaba, Connor pensó detenidamente en los nombres y los hechos, haber escuchado tantas veces el apellido Auditore trajo a su mente las lecciones de Achilles sobre la historia de la hermandad. No muy seguro de lo que estaba por preguntar, tuvo que seleccionar las palabras correctas para hacerlo.

—¿En qué año crees que estás? —dijo Connor, apoyando la zurda en el hombro de Ezio, quien volteó a mirarlo con estupefacción.

—¿Cómo que en qué año? Estoy confundido, mas no tonto —gruñó él para luego secarse la cara —. Mil cuatrocientos setenta y seis, siete... Parece que tengo diecisiete años... Veinte a lo mucho, ¿a qué vas con ello?

—Pareces tener mucho más de veinte—sugirió Connor moviendo la cabeza de forma negativa —. Te dijeron que tu vida sucedió hace décadas, yo creo que fue hace mucho más atrás. Tu nombre es el mismo que el de un hombre que vivió en Italia hace un par de siglos y consolidó una orden secreta dedicada a preservar el bien de la humanidad. Eres Ezio Auditore de Florencia...

—Ya lo sé, ese es mi nombre y los... los “negocios” que yo haya hecho no son de dominio público—repuso con enfado, siendo interrumpido por Connor.

—Y eres, o más bien fuiste el Mentor de la Orden de los Asesinos de Italia... Hace doscientos cincuenta años.

Como al paso del viento (Ezio x Connor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora