Capítulo doce

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Entraron al ático de la mano conversando relajadamente

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Entraron al ático de la mano conversando relajadamente. Giovanni y Stefano se miraron extrañados, pero ninguno de los dos se atrevió siquiera a respirar muy fuerte para no romper la magia. Durante el viaje en ascensor, Alessandro había convencido a Paola de embarcarse en semejante historia, por ser benévolo y no decir en semejante locura. Ella le había pedido de conversar detalladamente que se esperaba de ella y todos los otros pormenores de ésta propuesta.

-Bien. A tu querido jefe, el gran Dottore Stefano Di Vittorio, es a quien debes hacerle esa pregunta. -Dijo mientras cerraba la puerta tras de sí. -Él es la mente maestra detrás de esta gran idea. -Su tono de burla no pasó desapercibido.

-Bien, Dottore... -Dijo Paola cruzada de brazos y enarcando una ceja. -Lo escucho.

-No soy de tomar y menos tan temprano por la mañana, pero creo que me voy a servir un trago para comenzar... Pao, tu mirada da miedo.

-Yo creo que me voy a preparar un cappuccino para ver éste show, ¿Vienes Giovanni? -Deslizó Alessandro intentando no reírse. Si bien Paola había aceptado oír la propuesta, todavía no le había asegurado que se embarcaría en semejante lío. Así que finalmente todo dependía de su mejor amigo y se lo hizo saber. -Stefano debe estar tranquilo, porque de él depende que la Señorita Rossi se suba a éste barco. -Terció echando a andar otra vez a la cocina.

-Bien... -Dijo Stefano algo nervioso, cosa rara en él. Conocía a su secretaria y sabía que más de la mitad de las cláusulas del contrato no le iban a gustar. Por ende, iban a estar todo el día discutiendo. Sí sabía que tenía que quedar todo resuelto hoy, si eso no pasaba estaba seguro que nunca lo resolverían. -Aquí está el contrato Pao... Te dejo esta copia para que vayamos leyéndolo entre los dos, ¿Te parece?

-¿Contrato? ¿Cómo un contrato? Yo pensé que tan solo íbamos a hablar como personas adultas y acordar mis tareas, mis derechos y el plazo de duración. -Y ahí aparecía el primer pero de Paola que reprochaba el contrato, como si firmarlo fuese tan terrible como un dragón de tres cabezas.

-Pao... -Comenzó Stefano dulcemente. Le había tomado mucho cariño a su secretaria y sabía que con esto estaba trastornando su vida para siempre; por eso intentaría cuidarla todo lo que le fuese posible. -Si hacemos lo que propones, a los cinco minutos me vas a pedir un contrato con cláusulas expresas de lo que sí y de lo que no puede hacer Alessandro. Te lo aseguro.

-Yo estoy segura que podríamos hablar como personas civilizadas. -Retrucó ella segura y envalentonada, creyendo que podía con un hombre tan avasallante como Alessandro.

-Como quieras... Pero yo aconsejo...

-¿Y qué pasa si firmamos un contrato y llega a manos que no debería? Es un peligro tener algo escrito.

-¡Alessandro por favor di algo! -Di Vittorio ya estaba histérico y recién había comenzado.

-Así arrancamos mal Stefano. Ni has comenzado que ya están peleando. -Le contestó risueño. -Pao, tu jefe tiene razón. Lo mejor será que tengamos nuestros deberes y obligaciones, por decirlo de alguna manera, bien delimitados.

-Podemos tenerlos delimitados sin necesidad de firmar, ni de registrar nada. -Insistió vehementemente la rubia.

-Como tú quieras... -Sentenció Stefano derrotado. Sabía que, si ella se comprometía, cumpliría; así que ni se preocupó porque ella fuese a salirse de su papel.

Paola estuvo oyendo a su jefe por poco más de 40 minutos. Cuando él hubo terminado, rompió su silencio y dijo firmemente -No quiero que Alessandro me compre o me alquile un nuevo apartamento en el centro de Milano; tampoco quiero un sueldo por mis servicios prestados... -Esto último lo dijo haciendo comillas al aire y con cara de desagrado. -El plazo de dos años me parece excesivo; no voy a permitir que meta sus narices en mi guardarropa y no pienso tener sexo con Barone. -Dijo esto último, roja como un tomate; no porque le diera vergüenza hablar de sexo, sinó porque sabía que se le hacía agua la boca con solo pensar en el hecho de estar en los brazos de Alessandro, al menos dos veces por semana.

-Yo acepto ésta locura porque lo necesito, pero ¿Y tú? -Preguntó Alessandro saliendo de su mutismo. Mientras Stefano leía el contrato, había estado en silencio con su café y los cannolis, mirándola a ella y a sus reacciones al oír las cláusulas. -Si no es dinero, si no es fama, si no es a mi... dime que quieres. ¿Qué sacarás tu a cambio? ¿Qué deseas?

Paola lo miró y se hizo la misma pregunta ¿Qué deseaba? ¿Qué la impulsaba a ésta locura? La respuesta surgió de inmediato: Él. Lo quería a él. Lo había adorado desde la primera vez que había oído su angelical voz sin siquiera verlo. Cuando unió la magia con la imagen de su dueño, ya no podía pensar en otro hombre que no fuese él. Quería pensar que era suyo, aunque sea por un rato. Quería ser suya todas las veces que pudiese. Además, quería vivir una aventura y ser atrevida por una vez y Barone le ofrecía eso en bandeja de plata. Por supuesto no iba a darle esa respuesta, y se quedó en silencio. De repente Giovanni la sacó de su debate interno.

-¿Qué tal si en lugar de un sueldo, Alessandro se comprometiese a abonar todos los estudios universitarios de Nina? Podría depositar esa suma en una cuenta a su nombre o podrían firmar un contrato sólo por eso para que te asegures de su cumplimiento.

-Es una excelente idea. -Reforzó rápidamente Stefano. -No sería un estipendio inmediato, pero si un seguro de que Nina podrá estudiar lo que desee y dónde lo desee. No puedes negarme que eso te quitará un gran peso de encima. -Su jefe sabía que ella se preocupaba por el futuro de su pequeña hija y que ya estaba ahorrando para su laurea.

-Está bien. No me gusta la idea, pero es mejor que el sueldo mensual... Así no me sentiré una puta cara. No al menos hasta que Nina use ese dinero. -Paola se sentía incómoda; pero era aceptar ese punto o que siguiesen indagando en sus razones para aventurarse en el problema de Alessandro.

-Perfecto. Alessandro ¿Tú qué opinas? -Stefano le preguntó más por cortesía, que porque le importase su opinión. Sabía que si quería a Paola en esto, no tenía muchas chances de decirle que no a nada.

-No tengo problema con darte lo que quieras Paola... -Se sentó frente a ella antes de seguir hablando. -Pídeme lo que quieras y te lo concederé. -Y así con una frase sugestiva pronunciada con esa voz sensual, Alessandro Barone la había dejado sin aliento y con muchas ganas de rendirse ante su voluntad.


Holaaaaaa a todos,

Miércoles de Alessandro y Pao. Miércoles de segundas oportunidades.

¿Que me dicen? ¿Hay acuerdo o no hay acuerdo?

Yo creo que éstos dos no van a necesitar nada...

Cariños grandes. 

SEGUNDA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora