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—Por enésima vez, no veremos El Increíble Castillo Vagabundo de nuevo— sentenció Seungmin esquivando a toda costa la mirada de cachorro de Jisung. Ese día, como era costumbre los sábados, ambos muchachos se encontraban en la casa del mayor de los dos para su clásico maratón de películas. El morocho, como era usual y siendo un gran fan del Studio Ghibli, nunca perdía la oportunidad de sugerir ver su cinta favorita animada, haciendo uso de sus tiernos encantos.

Mismos que, Seungmin confesaba en la oscuridad de su habitación, eran su más grande debilidad.

—Jisung, voy con Younghyun al centro a comprar su tuxedo para su conferencia, llegamos en la noche— la señora Han salió del pasillo hasta la cocina donde los dos chicos estaban preparando palomitas, terminando por acomodar sus pendientes y tomando el bolso crema que estaba sobre la moqueta—. Hay lasaña de la noche anterior y dinero en la mesa ratona por si quieren pedir pizza.

—Vale, dile a Brian que no olvide pasar por lo que le encargué.

—Bueno— con un beso en la mejilla a su hijo y una sonrisa cordial a Seungmin, la mujer tomó sus llaves, saliendo de la casa familiar segundos después.

El silencio que precedió a la salida de la mayor solo se veía interrumpido por el timbre del microondas y los granos de maíz explotando en la bolsa. Seungmin, sintiéndose repentinamente intimidado con tal ambiente, abrió el refrigerador y sacó una lata de Coca Cola, empezando a caminar hasta la sala.

—Encárgate de las palomitas, iré poniendo el catálogo— gritó una vez tomó asiento en el mullido sofá café de tres piezas, abriendo su refresco y dando un sorbo, mismo que casi escupe cuando un repentino peso cayó en su regazo—. ¿¡Qué carajos...!?

—Anda Seungmo, no he visto a mi hermoso Howl desde hace tres semanas por los exámenes— lloriqueó Jisung, sus brazos rodeando los hombros de su mejor amigo y sus piernas en cada lado de las caderas del más alto—. ¡Porfis, porfis, porfiiiiiis!

Abrumado ante tan repentina cercanía, Seungmin apenas atinó a tomar uno de los cojines bordados y estamparlo de lleno en la cara de Jisung, quien chilló y resopló a la par que caía al piso.

—Tch, eres un insufrible— el pitido del microondas anunciando que las palomitas estaban listas fueron la excusa perfecta para huir—. Un día de estos me harás enojar de verdad.

—¿Eso es un sí para ver a Howl y Sophie?— los ojillos brillantes del más bajo recibieron un segundo almohadazo, haciéndolo gritar.

—Haz lo que quieras.

Horas más tarde, cuando la madre y hermano de Jisung volvieron a casa, se toparon con este repitiendo el diálogo de Calcifer a la par que gesticulaba animado cuál niño pequeño, con Seungmin a su lado mirándolo no tan disimuladamente, completamente ajeno a la manera en que sus ojos desbordaban sus más ocultos sentimientos.

tamagochi 「seungsung」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora