Prólogo

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Se suele decir que cuándo cierras una puerta suele abrirse otra, en mi caso, creo que jamás llegaré a cerrarla. 

Durante los últimos meses nos hemos dedicado a sobrevivir.

¿Qué raro, no?

En algún punto de la vida a todos nos llega la hora de abandonar y dejar este mundo atrás. Estas últimas semanas me preguntaba como sería mi final. Es algo que jamás antes llegas a preguntarte o siquiera detenerte un segundo a pensar en ello. 

Tenía claro que morir por alguien a quién amaba sería un buen final. 

No era la primera vez que me encontraba en esa situación, pero si la única en la que quería sobrevivir. Esta vez quería vivir para ver un próximo amanecer, vivir para conocer a mis futuras sobrinas y enseñarles mundo junto a sus tíos. Verlas crecer y envejecer junto a la familia que jamás imaginé encontrar y formar.

Una última batalla y todo habría acabado para siempre. 


1 semana después...

Habían pasado varias horas desde que me despedí de Jack y Sassa en aquel velero en el que marchaban para recorrer mundo y descansar tras lo de Maddock y todo lo ya vivido en esta ciudad, y aunque sabía que volveríamos a vernos, y muy pronto, era inevitable no ponerse nostálgico al pensar y recordar todas las aventuras y momentos que había compartido con la pareja, y que sabía que tendría muchos más por compartir. 

En unos meses nacerían sus hijas e imaginaba a Minerva emocionada en la sala del hospital, esperando ver a sus sobrinas nacer. Arthur con ella, sin moverse ni un centímetro del lugar, aún con aquella misma chaqueta de cuero oscura que siempre usaba y tan bien le quedaba. Ambos sonriendo, Arthur tenía una de las sonrisas más bonitas que había visto nunca, y yo me encontraba con ellos, sonriendo también de oreja a oreja al observarlos apoyada en una de las esquinas de la sala de espera, y a mi lado aparecería Marcus junto a Sergei, ambos vendrían con globos enormes de color rosa y regalos para las niñas, Marcus tendría ese brillo en los ojos que hacía muchísimo que no veía en él, aquello que lo convertía en alguien aún más especial y único, y Sergei llevaría en sus brazos 2 ositos de peluche con lazos rosas, y Minerva al verlo le lanzaría aquella característica mirada asesina que tenía.

Le di un trago al bourbon doble que tenía en la mano y lo dejé en el portavasos del avión

La triste realidad sería otra, y muy distinta. Marcus nos había abandonado, su corazón había dejado de latir hace unos días, y aquella despedida por teléfono y la búsqueda por la isla me había dejado sin fuerzas para seguir adelante. Lo de Arthur y Minerva tan solo había sido el principio de aquellos sucesos que llevarían a plantearme si mi vida llegaría a tener y cobrar sentido sin ellos. Había sido el principio de algo que jamás imaginé tener que vivir. La realidad no era otra que el imaginarme un mundo sin ellos. Pensé en entregarme a la policía y confesar los tantos de crímenes que cometió la organización criminal en la que estaba, y la participación e implicación en alguno de ellos. Pensé en acabar con vida en el instante en el que los médicos me comunicaron el fallecimiento de Marcus. Sin él, sin Arthur, Minerva y Sergei, no imaginaba un futuro.

Aquellos mensajes de Minerva fueron lo único que impidió que acabara con mi vida en ese preciso instante. Los mensajes que afirmaban que tanto ella cómo su hermano estaban vivos. Dándome la fuerza suficiente como para coger el jet privado que una vez cogí en esa misma isla y largarme de ella esta vez para no volver nunca. Intentar dejar atrás aquella vida, aquella ciudad que tantas cosas me había arrebatado, y que no estaba dispuesta a que me arrebatara más.

Reí al recordar la última vez que bebí, acabé enviando un mensaje a Arthur diciéndole lo mucho que me ponía, no me arrepentía de haberlo enviado, tan solo de hacerlo tan tarde. Volví a darle un trago a la bebida y me acomodé en el asiento esperando a que el piloto arrancara el avión. Una notificación en el teléfono me hizo volver a la realidad, revisando rápidamente éste último.

Era Gabriel. Realmente me sorprendió leer su nombre en la pantalla, no me esperaba un mensaje de él en éstos momentos, sería el último con el que hablaría ahora mismo. Después de darle otro trago a la bebida entré y leí sus mensajes. Se despedía de mi, y mencionaba que Arthur y Minerva estaban vivos, que se encontraban en Seattle.

Una sonrisa se escapó de mis labios y se dibujó en mi rostro.

Comentaba también que tenía pensado ir a visitarlos en unos meses, que ahora iba a viajar con su novia y dar una vuelta al mundo. Me despedí de él y le comenté que yo iba de camino, y que estaba tomando un vuelo en esos precisos instantes. Casi al instante, recibí su contestación. Nos disculpamos por tonterías que quedaron olvidadas en el pasado y prometimos volver a vernos en Seattle y reencontrarnos con los hermanos. Mencionó que debía ser yo quién les contase lo de Marcus, disculpándose nuevamente por ello, sabiendo lo duro que estaba siendo aquello para nosotros.

El ruido del motor del avión me sacó de aquellos pensamientos que volvían a hacerse presentes en mí, guardé el teléfono en el bolsillo y escuché al piloto decir desde la cabina 

- ¿Preparada jefa?

Era una pregunta sencilla, debía responder con un "" o "No"

¿La verdad

No sabía si lo estaba, tan solo tenía claro que necesitaba volver a verlos, y saber que es lo que realmente había pasado con aquellos rusos, quienes no sabían, con quién cojones se habían metido, y se iban a arrepentir de lo que le hubieran hecho. Si yo fuera ellos, empezaría a rezar todo lo que me supiera, y dar gracias, de que por hoy, mañana volverán a ver la luz de sol, pero no será así cuándo les demos caza, y rezarán por que llegue la noche, para poder esconderse. 

Como les dicen a los niños, la noche es oscura y alberga horrores, y yo soy seré quién cause esa oscuridad y horror...

Thousand Reasons to FightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora