Kurutta.
Hace un mes conocí a una chica linda. Su carne es rosada y sus cachetes se ruborizan cada vez que me dirijo a ella.
Aquel día la invité a cenar, claro, teniendo preparados todos los utensilios para desollar.
Cuando llegó serví las entradas.
Ella parecía encantada con mis brochetas. Tal vez haga algunas más con su carne.
La charla fluyó como la sangre lo hacía hacia sus mejillas cada vez que le lanzaba un comentario coqueto. Aquello me provocó ganas de morder sus mejillas regordetas. Se miraba deliciosa.
Cuando ya no pude contenerme más, me lancé sobre ella.
Una de sus manos me sostuvo el mentón con la obstinada insistencia de darme un golpe, aunque lo único que lograba hacer era que mi cabeza retorciera con brusquedad. La saliva se desperdigó de mis labios hacia sus dedos, escurriéndose con agilidad por su brazo derecho al tiempo que ella exclamaba insultos y gritos escandalosos llenos de pánico, con esa mueca de asco y repulsión en el rostro.
Está bien que esté asustada, a diferencia de las prácticas culinarias tradicionales, para la gente como yo. La presa sabe mejor cuando está asustada.
Apreté su cuello sin dificultad y ella dejó escapar un quejido de asfixia entrecerrando los ojos. Sus labios se entreabrieron para decir algo incomprensible, pero yo era incapaz de soltarla, no podía dejar ir la oportunidad de atrapar a una más. En especial a esa, tuve que hacer un increíble esfuerzo para mezclarme entre su círculo de amigos, hacerla venir sola y, ¿todo para qué?, para degustar de un festín digno de un monarca o un dios.
Su carne, con esas tonalidades sonrosadas y tiernas, era perfecta para lo que yo deseaba hacer. Tenía planes precisos para cada parte de su cuerpo, anhelaba saborear de él como un amante oscuro que tan solo espera el momento justo de dar su estocada. Palpar cada centímetro de su piel, lamer esas extremidades suculentas, coger entre mis manos sus muslos anchos y su abdomen que se tambaleaba ligeramente de arriba abajo al compás de mis enérgicas fuerzas sobre sus senos; oh Dios, amaba esos turgentes y redondos músculos llenos de tierna y deliciosa carne.
Me sentía como un amante. Violento y salvaje. Empuñando mi cuchillo predilecto de hoja rígida, abusaba de mi víctima incrustadolo una y otra vez en su carne virgen y pulcra, desollando cada palmo de su cuerpo, almacenando para mi la sangre que caía sobre mis zapatos.
Me fascina degustar del delicioso aroma que desprende como incienso aquel cuerpo recién cortado, el último aliento de vida que conmociona cada parte de mi cuerpo, ese perfume que me guía a los confines más sublimes del paraíso: mi droga y mi estímulo.
Procuro siempre amar a mi preciosa víctima, intentando al extremo respetar su delicada piel, acariciarla con suavidad al tiempo que la hoja de mi cuchillo arrebata de sus rostros los últimos vestigios de lo que un día fue un ser humano.
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𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐎 |𝐁𝐍𝐇𝐀|
FanfictionUn día crees que te conoces bien a ti mismo y al siguiente te descubres mirándote al espejo y sorprendiéndote. Un dia piensas que no puede pasarte nada y ocurre. Un día estás cenando felizmente con tu familia y al día siguiente estás viendo como tu...