Herz eines Dichters

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Un desastre... una maldita pesadilla de la cual ya quiere despertar y saber que nada haya pasado, que simplemente todo fuese una oscura ilusión, cosa que realmente no lo era. Todo era la cruel realidad, tan dura y triste.

TN estaba destrozada, abrazando fuertemente al cuerpo de su difunto amigo, quien, cuando estaba vivo, era lo que la hacía feliz, pero ahora que estaba sin él, realmente no sabía qué hacer.
Se sentía muy sola y vacía en ese momento, sin siquiera ganas de vivir, pues él era su mejor amigo.

-¿Por qué nunca me di cuenta? Hubiera hecho lo posible para enamorarme de él, y así nada de esto hubiera pasado. Y-yo solo creía que jugaba.

Dijo la más alta mientras lloraba amargamente en silencio, simplemente, abrazando al cuerpo, que poco a poco se hacía más frío.

-No estu culpa. Nadie puede forzar al amor.

TN lo miró con extrañeza, e incluso, un poco de ira al escuchar esas palabras llenas de razón, aunque con mucho dolor.
Mientras tanto, Reich, al ver la cara de TN, decidió explicarse mejor, pues no quería ahora un nuevo problema por una mala interpretación.

-No es culpa de nadie.
A veces, la vida trae distintos destinos.

La mayor bajó la mirada nuevamente, reflexionando aquellas palabras, que por más que quisiera decir que no, realmente tenían razón, sin embargo, eso no lo hacía menos doloroso.
Necesitaba tiempo para procesar todo lo que estaba pasando, pues era algo demasiado fuerte y doloroso para ella. Por más criminal que fuese, tenía sentimientos.

TN simplemente se paró, agarrando con muchísimo cuidado el cadáver del ecuatoriano, para ir, como si estuviese hipnotizada, hacia la puerta, con pasos lentos y aterradores ruidos que la acompañaron hasta lo profundo del bosque.

Third Reich solo veía algo confundido y apenado hacia la puerta de la habitación, saliendo de ese trance a los pocos segundos al recordar la carta que Ecuador había escrito, así que buscó con la mirada, para después agarrar la carta que estaba en el piso y leerla. Vaya sorpresa que se halló en esas palabras allí plasmadas.

-N-no puede ser...

Susurró el nazi asombrado, al leer y darse cuenta de que al parecer, si; TN correspondía su amor, como tanto había deseado, aunque eso, le hubiera costado muy caro a Ecuador, al llegar a la misma muerte por ese tan grande amor que le tenía.

Reich soltó consternado el papel, y, como si su vida dependiese de ello, fue a buscar a su amada TN sin siquiera importarle que peligro corría. Ahora solo ella importaba.

(...)

-Si, iré para allá

Dijo México afligido al escuchar por el teléfono como su gran amigo había fallecido de una manera tan triste, y con una grande agonía en su frágil corazón, que según el mexicano, era uno de poeta

-Aún recuerdo como él me mostraba todos los poemas que le escribía a TN cuando la luna estaba llena. Era tan tierno.

Habló al aire, mirando la luna pintada en su habitación, que ahora estaba llena de dolor, para después mirar un papel, en el cual estaba plasmado uno de los poemas que Ecuador escribió alguna vez.

-Amor añejo.

Suspiró el mientras leía en voz alta el antiguo poema.

"Yo ya no puedo más
Para no sufrir
Por no hacerte feliz
Con este amor añejo.

Quisiera algún día
Calmarte con mil besos
Con mis fríos labios
Y mi amor perpetuo.

Si es que alguna vez
Tu sabrás que te quiero
Que sea tal vez poco
Aunque es lo único que tengo.

Yo ya no puedo más
Para no sufrir
Por no hacerte feliz
Con este amor añejo."

México no pudo leer el resto, pues estaba demasiado triste por su muerte, e incluso, llegó a enojarse, culpando a TN de su muerte, creyendo que si ella hubiera estado con él, todo habría cambiado.
Sin embargo, al pensarlo mejor se dio cuenta que realmente nadie era el culpable, que simplemente era la enfermedad de un amor con la infinita agonía mortal.

(...)

Era un momento lluvioso y triste, tan nublado y oscuro para ambos criminales, quienes veían tristes el cuerpo ya enterrado de su mejor amigo.

-No debió morir así. 

Susurró México con amargura mientras veía llorar a TN en silencio, completamente desolada al ya no tener a su compañero de vida a su lado, como tanto quería, que estén juntos para siempre. Lástima que la muerte llegaría, estropeando todo lo que tenían por delante.

Mientras tanto, Reich los miraba desde lejos, bastante desconsolado; no por Ecuador, sino por TN, pues era su gran amor, y no podía soportar que ella estuviese sufriendo de esa manera tan injusta.

Él entonces se acercó con cuidado a TN y le tocó el hombro con suavidad, llamando la atención de la más alta, quien lo miró con ojos cansados y lúgubres, con tanto dolor en su corazón ahora roto, sin darse cuenta de que México ya se había ido para dejarlos solos.
Sabía bien que hacía.

-Gracias por apoyarme, Reich.

Dijo suavemente, mientras lo miraba con amor.
TN había sonreído, mirando al alemán de esa misma manera enamorada, para después abrazarse con amor, dándose un dulce calor en medio de la cruda madre Muerte.

-Te amo...

Confesó por fin el de esvástica, sosteniendo delicadamente las duras mejillas de su amada TN, para después darle un tierno beso lleno de amor.

Extrañamente, el clima había cambiado radicalmente, pues el sol de la tarde había salido, y ninguna nube o gota de lluvia volvieron a aparecer, dejando una bella calidez en el ambiente; un atardecer espectacular, con miles de tonos rosas, naranjas y un límpido blanco. Parecía una dulce película de amor.

Y, como si fuese un milagro, un colibrí tricolor, justamente con los mismos colores de la característica bandera ecuatoriana se hizo presente, revoloteando por todo el lugar, parándose finalmente en la tumba de Ecuador, agarrando un bello lirio blanco en su fino pico negro, para volar hasta la cabeza de TN, dejando la delicada flor enredada en su cabello, mientras esta besaba al amor de su vida.

Quizá haya sido muy rápido aquel proceso, sin embargo hay que ser sinceros: Ellos en el fondo eran dos almas inocentes que sólo deseaban tener amor en algún momento de su vida, consiguiendo aquello que tanto deseaban en el otro.

Ahora ya nada importaba.

Sólo era un amor de invierno.

Y lo más irónico, todo iniciando con una extraña fobia, la cual se convirtió en profundo amor, tan sincero y dulce.

Ahora ellos eran uno solo, un solo corazón.

"Un corazón de poeta".

Fin

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