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Cuando Lucas era un niño, conoció a una princesa que lloraba bajo la sombra de un árbol una tarde de otoño.

Su vestido gastado y adoronos pasados de moda le llamaron la atención.

—Hik-Hik.

En ese entonces, esa princesa que no tenía más de siete años, su cara llorosa provocó un gran estruendo en su joven corazón.

Y como un mago, su naturaleza era curiosa. Quiso saber más sobre el por qué de sus gruesa lágrimas cada vez que la encontraba.

No era que la viera seguido en ese lugar, y tampoco que le interesara, solo tenía curiosidad.

—Curiosidad.

El verano se volvió invierno, y el frío invierno primavera. Pero no avanzó en su investigación con la princesa que lloraba mucho.

—¿Un ser humano puede llorar tanta agua?.

Cada vez se sentía más, y más curioso al ver llorar a la princesa que ahora veía más seguido bajo ese árbol.

—¿Qué es lo que la hace llorar así? ¿Cómo puede sacar tanta agua sin desmayarse? ¿No tendrá sed?.

Esas preguntas estaban en su cabeza mientras escribía en su bitácora de investigación que realizó en secreto de la torre mágica, y de su maestro.

—Tch.

Le era molesto que las preguntas siguieran y siguieran apareciendo, y que no tuviera ninguna respuesta.

La primera se convirtió en verano, el verano se convirtió en invierno, y ninguna duda se resolvió.

Su frustración al verla llorar seguidamente sin saber el por qué lo hizo malhumorado, y eso hizo recurrir a su maestro.

Solo le planteó una pregunta similar a las que tenía mientras ordenó los estantes con los libros de magia que ya había estudiado por novena vez ese mes.

¿Por qué una persona llora mucha agua, y no muestra signos de agotamiento?.

El actual maestro de la torre en ese entonces pasó una hoja del libro que leía.

—Bueno, los seres humanos lloran para liberar las emociones que no pueden decir Lucas. Y ese siclo se repetirá hasta que ellos se sientan mejor consigo mismos, o hasta que lo que los hace infelices desaparezca.

Esa respuesta no lo dejo satisfecho, tenía tantas preguntas, y él rostro de esa princesa siempre venía a su cabeza cada vez que sus ojos se cerraban.

—Ellos se sienten cansados de llorar, pero no puede dejar de hacerlo por que la magnífica cualidad que poseemos de recodar los momentos felices, desagradables y dolorosos los motivan a no parar.

Esa explicación le hizo fruncir el ceño, ella siempre hacía una cara de que le dolía algo.

¿Y si su maestro le dio la respuesta y a esa princesa le dolía algo?.

—¿Pueden morir si ese ciclo se repite?.

Sus ojos carmín miraron desde la lejanía el árbol donde esa princesa se sentaba y lloraba casi todos los días.

—Bueno, hasta ahora no conozco a una persona que se alla muerto por llorar.

El sonido de un libro cerrándose llegó a sus oídos, no le importó la punzante mirada dorada de su maestro en su nuca.

El árbol que el viento movía seguía reflejado en sus pupilas, y una silueta también era visible.

La princesa estaba ahí nuevamente.

Princesas EncantadorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora