2. Strawberry blond

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La mañana siguiente, Tweek no quiso levantarse. No quería ir a la escuela y enfrentarse a Craig.

-Hijo, no deberías faltar a clases -le dijo su madre sentándose al borde de la cama.

-Por favor, solo por hoy... Por favor -rogó el menor mirándola con ojos tristes.

La mujer suspiró.

-Está bien. Pero irás a ayudar a tu padre a la cafetería. Debes distraerte.

-Gracias mamá -respondió el rubio dándole un abrazo. Ella le acarició el cabello con ternura y le dió un beso en la coronilla antes de irse del cuarto.

La tarde anterior, cuando ella y su esposo habían llegado a casa, supieron que su hijo había regresado porque estaban sus llaves en un colgador junto a la puerta.

-Dios, este niño no fue capaz siquiera de hervir agua o poner la mesa -rezongó el señor Tweak.

-Prepararé algo -dijo su esposa- tú ve a decirle algo a Tweek.

El mayor subió las escaleras y entró al cuarto de su hijo sin avisar. No sabía qué esperaba ver al entrar, pero encontrarse con el joven rubio dormido con rastros de lágrimas en sus mejillas no era una de sus posibilidades.

Se acercó al chico y suavemente le movió el hombro para despertarlo. Tweek abrió los ojos y se sobresaltó al verlo.

-¡Ah! Papá, lo, lo siento -dijo el chico comenzando a temblar.

-¿Qué pasó? ¿Por qué estuviste llorando? -preguntó su padre.

Tweek bajó la mirada y suspiró, triste. Si le quedarán lágrimas, probablemente habría llorado nuevamente, pero ya se sentía físicamente incapaz de hacerlo.

-Craig... Él... Rompió conmigo.

-¿Qué? ¿Por qué?

-No lo sé, no me dijo. Solo... Solo...

Un nudo se le hizo en la garganta y no pudo seguir hablando.

El señor Tweak lo abrazó y su hijo le devolvió el gesto. Ese abrazo lo hizo sentir un poco mejor.

-¿Quieres bajar a cenar?

-No, gracias. No tengo hambre.

-Te subiré algo, de todos modos -replicó el padre.

-Gracias.

El mayor salió de la habitación. Cuando llegó a la cocina, le explicó a su esposa lo que había ocurrido. Ambos estaban tristes. A Tweek se le veía tan feliz con Craig y pensaron que era mutuo... No imaginaban qué podía haber pasado, sobre todo porque no hubo ninguna explicación por parte del pelinegro.

Y sentían que no podían hacer nada para ayudar a su hijo, así que solo le dejaron un termo con café y un sándwich en su mesita de noche.

-Tweek, tu padre ya se está yendo -avisó la señora Tweak desde la escalera.

El chico ya estaba listo, así que bajó rápidamente para ir con su padre a la cafetería.

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Craig tenía el estómago apretado. No sabía cómo reaccionaría al ver a Tweek en la escuela. Salió de su casa y caminó lento, con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha.

Quizás debía darle alguna explicación, pero no sabía cuál. Él aún lo quería y, a pesar de que solo había pasado una noche, ya lo comenzaba a extrañar.

Al llegar al salón, se sentó en su puesto, mirando con nerviosismo la puerta. A los pocos minutos sonó la campana y no había ni rastro del rubio. Quizás llegaría más tarde, pensó.

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