El patrón de Altamira

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Por las tierras del pueblo vecino cual llamaban San Fernando caminaba un capitán con sus dos tripulantes tomando equipajes y cargándolos en un bongo pero, no cualquier bongo pues en este tenía un motor para poder avanzar por las aguas más rápido y sin posibilidades de utilizar sus brazos para remar. Un hombre, joven quizás con un poco más de treinta años bajaba por unas escaleras con un bolso en manos hasta llegar al bongo que lo llevaría hasta su destino. Era un día demasiado caluroso, cuando no siendo todo aquello rodeado de llanura, toma asiento ya en la barca esperando para zarpar.

Sin embargo el patrón del bongo hablaba con una hombre de baja estatura, vestimentas oscuras con un sombrero del mismo color traía colocada una bata y su cara sombría tan extraña que era para desconfiar. Tenía pinta de ser un indio su acento español no era como lo habitantes de allí.

—Lo siento amigo pero no hay lugar para nadie aquí, porque navegamos por cuenta del señor que quiere ir solo — respondió el capitán.

El indio asintió —Así es la cosa.— dirigiéndose al joven sacándose el sombrero: —Buenas mi don, hágame la caridad déjeme río arriba. Con que me deje cerca de Altamira está bien— el hombre le queda mirando.

—¿Usted cómo sabe que yo voy para Altamira? — pregunta confuso.

—En esta vida todo se sabe mi Don.—responde el desconocido, acomodándose el sombrero. —Sólo es cuestión de saber cómo y a quién preguntarle, nada más. — dice de manera astuta —Bueno, ¿Qué me dice mi don? ¿Será que se puede?

—Pues, por mí no hay ningún problema — se encoge de hombros —¿Usted que dice patrón?— le dirige una mirada al parquero.

—Yo tampoco tengo ningún problema.

El joven le hace una seña para que aborde, Melquiades Gamarra cual llevaba como nombre asintió sacándose el sombrero— Gracias mi don. —agradece, luego bajando por los escalones se sube abordando.

—¿Con quién vamos? — alzó la voz el patrón del bongo.

—¡Con dios y con la virgen! — respondieron los palanqueros.

Melquiades da un escupitajo hacia el río.

—¿Con quién vamos? ¿Hacia dónde? — se dice Santos en un susurro. Colocándose el sombrero.

A unos cuantos metros del puerto de la pequeña ciudad o pueblo, se hallaban tres hombres montados cada uno en un caballo. Uno de ellos portaba en sus manos unos binoculares observando al indio en la barca junto al recién llegado de la capital, los tres hombres sonrieron satisfechos. Ya estaba hecho, ahora sólo debían marcharse hasta donde tenían la orden.

 —¿Y de verdad dices que llega el patrón? — pregunta una joven muchacha a su abuelo.

—Sí sí, hace tres días llegó un telegrama anunciando su llegada que es precisamente en el día de hoy — responde el anciano muy contento.

—Y yo tengo que ir a buscarlo. — agrega un muchacho.

—¿De verdad tío? — vuelve a consultar la muchacha.

—De verdad, sobrina.— responde él —. Bueno, ya debo de irme. Iré en la camioneta ya debo ir para la casa grande y de ahí al puerto.

—Vaya hijo, por favor no te distraigas en el pueblo. — le pide su padre.

—No, ¿cómo cree? ¿y dejar plantado al patrón? — niega con la cabeza de lado a lado.

—Bueno, váyase ya.— le echa el viejo.

Antonio ríe negando con la cabeza y se retira camino a la hacienda.

—Que emoción abuelo, después de muchos años, un Luzardo en Altamira. — dice con una sonrisa su nieta.

Yo No Me EnamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora