18. Stressed Out

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Stan parecía saber lo que hacía, porque cada caricia, cada beso que le daba, lo satisfacía de forma exponencial y eso ya se notaba en su cuerpo... en una parte específica de su cuerpo.

-Mmmm... creo que te estás emocionado -le susurró el pelinegro y, sin avisar ni pedir permiso, le empezó a acariciar en la entrepierna por sobre el pantalón, primero de forma suave y luego recorriendo con su mano todo el miembro viril de arriba hacia abajo.

Kyle lo miraba sin saber qué hacer. Le gustaba la sensación pero también
estaba muy nervioso y algo asustado. Stan volvió a besarlo mientras lo acariciaba, pero se dio cuenta que el otro chico estaba rígido bajo de él.

-¿Estás bien, Kyle? ¿No te gusta? -preguntó con preocupación.

-Sí, me gusta... Pero no sé si deberíamos seguir...

-Ah, joder, ¿Por qué? -dijo Stan frustrado, levantándose y sentándose a un borde de la cama.

-Somos muy jóvenes para esto.

-Kyle, tomaste ácido a los 10 años, yo empecé a beber a esa edad, también intentamos fumar y hasta nos drogamos con jarabe para la tos, ¿Y dices que somos jóvenes para esto? No me vengas con esas mariconerías. Maldita sea, por qué siempre me pasa esto.

Kyle lo miró extrañado, mientras volvía a ponerse la camiseta.

-¿Siempre te pasa esto?

-Nadie quiere tener sexo conmigo.

-Oh... vaya, lo siento -replicó Kyle con ironía- voy a descansar un poco, si no te importa.

Y, sin más, se acostó dando la espalda a su amigo, sintiéndose muy enojado por alguna razón que no alcanzó a dilucidar, porque se quedó dormido casi al instante.

Stan fue al baño y se dio una ducha, tanto para calmar su encendido cuerpo como para sobreponerse a su malestar.

A veces se avergonzaba de seguir siendo virgen, sobre todo porque sabía que Kenny había dejado de serlo hace años. Cartman también alardeaba de haberse acostado con algunas chicas, pero no le creía... aunque podría ser verdad.

Y él no quería ser el último en experimentar el sexo y por eso lo había intentado con Wendy algunas veces, pero tampoco pasaba más allá de los besos y quizás alguna caricia indebida. Incluso, cuando estuvo separado de ella, lo intentó con otras chicas en alguna fiesta pero tampoco lo logró.

Ahora, con Kyle pudo haber sido diferente. Eran dos chicos y quizás eso cambiaría las cosas, pero aparentemente no. Su amigo se había acobardado a último minuto y eso le hizo sentir que en realidad era algo suyo que impedía que los demás quisieran tener más intimidad con él.

Otro nombre a mi lista de fracasos, pensó Stan... y se golpeó la frente.

¿Lista de fracasos? ¿LISTA? ¿Qué le pasaba? No podía pensar así, como si cada persona fuera un tipo de objeto que le sirve o no. Kyle no era eso, no era "uno más de la lista". Dios, se había portado como un completo imbécil al enojarse porque Kyle no hizo lo que él quería.

Después de ducharse y secarse, volvió a su habitación y vio a Kyle que ya estaba profundamente dormido, y se acostó junto a él, abrazándolo por la espalda.

A las pocas horas, el pelirrojo fue el primero en despertar. Tardó unos segundos en darse cuenta dónde y con quién estaba, e inmediatamente recordó lo que había pasado antes de quedarse dormido, y se sintió mal, enojado y algo culpable.

La sensación de estar con Stan, de besarlo, de tocarlo, era espectacular, pero no estaba seguro de si estaba preparado para dar el siguiente paso, sobre todo porque nunca había llegado tan lejos con nadie más.

Se dio media vuelta y quedó cara a cara con el pelinegro, que seguía durmiendo. Frunció un poco el ceño, pero enseguida lo relajó. No podía enojarse con su amigo.

En ese momento, Stan abrió los ojos lentamente y le sonrió.

-Así da gusto despertar -susurró, haciendo sonrojar a Kyle.

-Sobre lo de hace un rato... -comenzó a decir el pelirrojo, pero fue interrumpido por Stan.

-Lo siento, Kyle. No debí enojarme, fui un idiota.

-Está bien. Y sí, lo fuiste. Qué es eso de nadie quiere tener sexo conmigo, por Dios.

-Es que es verdad -replicó Stan, ganándose una mirada reprobatoria de Kyle- bueno, no verdad, verdad, pero, ya sabes, aún no he podido hacerlo.

-Y parece que ganas no te han faltado.

-A decir verdad, no.

-Vaya, lo siento por no cumplir con tus espectativas, como quizás cuántas más -dijo Kyle intentando que no se le notara tanto el enojo.

Por supuesto que sí se le notaba.

-No digas eso, sé que parezco desesperado pero... bueno, quizás sí lo estoy. Siento que me estoy quedando atrás.

-¿Atrás de qué o quién?

-No lo sé, los demás, cómo voy a ser el único virgen por aquí.

-Oye, yo también lo soy. Y no somos los únicos, Stan. Que Kenny se haya pasado media vida de cama en cama no quiere decir que todos los demás lo hagan. Además, aún somos muy jóvenes.

-Yo ya tengo 17 años -comentó el pelinegro.

-Pero yo tengo 16. ¿Recuerdas lo que dijo Chef una vez? Que la edad ideal para tener sexo eran los 17.

-Ya, pero Chef se unió a una secta que violaba niños y se murió.

-Bueno, sí... pero de todas formas, antes de eso siempre nos dio buenos consejos... Creo. Pero no te apures, Stan, ya vendrá tu momento.

-Nuestro momento -replicó el chico, acariciando la mejilla del pelirrojo- si tengo que esperar a que cumplas 17, pues lo haré.

-Ya, claro -dijo Kyle, pensando en que, probablemente, en algún momento su amigo le habría dicho algo similar a Wendy cuando estaba con ella.

Y, odiaba admitirlo, pero ese pensamiento le dio un poco de celos. Era estúpido, lo sabía, ese había sido el pasado de Stan y no podía cambiarlo. Ahora solo debía concentrarse en el presente.

-Es verdad. Créeme -pidió Stan dandole un pequeño beso en los labios.

Y Kyle le creyó.

Pero el momento se vio interrumpido cuando sonó el timbre.

Stan y Kyle se miraron alarmados. ¿Y si era la policía? ¿Y si se habían dado cuenta de que el judío estaba allí?

Así que, sin hacer mucho ruido, el pelirrojo se escondió bajo la cama, mientras que Stan bajó.

Y cuál fue su sorpresa al abrir la puerta y encontrarse con Wendy.

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