Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, no podía soportar más. No era de humanos soportar tanto tiempo eso.
-¡Resiste!- me gritaba mi voz interna pero no era posible. No podía más.
- ¡No! -grité cerrando mis ojos y los froté con el dorso de mi mano derecha. Un par de lágrimas rebeldes ante mis indicaciones se asomaron.
-¡Te lo dije! - carcajeó Claudio - ¡Nadie me puede ganar! - Mariana reía a carcajadas cubriéndose con sus pequeñas manos la boca y Pablo se apretaba el estómago tratando de no reír mas.
-¡Oh no! ¡Yo te ganaré! - insistí y froté una vez más mis ojos respiré profundamente y una vez más nos pusimos frente a frente. Sus ojos cafés abiertos de par en par me miraban divertidamente. Un pequeño soplido me hizo parpadear - ¡Eso es trampa! -grité indignada y todos volvieron a reír a carcajadas.
- Acéptalo - se recostó en mis piernas -¡Te gané!
- Me soplaste por eso parpadeé. - me defendi, pero era inútil. Él había logrado estar mucho más tiempo que yo sin parpadear.
-Jueces... ¿Quién gano?
-¡Tú! - anunciaron mi derrota al unísono.
- Está bien - dije cabizbaja - ¡La respiración! -dije haciéndolo enderezarse, los tres una vez más rieron - Jueces cuenten.- ¡Uno, dos, tres! - al escuchar el 'tres' tomé todo el oxígeno posible para llenar mis pulmones y mis mejillas. Claudio movía sus cejas tratando de hacerme reír, lo estaba logrando, pero si mi competitividad no fuera tan grande lo hubiera logrado por completo.
- ¡Emi pareces un tomate! - Mariana dijo retorciéndose de la risa. No aguanté más y solté todo el oxígeno y comencé a reír.
- ¡Dios! - enunció Claudio al mismo tiempo que respiraba agitadamente - ¡Y te volví a ganar! -frunci mi ceño. Ni siquiera con Piedra, Papel o Tijeras había logrado ganarle - ¿Ahora quién sigue contra mi? - preguntó y de
inmediato ambos niños saltaban por ser el siguiente competidor.Pasamos toda la tarde entre juegos. A pesar de la forma dura de ser de Claudio, dentro estaba la persona más juguetona y cariñosa del mundo.
Terminamos de cenar y Mariana y Pablo se levantaron dispuestos a ayudarme a levantar platos. Ya que Clau prácticamente había huido. Miré sobre mi hombro logrando ver el reloj de pared. Nueve de la noche.
- Yo me encargo - les dije - Suban, un baño y a la cama ya es tarde - ambos asintieron con la cabeza y se acercaron para despedirse de mi con un beso en la mejilla.
Como siempre salieron corriendo por las escaleras.
Tomé los platos y los hice una pequeña torre, los llevé hasta la cocina, tiré en la basura los restos que habían en los platos y los puse en el lavabo. Una vuelta más y tomé los vasos, y la mesa quedó como si nadie hubiese comido ahí.
Ya con todo en el lavaplatos ahora si comencé a enjabonar todo. Terminé y abrí la llave para enjuagar todo cuando sentí que se apoderaban de mi cintura. Me estremecí levemente y escuché la risa de Claudio.
- Siempre te retuerces así - susurró en
mi odio. ¡Que romántico eh!- No me retuerzo, sólo los gusanos lo hacen. - ambos reímos.
Se cambió a mi lado y comenzó a secar los platos que iba dejando en la barra. En menos de cinco minutos los platos y vasos ya estaban secos y en su respectivo lugar.
Terminé de acomodar el último plato y una vez más sentí sus manos en mi cintura. Pero ésta vez me giró rápidamente y me alzo para sentarme en la barra. Riendo velozmente pasé mis brazos por su cuello. Tenía la cabeza hacia atrás para poder verme ya que había quedado unos cuantos centímetros más alta que el.
- Gracias Emi - dijo mirándome a los ojos en los cuales gustosamente me perdí - Gracias por estar con nosotros - una de sus manos subió para acariciar mi mejilla.
-¿Es broma? - reí y ahora yo acaricié su mejilla - Gracias a ti por hacerme sentir como en una familia, por darme ese cariño.
- Te amo - susurró antes de unir nuestros labios de la manera más dulce existente en la Tierra.
-Te amo más - dije separándome solo milímetros de sus labios - Y en eso si no me ganas... - sus manos se fijaron en mi cuello y me atrajeron una vez más a su boca.
El beso iba tomando poder conforme los segundos pasaban, cosa que no me molestaba en lo absoluto. Me dedicaba a jugar con su nuca mientras que el acariciaba mi espalda por debajo de la blusa.
Nuestros labios se movían a un perfecto compás, no había nada que me gustara más que esto, por nada del mundo cambiaría sus labios, por nada del mundo cambiaría estos momentos.