Cínico

2.1K 220 17
                                    

Aquel demonio que se encargaba de hacerle la vida imposible a la chica, salió del baño con una toalla enredada en su cintura mientras que su mano derecha sostenía otra pequeña sobre su cabeza tratando de secar el rosado cabello del recipiente que tanto odiaba.

El vapor lo acompañaba por detrás indicando lo caliente que había sido su ducha.

Más el abrupto silencio que se encontraba dentro de la casa y la habitación llamó su atención.

Rió cínicamente para sus adentros al pensar en lo valiente que era aquella (c/c) de ojos (c/o) para desobedecer sus órdenes e incluso salir de aquel lugar bajo amenaza.

Para él sería tan fácil rastrearla nuevamente puesto que su olor se encontraba impregnado sobre el, ahora más que nunca.

No pudo evitar tener recuerdos de la noche anterior, el simple hecho de recordar como sus manos se marcaban en su piel (c/p) lo excitaba de sobre manera.

Oh lo que le haría. Pobre chica.

Caminó hacia el closet de la (c/c) husmeando en este, principalmente en el cajón de su ropa interior, encontrándose con prendas inocentes de colores pasteles y una que otra tanga.

"Debería comprarle más ropa interior"

Habló para si mismo imaginándose a la chica bailando para el.

Su estómago rugió y decidió que lo mejor sería prepararse algo de desayunar.

Luego vería lo que se pondría.

Bajo por las escaleras del lujoso apartamento con solo la toalla enredada en su cintura llegando así a la cocina.

El lugar se encontraba limpio, tan solo con un poco de trastes dentro de el fregadero indicando que a la (c/c) le había dado flojera lavar estos últimos.

Pero fuera de eso todo lo demás se encontraba muy bien.

Camino hacia el refrigerador abriendo este y sacando un par de huevos, espinacas y queso.

Aún recordaba aquellos omelletes que le había hecho la chica al inútil recipiente cuando vivían en la casa de Gojo.

Pero aquel sentimiento de nostalgia despertó algo dentro de él, algo que realmente estaba vivo.

"Itadori"

Hablo molesto Sukuna al sentir como el chico trataba de tomar su cuerpo.

Y es que en verdad era molesto que aquel chico flaco y tonto no se rindiera.

Pero al mismo tiempo era preocupante la forma en la que casi logra tomar el control.

Así que el demonio solo inhalo profundo y se concentró lo mejor que pudo en mantener guardado al chico detrás de sus mas ocultos deseos y pensamientos.

Una vez dejó de sentirlo regreso a lo que estaba haciendo.

Después de buscar platos, utensilios y un vaso para servir la leche, desayuno cual rey en una casa que no era suya y subió escaleras nuevamente dejando la cocina como la había encontrado.

Sukuna podría ser desquiciado, demente, cínico, narcisista y muchas cosas más.

Pero jamás será desordenado.

Saldría en búsqueda de la chica, pero no tenía ropa que ponerse, así que se colocó la misma con la que había llegado y decidió que en su camino compraría algo más.

Salió del departamento silbando, tranquilo y consciente de que haría sufrir a la chica por haber despreciado sus valiosas amenazas.

Bajo del elevador encontrándose con el lobby y camino hacia la salida.

Una vez fuera de este, miró hacia el cielo cuando el viento frió lo recorrió. En realidad necesitaba un cambio de ropa.

Olfateó un par de veces y sonrió de lado con los labios cerrados listo para ir a encontrar a su víctima

Durante su recorrido vio pasar un par de tiendas de ropa cara. Quería ponerse algo decente, algo que no estuviera sucio. Así que en la tercera tienda que vio a su paso decidió entrar.

"Buenos días ¿en que puedo servirle?"

Una alegre voz lo interrumpió mientras miraba un par de playeras de manga larga.

Agh como odio a los humanos

Pensó para si mismo.

"Necesito esta, está y está en talla M y un par de aquellos pantalones, ambos negros en talla 38"

"Entendido señor"

La señorita se retiró a realizar su trabajo con una pequeña reverencia y una sonrisa que se veía más allá de amistosa.

Pero a Sukuna no le llamo ni la mínima atención, incluso sintió repudio hacia aquella chica.

No es (t/n)

Pensó.

"Aquí tiene señor"

Al terminar de medirse, decidió dejarse la ropa puesta retirando las etiquetas y dejando dentro del vestidor la sucia ropa que traía.

Pagó y salió de la tienda sin antes recibir un:

"¡Que tenga un excelente día!" de aquella chica que tanto le había tocado los cojones.

Con las manos libres y ropa limpia, emprendió camino en busca de aquella pequeña chica.

AtrapadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora