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Estábamos en ese pequeño sofá de su oficina, estaba llorando en mi hombro mientras yo la abrazaba y consolaba. Sentí una gran empatía hacia ella, y la forma en la que se expresó, no pudo evitar mostrarse tan débil y derramar lágrimas.

– Tranquila... – Susurré mientras acariciaba su espalda.

Me abrazó con fuerza y sin pensarlo, besé su cabeza, lo que hizo que se alejara un poco de mí para mirarme. Tomó mis mejillas y miré como esas últimas lagrimas salían de sus ojos.

– Seguro te sientes mejor – Quité el cabello de su rostro.

Quizás pasaron 30 minutos o quizás una hora, pero la seguía abrazando y consolando aunque ella ya no lloraba, pero sé lo que se siente llorar y no tener a nadie, simplemente quieres que alguien esté a tu lado cuando estás triste o feliz.

– ¿Qué te parecen 20 mil dólares? – Susurró.– Dime cuanto quieres...

– No quiero nada – Tomé su mano.

Ella soltó un suspiro y cerró los ojo, creo que por fin se siente aliviada de todo.

Mi teléfono comenzó a vibrar, pues Jisoo me estaba llamando.

– ¿Hola? – Pregunté al atender la llamada.

– _______, ¿Abría algún problema si hoy cerramos temprano?, tengo que ir con mi hermana de emergencias al hospital...

– Está bien, no te preocupes, ¿Te pasó algo? – Pregunté preocupada.

– No... ¿Estás con Park?

– ¿No quieres preguntarlo más fuerte? – Fruncí el ceño.

– Lo siento – Comenzó a reír.

– Mándame mensaje si necesitas algo.

– Hasta luego.

Terminó la llamada y solté un suspiro, Park me miró y dejó un pequeño beso en mis labios, para después dejar otro beso en mi cuello el cual me tomó por sorpresa.

– ¿Qué fue eso? – Pregunté confundida.

– Si pudiera, escondería mi rostro todos los días aquí... – Susurró.

Después de un rato, se hicieron las 7 de la tarde, la hora en la que normalmente sale de su trabajo oficialmente, pues esta mujer se la vive en la calle y no precisamente por los barrios bajos.

Todos en el edificio miraron como Park abrazaba mi brazo, he incluso en un momento en el que esperábamos algo en recepción, yo me encontraba distraída y ella tomó mi mejilla para dejar un corto y tierno beso en mis labios. Eran de esperarse los rostros sorprendidos de la gente, ¿Cómo una mujer tan temida como ella, podría estar con alguien como yo?, ya me esperaba que esto pasara, pues era yo quien tenía la atención de Park en todo momento, yo solo miraba el edificio y me distraía con cualquier cosa.

– Señorita Roseanne, tenga un buen día – Dijo la recepcionista dándole un paquete.

– ¿Es droga? – Pregunté a la chica riendo y ella miró a Park.

– Claro que no – Dijo Park riendo y la chica se sorprendió.– De hecho es algo para ti.

– ¿Para mí? – Pregunté confundida.

– Sí – Sonrió.

– Mientras no sea nada de una marca costosa, está bien – Le sonreí a la chica y ella rió al sentir un poco más de confianza.

– Estoy segura que esta vez querrás aceptarlo – Park tomó mi mentón.– Además, te servirá de mucho.

– Debe ser una licuadora – Sonreí.

– Señorita Roseanne... – Dijo la chica.– El material llegará en esta semana... no se tiene un día exacto...

– Te dije que quería un día exacto – Park frunció el ceño.

– Los proveedores no pudieron darme uno... – Dijo nerviosa.

– ¿No te dije que...

– ¿Qué le dijiste? – Pregunté seria mientras miraba a Park.

– Que... – Soltó un suspiro.– Está bien, avísale a mi asistente en cuanto llegue todo.

– Como ordene... – Hizo una reverencia y después me miró.

– Está en sus días, yo lo arreglo – Susurré y la chica quiso reír pero aún así no lo hizo.

– ¿Sabes que puedo escucharte? – Preguntó Park.

– ¿Y qué harás? – Me recargué en el mostrador.– ¿Despedirme? – Sonreí y ella rodó sus ojos.

– ¿Trabaja aquí? – Preguntó la chica sorprendida.

– No – Reí.– Yo sólo... sobrevivo... o eso intento.

– Ya vámonos – Dijo Park.

– Hasta luego – La chica hizo otra reverencia.

Salimos del edificio mientras ella llevaba el paquete, al llegar a su auto y subirnos, ella soltó un suspiro y cerró sus ojos.

– Hoy has demostrado muchas emoción y me parece lindo – La miré.– Pero algo que me dice que unos cólicos te están arruinando el día – Ella me miró triste.– Manejaría si supiera hacerlo...

– Ven a casa conmigo... – Tomó mi mano.

– Sólo un rato, tengo tarea por hacer – Ella asintió y encendió el auto.

Fuimos a su casa en la cual, rápidamente se deshizo de sus tacones, vestido, abrigo, e incluso sostén, y se puso ropa más cómoda, decidió en tomar una pastilla para después obligarme a recostarme en su cama para ponerse encima mío y poder abrazarla.

– Olvidé el paquete... – Dijo intentando ponerse de pie.

– Déjalo en la mesa... no te levantes – Tomé su brazo.

– Pero quiero que lo abras... – Puso sus manos en mis hombros y comenzó a recostarse en mí.

– Puedo hacerlo después... – Sonreí y miré sus labios.

Ella miró los míos y comenzó a acercase poco a poco, cerros sus ojos antes de que yo hiciera lo mismo, dejándome apreciar esa última escena antes de cerrarlos.

Sentí como sus labios chocaron con los míos, al mismo tiempo que una especie de nervios se apretaban de mi abdomen, mi corazón aceptado y un respiración que controlé a la perfección, pues sentir como sus labios atrapaban los míos no era algo nuevo, pero esta vez se sentía diferente.

No solo nuestras esencias se estaban mezclando, también lo hacían nuestras respiraciones, salivas y alientos. Puse una de mis manos en su cintura y con la otra tomé su mentón, pues por primera vez, no quería que un beso terminara.

Todo era tranquilo y a su ritmo, movimientos sincronizados que se movían al compás del otro, pues este beso no buscaba nada más allá como los anteriores, no pedían atención, ni mucho menos sexo, solo pedían cariño, lo que provocó un tierno beso entre las dos.

Cuando dejé de sentir sus labios, abrí mis ojos al mismo tiempo que ella, me miraba directo a los ojos, pero parecía un poco confundida, lo único que hizo fue soltar un gran suspiro sin dejar de mirarme.

– ¿Y ese suspiro? – Sonreí y ella se sonrojó.

– _______... – Bajó su mirada.– Quiero saber algo... tú... ya sabes, hablas mucho de la fidelidad y amar a alguien, pero hay algo que no me queda claro... si tanto lo dices... ¿Qué somos tú y yo, ahora que no hay ningún trato entre las dos?

– Dime – Tomé su mejilla.– ¿Puedo confiar en ti? – Ella asintió lentamente, pareciera un cachorro regañado.– ¿Me vas a fallar? – Ella negó.– Si es verdad eso... creo que podríamos serlo todo...

Sus ojos se iluminaron como nunca antes los había visto, me abrazó con fuerza y sonrió, como si a un niño pequeño le dieras su dulce favorito.

– ¡Hay que casarnos!

– ¿Qué?, claro que no...

Sobres De Color Rojo - Imagina con Rosé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora