Epilogo

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Ryu tembló, rabioso, hambriento

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Ryu tembló, rabioso, hambriento. Había sido encerrado en su habitación durante tres días. Su padre solo le había proporcionado agua para que no muriera deshidratado. 

Cada vez que Izumi llegaba a visitarlo para entregarle aquel líquido él intentaba lanzarse sobre ella para devorarla. 

No entendía por qué su padre le había hecho eso. Incluso su hermana. 

Habían sido obedientes. 

Habían acatado órdenes. 

¿Por qué los estaba matando de hambre? 

Tanto Akane como él estaba encerrados en la misma habitación, sin embargo, las cadenas que ataban los pies de cada uno les impedían caminar lo suficiente como para llegar hacia el otro. Aquello era una notoria medida de prevención par evitar que se devoraran el uno al otro. 

Ryu imaginaba, con una sonrisa perversa, arrancar con sus dientes la carne del cuerpo de Izumi. Planeaba beber su sangre y no desaprovechar ni un solo centímetro de aquel precioso cuerpo que mantenía a su lado para su diversión. 

Su boca salivaba constantemente mientras se imaginaba todos los escenarios y las formas en las cuales podría devorarla. 

Imaginaba sus caras. 

La sangre inundando la habitación. 

No podía pensar en escenas más sublimes que esa. 

Por lo menos fue así hasta que su padre entró a la habitación. Los miró sin emoción alguna y los inmovilizó para que uno de sus sirvientes les colocará bozales y correas. 

Kotaro desató las cadenas de los pies de sus hijos y los tomó de las correas que se encontraban alrededor de sus cuellos. 

Akane no puso resistencia. 

Ryu intentó tirar de la correa, sin embargo, su fuerza no era comparable a la de su padre. 

—¿Por qué nos encerraste? —preguntó Ryu, con un gruñido. 

El hambre lo convertía en alguien guiado por los instintos, alguien constantemente irritado y fuera de sus cabales, la rabia no le permitía pensar correctamente. 

—Porque tengo algo mejor para ustedes que nueve comidas —respondió, su voz gutural y severa hizo que Ryu se escogiera y volviera a su lugar, siguiendo a Kotaro sin rechistar. 

Kotaro sonrió ligeramente mientras caminaba. Sus ojos brillaron mientras empujaba una puerta para entrar a una habitación llena de personas y, en el centro, habían ciertas personas en específico. 

Iida Tenya y su hija. 

Esas eran algunas de las personas que se encontraban de rodillas en medio de la habitación. 

Kotaro se sentó en su lugar correspondiente, la cabecera de la mesa en la cual habían algunos manjares de comida, mientras comía él observaba. 

Dabi reía sin parar mientras hacía burla de los presentes mientras los Iida no hacían más que temblar de miedo ante las persistentes miradas hambrientas de los Honma—Ryder.

—¿Cuáles son los cargos? —preguntó Kotaro.

—Heroísmo y complot contra el cuerpo gobernante —explicó Shigaraki, entrando a la habitación mientras sonreía.

Kotaro miró a los acusados con una ceja levantada.

—¿Están conscientes de la sentencia que conlleva romper la primera ley del nuevo orden? —preguntó cínicamente.

Nadie contestó, razón por la cual Dabi sonrió ampliamente.

—La muerte —respondió albino, calentando la mano que había puesto sobre el hombro de Iida.

Kotaro asintió, terminó su comida mientras observaba a las personas en la habitación, luego, miró a sus hijos.

—¿Hace cuanto no comen carne cruda? —les preguntó. 

El pánico inundó a los presentes.

Ryu amplió su sonrisa mientras miraba a su padre. Sabia que él jamás les haria pasar por una tortura así sin razón alguna.

—Desde que entramos a UA, aunque preferimos término medio —respondió él, observando a Dabi, quien sonrió.

—Entonces elijan, pueden comerse a la misma persona o auno diferente si quieren, no me importa. Tendrán lo que deseen.

—Prefiero no compartir, yo quiero a la chica que está allí, somos muy buenos amigos —Ryu le sonrió a Amaya.

—¡No! —gritó, aterrada, aferrándose a su padre.

—Bien, Akane, te comerás a Tenya. Lo mejor es deshacernos de él antes de que sea una molestia.

—Papá…, yo…, no puedo —la voz de Akane tembló.

Si bien tenia hambre, no podía imaginar comerse al padre de una chica con la cual convivio durante casi todo un año.

Kotaro la miró mientras soltaba el humo de su cigarro, levantó una ceja.

—Acércate —susurró, Akane obedeció—. No te preocupes, desapareceré de ti esa molestia llamada sentimientos que te impide saciar tu hambre, princesa. Cuando te los devuelva borraré tu memoria.

Kotaro plantó un beso en la cabeza de Akane y luego miró a Ryu con orgullo por no necesitar de aquellos tratos especiales. Aquello hizo que el chico sonriera aún más.

El hombre de cabellos azabache hizo un ademán para que todos salieran, al final, solo la familia Iida, Dabi, Kotaro y sus hijos quedaron en el lugar. 

Dabi puso sus manos en las cabezas de los condenados a morir devorados. 

—Carne término medio a la orden —dijo, sonriente, activando su quirk.

Los gritos, breves pero fuertes, no tardaron en llegar.

Luego de unos segundos Dabi se detuvo y caminó hasta estar a un lado de Kotaro.

—Son todos suyos, mis niños.

El azabache soltó las correas y retiró los bozales, acto seguido, ambos albinos se lanzaron sobre sus presas mientras Kotaro salía de su habitación una amplia sonrisa en su rostro, deleitándose con la sinfonia de dolorosos gritos que provenían de dentro de aquella habitacion.

—Tus hijos son perversos —dijo Dabi con una sonrisa—. Pero tú eres el peor de todos, con esa actitud desinteresada, incluso cuando sonríes te ves demasiado atemorizante.

Kotaro se encogió de hombros mientras sonreía con maldad y se alejaba de la habitación.

—Siempre he sido un poco Siniestro.

—Siempre he sido un poco Siniestro

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𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐎 |𝐁𝐍𝐇𝐀|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora