Capítulo uno

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Miraba por la ventana el día gris mientras sujetaba con sus manos el viejo mate de madera que le había regalado su abuelo cuando se fue a vivir sola hacía ya tantos años atrás, y que había sido su compañero en esa loca aventura de emigrar

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Miraba por la ventana el día gris mientras sujetaba con sus manos el viejo mate de madera que le había regalado su abuelo cuando se fue a vivir sola hacía ya tantos años atrás, y que había sido su compañero en esa loca aventura de emigrar. A pesar de estar viviendo en Italia desde hacía 8 meses, todavía no dejaba de lado esa premisa de "Mate, luego existo", por lo que las alacenas siempre estaban provistas de yerba que compraba a montones cada vez que encontraba en el super. Mientras tomaba el último sorbo del mate, oyó que, del otro lado del teléfono, su mejor amiga seguía hablando pero ni sabía cuál era el hilo de la conversación. Otra de sus viejas costumbres esa sentarse tranquila a meditar con el mate y hoy no era la excepción. Cuando sonó su celular ella ya estaba sentada en la silla de la cocina que le dejaba ver a la majestuosa Milano a través de su ventana; así que tomo su teléfono entre la oreja y el hombro para tener las dos manos libres para cebarse tranquila los mates mientras la escuchaba a Marcia contarle todas sus peripecias. Estaba perdida en sus pensamientos, cuando lo que oyó la trajo de nuevo al hoy.

-Antes de cortar, quería confirmarte que esta mañana presenté la demanda de divorcio. Si todo sale bien, en tres meses te mando la sentencia para que puedas registrar la ruptura del vínculo en Italia.

Ella era italiana, pero nacida en Argentina. En realidad, el italiano "original", como le llamaba ella a su abuelo, era el nonno Pietro; pero sus documentos de identidad italianos no reconocían su otra nacionalidad, la nacionalidad de origen, y ella no solía pensar en ello tampoco. En una de las tantas crisis argentinas, su madre había decidido que lo mejor era tramitar el reconocimiento de su doble ciudadanía italiana y así lo habían hecho. Desde siempre había querido vivir en Italia, pero cuando obtuvo la ciudadanía y empezó a estudiar el idioma, sabía que ese sueño se habría realidad a la larga o a la corta. Fue más a la larga e impulsada por otra de las grandes crisis argentinas; aunque nada de eso importaba ya porque recién después de 8 meses de haber salido del aeropuerto de Ezeiza con toda su vida metida en 5 valijas, podía decir que todo se estaba encaminando. Todo se estaba ordenando lentamente a pesar de estarse divorciando y de todas las cosas nuevas que se venían como tromba sin control. Antes de llegar a Milano, había considerado que era una mujer que era resistente al cambio, mejor dicho que odiaba los cambios; pero ahora, se sentía lista para vivir en la incertidumbre total sin exigir por demás a sus nervios.

Emigrar había sido un proyecto de familia muy pensado y elaborado. Por supuesto todo puede salir mal y a ellos todo les había salido casi tal cual lo previsto; casi tal cual porque todo había salido mejor de lo previsto. Rápidamente cuando empezaron a vivir y no a sobrevivir, como lo hacían en Argentina; se dieron cuenta que la familia estaba unida por mucho amor, pero sin interés romántico alguno. A pesar de eso, fue un golpe duro oír a Tomás pedirle el divorcio hace un par de semanas atrás. ¿Cómo podía su compañero, el hombre con el que había planificado su vida, querer irse de su lado? No lo entendió, pero lo aceptó. Le dio muchísimo miedo y pasó noches llorando cuando él se fue del departamento que habían alquilado, pero tenía que ser fuerte por ella y por Nina. Esa nena tan deseada que era la luz de sus ojos. Rubia y de ojos celestes, Nina era un calco de su padre pero con su carácter; aunque con solo verla a los ojos se podía saber que era su hija. Tenían la misma mirada desafiante dulcificada por el celeste profundo de sus ojos.

Eran muchos cambios juntos en tan poco tiempo. El vivir sola con Nina, el tener que compartir con Tomás las actividades, el verla irse dejando el departamento silencioso tras su beso de despedida... y como si fuese poco el cambio de trabajo. En realidad, su jefe la había ascendido y eso le traía mucho estrés, pero muchos más beneficios. No solo se vería el cambio en su salario, sinó que tendría horarios más flexibles e incluso podría trabajar desde casa, como estaba haciendo esa mañana. Ahora podía llevar y traer a Nina del colegio sin depender de ninguna niñera que la ayudase.

De golpe volvió a oír a Marcia que le preguntaba -¿Pao me oíste?

-Si nena, te escuché. Perdóname, es que tengo mil cosas en la cabeza. -Dijo contando la verdad a medias.- Confío en vos y se que vas a hacer todo lo que haya que hacer.

-¿De verdad estás bien? Osea... ¿Están seguros de esto?- Preguntó su amiga que todavía no podía creer como la pareja mas perfecta que había conocido, había emigrado y de repente le pedían que tramite su divorcio.

-Sí Mar. Tan seguros que Tomás hace una semana que vive en su nuevo departamento.- Le retrucó con una sonrisa que se coló en el tono de su voz.

Si bien sentía un gran vacío y miedo de a ratos, estaba convencida que todo iba a estar bien. Su paz interior se lo decía y el futuro prometedor se lo confirmaba. Nunca se había sentido tan libre y tranquila. Estaba lejos de su familia, que si bien extrañaba horrores, sabía ser asfixiante a veces; y había recuperado a su mejor amigo. Había recuperado a su mejor amigo a costa de su matrimonio, pero lo bueno era que no había perdido al mejor padre que Nina hubiese podido tener. Tomás siempre la apoyó en todo. Había sido comprensivo y contenedor, pero recién después de que se mudase a su nuevo departamento, notó que su personalidad tan encantadora no la había dejado ser totalmente ella.

Después de cortar con Marcia, mientras se tomaba el último mate, Paola sonrió. En medio del cielo gris encapotado de Milano, pudo ver salir un rayo de sol. Ese haz de luz que le daba esperanza y mucha confianza en el futuro.


¡Hola a todos!

Así comienza ésta historia...

¿Me acompañan a ver como sigue ésta nueva aventura? Yo ya tengo ganas de que lo conozcan a él... 

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