Decidió que toparse con Harry en un momento al azar de su día, era todavía mejor que sus citas tácitamente programadas en el restaurante. Eso si es que podía llamarle cita a sus encuentros... Y ciertamente no podía.
Sin embargo, incluso aquellos memorables momentos se veían insulsos ante estas inesperadas coincidencias. Porque si bien adoraba tener a Harry en sus brazos, él sabía que —en teoría—, no existía algo más que lujuria en el acto. Era casi una farsa.
Observarlo en circunstancias inesperadas, en cambio, le daba una extraña sensación de cotidianidad. Elevaba sus esperanzas de tenerlo en otro aspecto de su vida. Superaba con creces a sus fantasías anteriores de vivenciar una situación como esta.
Le resultaba asombrosa la posibilidad de ver la forma en que Harry actuaba frente a los demás. No era difícil descubrir que el accionar del hombre se veía modificado dependiendo de si se sentía observado o no.
Parecía confundido allí de pie tras una ansiosa niña intentando persuadir a su madre de hacer alguna compra. Su cuerpo se balanceaba despacio, recargando la mayoría del peso sobre su pierna derecha mientras la izquierda se hallaba ligeramente flexionada. Tenía el ceño fruncido y su labio inferior presionado entre los dientes. Sus manos se aferraban suavemente al vacío canasto de compras que sostenía.
Era imposible para él definir si se veía tierno o sexy, porque definitivamente aquel rodete en su cabello lo convertía en la criatura existente más deseable y encantadora al mismo tiempo.
Harry debió sentirse observado, porque enseguida volteó el rostro y escaneó el lugar con su mirada. Cuando reparó en él, sonrió ampliamente y no tardó en comenzar a caminar hacia su encuentro. Sus pasos eran lentos, pero decididos.
—¿Sabes? Acabo de descubrir que estamos cerca de la navidad —bufó Harry cuando su cabeza chocó con una extraña decoración navideña que colgaba sobre ellos.
—Y veo que todavía no has descubierto qué comprar —rio Louis, señalando con un gesto la falta de mercancía en su canasta.
—Oh, venía por mi almuerzo, pero no suelo hacer las compras aquí y no sé dónde están las cosas. Cuando creí hallar el pasillo adecuado, la niña parecía no querer moverse hasta obtener su helado.
—¿Qué tipo de almuerzo era ese?
—Uh, comida congelada —sus mejillas se tornaron rosadas. Louis no podía explicar cómo era que aquello acentuaba su belleza.
—Sígueme —incitó, guiándolo hacia el camino adecuado.
—Entonces, ¿siempre consumes esa cantidad de salsa de chocolate en tus comidas? —preguntó un risueño Harry.
Louis se detuvo frente a las heladeras con alimentos precocidos, girando confundido hacia Harry.
—¿A qué te re... Oh —se interrumpió a sí mismo al recordar su compra—. El proveedor de mercancía las olvidó por completo, eran esenciales para el postre en el menú de hoy.
Harry asintió con una media sonrisa de labios cerrados mientras centraba su atención en los productos disponibles. Louis sintió que debía rellenar el silencio.
—Niall estuvo al borde de un ataque hasta que me ofrecí a venir por ellas —prosiguió—. Niall es mi mejor amigo, ya sabes, aquel al que mi jefe echó junto a mí. Es gracias a él y sus cualidades como chef que hoy tengo trabajo y la cena hecha casi todas las noches —explicó, no muy seguro de por qué lo hacía ni de cuándo o cómo detenerse.
—Podría llegar a querer una porción de eso esta noche —comentó Harry—. Dile de mi parte que su comida es magnífica.
Louis miró su perfil mientras Harry estudiaba diversos tipos de pizza congelada. Deseaba poder pararse tras él, abrazar su torso y depositar un cálido beso en la suave piel de su nuca.
Quería entrelazar sus manos y divagar juntos sobre qué alimento era mejor para llevar a casa.
Lo inalcanzable de sus pensamientos golpeó un punto débil dentro de su pecho. Se vio obligado a juntar una gran bocanada de aire para aliviar la sensación de ahogo.
—¿De verdad no tenías idea sobre la proximidad de la navidad? —Indagó, intentando distraerse de sus pensamientos. Harry tarareó en afirmación al mismo tiempo que colocaba su elección dentro del canasto—. ¿Despiste o falta de interés?
—Falta de interés, si con eso quieres decir lo que yo digo como "no me gustan las navidades".
—¿Bromeas? —cuestionó entre sorprendido y ofendido—. Definitivamente es la mejor época del año.
—Ilumina mi mente, Lou —podría jurar que se trataba de un comentario sarcástico si no fuera por la dulce mueca en el rostro de Harry.
—El frío, posiblemente la nieve, los suéteres con divertidos diseños, el chocolate caliente, los especiales de televisión, la comida, la música, las luces de colores por todos lados, las decoraciones, los días en familia —enumeró con entusiasmo—. Vamos, no puedes decirme que lo odias.
—Suena bien —se encogió de hombros con timidez— Me alegra que esa sea tu versión de la navidad, Lou.
—¿Qué quieres decir? —musitó. Se impacientó cuando Harry se detuvo a observar un nuevo producto y se demoró en dar su respuesta.
—¿No crees que cuando deja de existir Santa, se acaba la ilusión? Y tú estás allí, todos lo están, sabiendo que quizá sería hora de dejar de hacerlo, pero no puedes dejarlo porque de alguna manera sientes que debes hacerlo, que es lo mejor —Los dedos de Harry recorrían la condensación en la superficie de los productos congelados—. Hay demasiada presión puesta en tener que ser feliz en esas fechas, ¿sabes?, pero nadie te enseña a lidiar con ello si esa no es tu realidad.
Tenía tantas preguntas, tantas dudas girando en su mente. Iba a cuestionar, pero Harry siguió hablando luego de relamer sus labios.
—Supongo que es como Disney, dejas de ser un niño y te das cuenta que nada allí es real, que los buenos no ganan, que los sueños probablemente no se cumplen y que precisamente los finales no son felices.
—Yo todavía veo películas de Disney —confesó cuando no halló más palabras en su interior ni descubrió la forma de decirlas a todas ellas en el pasillo de un supermercado.
Sabía que debía objetar, pero no tenía con qué. Al menos no hasta saber qué llevó a Harry a tener esos pensamientos, porque estaba seguro que algo lo había causado.
Se preguntaba si algún día podría saberlo.
Harry sonrió con la cabeza ladeada.
—¿Quieres que te alcance al restaurante, Lou? Estoy con el auto —ofreció, dejando atrás su conversación.
Louis asintió, olvidando cuáles eran sus pensamientos.
—La sirenita siempre fue mi favorita —añadió Harry minutos después, cuando se hallaban cargando la mercancía en su auto.
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Yo sé que no actualizo seguido, pero tampoco pasa taaaaanto tiempo...mi pregunta es ¿Wattpad se actualiza cada dos horas o cómo es?
Necesitaba escribir, y ya que tenía algo escrito decidí que podía publicarlo, de todas formas no le queda mucho a esta historia para que termine, por lo cual creo que sí la voy a terminar después de todo.