También me vas a perdonar a mí, verdad?

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—Yuu-chan, cuidado! El veneno es mucho más intenso que antes! Defiéndete una segunda vez y estaremos acabados.—

Sin importar cuando tiempo hubiera pasado ya con Yuu-chan seguía sorprendiéndome lo impulsivo que era. De un momento a otro se había puesto en la cabeza que la mejor forma de sacar la información de Guren era preguntándole de forma directa. Lo que más me picaba era ese deseo suyo que tenía muy en claro desde que me había vuelto su demonio. Más que nada, Yuu-chan ansiaba por ser reconocido por él. Ya sea por el amor de un padre que nunca recibió; tal vez se veía reflejado en Guren y quería estar para él: para que él pudiera estar para Yuu-chan. Pensar todo esto en medio de una pelea no era mi más brillante idea, pero no es como que tuviera mucha injerencia en la batalla. Todo lo que podía hacer era aconsejarle y darle más poder conforme me alimentaba de sus deseos.

No comprendía de dónde sacaba tanto poder para ser un humano. Es decir, justo habíamos logrado ahuyentar al primer progenitor por nuestra cuenta. No, pensándolo mejor, solo habíamos logrado ganar gracias a que decidió dedicarse a evitar que los "ángeles" interfirieran en sus planes. Solamente habíamos causado un ligero retraso en sus planes y nada más. Era difícil sacar una conclusión al respecto, no con la poca información que teníamos.

Siempre me asombraba lo rápido que Yuu-chan se adaptaba en el combate. Sabía que no podía volver a chocar espadas con Guren, así que siendo el cabeza dura que era convirtió la pelea en una de golpes. Con toda la fuerza que le estaba dando sabía que Guren no podría soltarse sin usar alguno de sus trucos sucios, pero seguía teniendo mis dudas de si en verdad nos diría todo lo que sabía, incluso si nos las arreglábamos para ganar esta batalla. Odiaba como sin importar que hiciéramos, siempre estábamos en desventaja. Si no fuera por la impredecible forma de combatir de Yuu, ya hubiéramos sido derrotados, y los deseos de Yuu-chan jamás saldrían de sus labios.

—Mika! Dame poder!!—

Los deseos de Yuu-chan causaban estragos en mi cuerpo de una manera que no sabía si disfrutar u odiar. Sin tener otra opción, consumí hasta la última gota de lo que me estaba dando, otorgándole todo el poder que podía. Incluso dentro de él podía sentir como Guren hacía exactamente lo mismo. La conexión que tenía con su demonio debía de ser igual de íntima que la que yo compartía con Yuu-chan, la única diferencia siendo que ellos ya tenían años de experiencia contra nuestras míseras horas. Era sorprendente que pudiéramos seguirles el paso.

Conforme seguían intercambiando golpes, intentaba curar a Yuu-chan lo más rápido posible. Nada de esto tendría sentido si caía contra Guren. Teníamos que ganar, y haría todo lo que estuviera a mi alcance para poder cumplirle ese deseo a Yuu-chan. Solo esperaba que no se dejara llevar por las palabras de Guren de nuevo. No estaba seguro de que mi corazón pudiera soportar eso. No de nuevo.

—No te voy a dejar ir, Guren. Hoy... finalmente ganaré. Porque si no lo hago... si no gano...—

Las emociones de Yuu-chan eran un torrente que ahogaban cualquier otra cosa en su interior. Mantenerse en el momento cuando me inundaba con tanto poder era complicado, pero no era nada que no pudiera manejar. A fin de cuentas, llevaba lidiando con sus caprichos durante años.

—Nunca te apoyarás en mi! Por eso voy a ganar! Te tengo que vencer!!—

A través de Yuu-chan podía ver como la mirada de Guren perdía el foco. Estaba discutiendo con su demonio mientras era golpeado una y otra vez. Tan poco le dolía? O es que tenía que confirmar con su demonio que perder era algo aceptable. Sin importar cuál sea el caso, no cabía duda que los golpes de Yuu-chan si le estaban haciendo bastante daño. Al parecer era bastante cabeza dura, en ambos sentidos.

Poco a poco fue soltando su espada, su mirada ensangrentada seguía sin prestar mucha atención a lo que estaba pasando, mirando directamente detrás de Yuu-chan. El cielo, seguramente. Yuu-chan se detuvo cuando dejó de sentir hostilidad, dándose cuenta de que finalmente lo había logrado, después de tantos años había podido vencer a su mentor. Me llenaba de cierto orgullo, especialmente cuando yo aún era incapaz de siquiera tocar a Krul si ella decidía pelear en serio. Sentía que mi supuesto título como rey de los demonios era solo para impresionar y no una medida de mi verdadero poder.

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