Capítulo dieciocho

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Llegaron al apartamento de Alessandro y entre ellos había un ambiente extraño

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Llegaron al apartamento de Alessandro y entre ellos había un ambiente extraño. Las confesiones recíprocas que se habían hecho en el auto, los había hecho adentrarse en una atmósfera más íntima. Después de todo, Alessandro era delante de la primera persona que decía en voz alta lo que pensaba de su familia. Con sus amigas y con Tomás, siempre se daba por entendido, pero nunca le había puesto palabras a sus sentimientos que tanto la atormentaban de a momentos. Así que otra primera vez con el rey de la ópera.

-Siéntete como en casa. -Dijo Alessandro mientras se dirigía a la cocina a poner la cafetera en marcha.

-Gracias Beddú. -Le dijo sonriente.

-Me gusta ese apodo. -Oyó que le gritaba. -Solía usarlo una de mis abuelas. -Además pensó que la argentina que hablaba perfectamente el italiano, sería una gran aprendiz de siciliano. Se le ocurrió que oirla hablarlo sería muy interesante.

-Bien, lo tendré en cuenta. -Se sintió satisfecha y sabía que ese era su apodo. Era la palabra que mejor lo describía. Era bello por donde lo mirara y la pronunciación de la palabra, que sonaba dulce pero fuerte a la vez, se ajustaba a Alessandro como si la hubiesen creado para llamarlo a él. -Ahora bien, ¿Has pensado en una historia para contar? -Le preguntó mientras se acomodaba en ese gran sillón que estaba en la sala.

-Soy muy bueno contando historias... -Terció mientras traía consigo dos tazones de capuccino. -Pero necesito que me cuentes algunas cosas para que todo cierre.

-Adelante. Dispara. -Lo animó mientras hundía su cuerpo en la comodidad del sillón y el perfume del café que él le había traído.

-Es más fácil de lo que crees. Arrancaremos contando una verdad. Nos conocimos en la oficina de Stefano. Eres su secretaria y no levantaría sospechas. Desde que nos vimos por primera vez, quedaste prendada de mi... Ya te gustaba y cuando al fin me conociste, confirmaste que era tu príncipe azul. -Terció con una sonrisa en la cara.

-Creo que sería mejor decir que te amaba por ser mi ídolo, pero cuando te conocí te odié. Esa mirada petulante e indiferente, hizo que me desencantara... -Dejando la taza en la mesa de centro prosiguió. -Tu, que te enamoraste perdidamente de mí, con ciertos gestos hiciste que te diera una oportunidad. Nos hicimos amigos y cuando te conté que me había separado al fin, decidiste conquistarme. -Respondió con aires de suficiencia.

Alessandro la miró serio, pero en lugar de hacer alguna observación mordaz sobre su historia, decidió terminarla. -Te conquisté con pequeños gestos. Fuimos a la gala de la Scala como amigos y salimos siendo pareja...

-¿Me lo pediste en el intermezzo? -Preguntó la rubia riendo más que tratando de afinar detalles.

-No. -Le respondió el tenor serio. -Te llevé a cenar y rompiste nuestro encuentro romántico, llevándonos a cenar en la cocina de Giaccomo. -Con sarcasmo le respondió a la rubia. -Por eso te invite a desayunar y en lugar de declararte mi amor discutimos. Sin palabras aceptaste ser mi novia con un beso en medio de la acera.

-Primer beso que todos los medios retrataron sin darnos tiempo siquiera a empezar nuestra relación. Por eso todavía no ha habido presentaciones familiares. -Concluyó Paola la historia de Alessandro.

Se miraron fijo. Contra todos los pronósticos, les había resultado fácil ponerse de acuerdo. Esa historia que habían tácitamente acordado, rozaba peligrosamente la verdad; y esa revelación los golpeó súbitamente. Si bien Alessandro no había querido declarársele el día de la Scala, si había querido besarla y seducirla. Y Paola había aceptado embarcarse en esto luego de que la besase en la puerta del edificio. Era su historia real, pero ajustada en algunos detalles que la hacían cuadrar. Era raro, pero en poco más de 24 horas se habían convertido en una especie de "amigos", después de que ella lo admirase en silencio encantándose y desencantándose de él, millones de veces.

Mientras Paola intentaba comunicarse con Tomás y Nina, Alessandro habló con Giovanni dándole las indicaciones para la entrevista con el Corriere; y después, saliendo a la terraza, se dispuso a enfrentarse a la santa inquisidora. Sabía que debería inventar algunos detalles más porque Grazia Barone no se conformaría con la versión corta de la historia, como deberían hacer los medios ya que él no entraría en detalles cuando hablase de la dama de rojo.

Frustrada por no poder comunicarse con su hija, la rubia revoleó el teléfono en la mesa de centro y se dispuso a buscar a Alessandro. Antes de verlo, oyó un fragmento de la conversación que tenía con su madre.

-¡Mamma, ya basta de torturarme! Te juro que es como te lo estoy contando, no es una excusa. -Gritaba desesperado mientras se acomodaba las gafas. -Quise fabricar el momento perfecto y todo está saliendo al revés. El primer beso que le he dado ha salido en primera plana y gracias a eso, no he podido abrazarla y agasajarla como me gustaría. -Con mucha sutileza, le dio a entender a su madre que todavía no había compartido su cama. Le dio a entender que esta chica era diferente y no una de sus tantas aventuras de una noche o de un par de semanas.

-Hijo querido, tú no te caracterizas por ser paciente. No puedo creer que la hayas admirado en silencio por meses; eso sería algo nuevo en ti. -Dijo la señora Barone pensativa y dudosa.

-Es que ella es diferente madre. -Y sin saberlo, en su afán de convencer a la santa inquisidora, le expresaba a su madre la verdad de sus sentimientos. -Vas a poder verlo tu misma cuando la conozcas en el cumpleaños del abuelo. Es luz y es calma a pesar que sienta un huracán dentro suyo. Estoy convencido que merece más que lo que ha conseguido hasta ahora... es una mujer que merece que besen el suelo por el que camina, que la veneren; y seguro lo conseguirá.

-Espero que lo consiga cariño, si es que no lo ha conseguido ya. -Grazia Barone perspicazmente, con una sonrisa en los labios, le señaló algo que él ni siquiera podía imaginar.

Estaba tan absorta en la conversación y en la voz cancina de Alessandro, que sin quererlo se había acercado tanto a la ventana que el castaño iba a descubrir su indiscreción, justo cuando sintió vibrar su móvil sobre la mesa. Mientras se acercaba a tomarlo, sentía que una calidez se extendía en su interior. Las palabras de su tenor favorito la habían reconfortado aunque supiese que no eran verdad. Como siempre en su vida, la felicidad duró poco. Todo se arremolinó otra vez cuando oyó a Tomás gritándole desde el otro lado de la línea.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2023 ⏰

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