Capítulo 10

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             Nunca provoques a un
          hombre provocándole una 
           erección, no saldrás ilesa.

Drue.

A tanta insistencia consigo que Lara me deje en casa, estoy aturdida y solo quiero descansar en mi cama, entro con cuidado de no hacer ruido, lo menos que quiero es despertar a mis padres a esta hora.

Subo a mi habitación desaciendome de las prendas, quedando solo en ropa interior, me lanzo a la cama mirando el techo iluminado por estrellas, astros, lunas y planetas fluorescentes que iluminan toda la habitación en tonalidades verdes y amarillas.

Cierro los ojos pero no consigo dormir, ahora que el alcohol está saliendo de mi sistema percibo un molesto hincon en la cabeza y un repugnante ardor en el estómago.

En un impulso por quitar el olor de alcohol de mi boca que me da náuseas cada vez que respiro me levanto yendo al baño, el espejo me muestra mi reflejo, las mejillas enrojecidas más que nunca, las pupilas dilatadas y ojeras que comienzan a verse un tanto violáceas..

Dejo de observarme y paso a lavarme los dientes, sostengo mi cabello con una goma rosada y salgo del baño, vuelvo a la habitación con pasos torpes, el sueño ya comienza a invadirme y es lo más lógico ya que son las cuatro de la mañana.

Me siento en la esquina de la cama recordando todo lo que hablé con Lara, «Así que es así como se siente el amor» nunca pensé que te llenaría de impotencia, creo que sería como en las novelas de romance de Wattpad, todo lindo, fácil, donde los dos se enamorarian, donde son tal para cual, pero no, parece que eso es solo en eso, novelas con personajes ficticios.

Por mi parte siento como esto llamado amor que estoy experimentado me duele, me duele saber que el nunca va a sentir lo mismo que yo, me duele saber que mi primer amor va a quedar solo en eso, en una experiencia amarga y dolorosa., porque amor solo hay de mi parte.

Suelto un suspiro cargado de frustración, busco a Pucky pero no está en mi habitación, en estos momentos quiero abrazar a mi can pero no está por todo esto.

Las cortinas de mi ventana de repente comienzan a agitarse como si el aire les diera, me levanto  extrañada, la ventana estaba cerrada, camino despacio y salgo al balcón, me acerco a las barandas mirando con nostalgia el balcón de Luke.

Su habitación está a pocos pasos de la mía, tanto que si quisiera pudiese saltar hacia su balcón como mismo hizo él el día que supuestamente no quería despertar a sus padres.

Una corriente de aire me golpea el cabello y cierro los ojos, miro hacia un costado y el corazón me baja al culo cuando divisó una sombra negra a parte de la mía, volteo la cabeza despacio ya creyendome muerta, mis ojos pasan de la tumbona en la esquina, a la maceta de flores a un costado y luego a la otra tumbona donde está sentado el, Luke Morgan, el cabello casi rubio le cae sobre la frente, tiene la cabeza entre las piernas y sostiene una botella de vodka en la mano izquierda.

Su cabeza se alza y sus ojos me observan, está molesto, muy molesto, se levanta medio tambaleándose, está borracho, muy borracho, camina hacia mi con pasos torpes, en una ocasión casi cae sobre mi pero se estabiliza, me quedo parada en mi sitio, congelada por el susto de muerte que me ha dado y porque nunca lo he visto borracho y no se de que es capas.

–Eres una zorra.

Masculla y es ahí cuando salgo del pasmo frunciendo el ceño, ¿escuché bien? ¿Me ha llamado zorra?

–¿Qué?

–Si, que eres una zorra, creí que te había salvado de esa habitación de sadomasoquismo pero no, tu estabas ahí por tus propios medios.

Mil millas lejos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora