Capitulo XII

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Akane Honma-Ryder / Kurutta

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Akane Honma-Ryder / Kurutta.

Es difícil descuartizar un cuerpo humano, pero nada es imposible para una mujer como yo. Lo primero es hacer cortes con gran profundidad en cada coyuntura del cuerpo hasta que esté parezca un títere de fácil y grácil movimiento. Cuando se realizan esos cortes puedes ver como el vestigio de lo que fue esa persona danza, con movimientos suaves y sutiles, delicados y armoniosos. 

Eso es algo sencillo. Pero lo realmente difícil está en los huesos, ahí hay que aplicar toda la fuerza necesaria, pero yo tengo un truco mejor. Suelo colocar la parte del cuerpo que deseo mutilar en el suelo y la otra parte encima de un ladrillo que utilizo específicamente para ello, luego un pisotón y listo, el hueso está roto y preparado para su separación. 

La fisionomía del ser humano es maravillosa. Cada órgano, cada músculo, cada pliege del cuerpo está diseñado perfecta y hermosamente. 

Pero hay algo que debo confesar. No me regocija demasiado quitarle la vida a mis víctimas. Aunque nadie me crea, el asesinarlos, mutilarlos y devorarlos supone un gran dolor para la naturaleza humana que vive en mi. 

Es como si una parte de mi alma y mi corazón fueran arrancados. 

Es como una especie de muerte en la que cada efusivo y último aliento que arrebato de forma desalmada se va quebrando cada vez más en mi propia existencia. 

Es siniestro y aterrador, pero estoy consciente de lo que hago, sé que lo que hago está mal. He dejado a varias esposas sin su marido, a niños sin su padre o madres, a madres sin sus hijos, a personas sin sus hermanos, pero, muy a mi pesar, es algo que no puedo evitar. 

Todo este rollo de comer personas es debido a mi don, un don tan macabro y perverso que nació de la unión del ADN de tres personas con donde individualmente siniestros. 

Parte de lo que es mi don le permite cambiar de forma —fue heredado por mi tía Toga—, sin embargo, hay algo más detrás de eso. Gracias a la combinación con el don de uno de mis padres, quien es capaz de ver cuándo morirán las personas y como lo harán, aquel don de transmutación unido con el don de básicamente ser el heraldo de la muerte terminó por darme la maldición de tener que ingerir carne humana para poder tener un don desarrollado y ser fuerte. 

Cada vez que dejaba de ingerir por tiempos prolongados mi constitución se volvía enfermiza y débil.

No se el por que, solo sé que desde que tengo cuatro años y mi don se manifestó mi apetito fue cada vez más voraz y, entre experimentos, descubrí que al ingerir carne de otros seres mi transmutación se prolonga, básicamente puedo ser esa persona por el tiempo que yo desee. 

No puedo negar que el sabor de la sangre y de la carne me agradan, es mi droga, mi adicción más sublime. Pero el conocimiento de que soy una asesina provoca que mi cuerpo se estremezca, parte de esto es porque a veces los remordimientos me envuelven como una manta helada y húmeda en un día de invierno. 

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐎 |𝐁𝐍𝐇𝐀|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora