Vacío, era el único sentimiento que llenaba su mente.
Aumentó la velocidad por cuarta vez, obligando a sus piernas a moverse con mayor energía. Llevaba una hora corriendo sobre la caminadora y estaba seguro que no importaba cuánto tiempo permaneciera allí, de todas formas nada iba a suceder. No iba a llegar a ningún lado.
La inhalación brusca de aire terminó en una dolorosa punzada bajo sus costillas. Su tórax se dobló hacia delante al mismo tiempo que los músculos de sus brazos dejaron de funcionar, fatigados de golpetear un saco de boxeo con anterioridad.
Colisionó sobre el gastado suelo de madera. Cerró los ojos, permitiéndose perderse en la reconfortante sensación de agotamiento y la melodía sonando en sus oídos.
Descubrió hace mucho tiempo que su cuerpo había adquirido cierta tolerancia al dolor, todo lo que necesitaba era acumular el daño en un solo lugar, trasladar el sufrimiento interno, psicológico, hacia el exterior y transformarlo en agonía física.
Era más llevadero de esa manera, creía. El efecto devastador obtenido luego del esfuerzo era reparador. Las ideas parecían abandonar su ser, se adormecía cada partícula que lo componía y lograba obtener paz.
Sin embargo, resultaba cada vez más difícil de lograr. Podía pasar mañanas, días y noches enteras esforzándose, lo único que conseguía era agravar su abatimiento.
La armonía conseguida no era eterna y él lo sabía.
Una sacudida lo devolvió a la realidad. Desconectó sus auriculares y se incorporó.
—¿Estás bien, Harry?
El entrenador del gimnasio se erguía sobre él, confusión proyectándose en su rostro.
—Sí, bien —se aseguró que su inclinación de labios se asemejase a una media sonrisa.
Se convenció de estar loco al realizar aquel tipo de ritual diariamente. Ejercicio, ducha y caminata. Lo dejaba tranquilo saber que no era solamente él quien recurría a las mismas actividades para sentirse mejor. Le preocupaba no hallar otra cosa que produzca el mismo bienestar; más bien, lo alteraba saber que le temía a todo aquello que podría hacerlo sentir bien. Estaba seguro que acabaría por acostumbrarse a su rutina, el consuelo brindado ya no sería suficiente y... ¿Entonces qué?
Como un acto reflejo, sus agotadas piernas recorrieron inconscientes el camino que estaba acostumbrado a realizar en auto. Estuvo al tanto de su destino cuando divisó una conocida figura a la distancia.
Acomodaba mecánicamente bolsas de basura sobre un gran contenedor. Se acercó con cautela y se posicionó tras él cuando logró aproximarse lo suficiente.
—Hey, Lou.
Louis volteó sorprendido. Luego lo evaluó con desconcierto.
—Hey, creí que no vendrías.
Los ojos de Louis lucían de un azul grisáceo en la oscuridad de la noche. Harry quería estirar su mano y hacer a un lado su sudoroso flequillo. Quería refrescar con sus fríos dedos la calidez en sus mejillas, arrebatadas por el cansancio acumulado de todo un día de trabajo. Quería borrar con sus labios la mueca inexpresiva en su rosada boca.
Louis era tan hermoso, él debió habérselo dicho en cada oportunidad que tuvo.
Deseó tanto poder haberlo dicho.
—Estaba entrenando —refugió ambas manos en la seguridad de sus bolsillos, con temor de no ser capaz de retener su impulso.
—¿Entrarás a comer?
—Yo... no vine por comida, en realidad.
No sabía por qué estaba allí, si tenía que ser completamente honesto.
—Oh —Louis desvió su mirada hacia las baldosas a sus pies. El gesto le hizo comprender lo que había dado a malentender—. Sobre eso. No creo poder hacer esto más, Harry.
La nueva puntada que obtuvo al juntar aire lo descolocó. Se preguntó si había conseguido dañar sus costillas de alguna forma, aunque intuía que el ejercicio no tenía nada que ver en su dolor.
Lo confundía su asombro ante la confesión, no es como si él no hubiera pensado en ello con anterioridad cuando Louis le preguntó sobre estar con alguien más. Sabía que esto sucedería, que era así como acabaría. No lo culpaba por querer dejarlo, él también se dejaría a sí mismo. Le extrañaba que el hombre no lo haya dejado hace tiempo, se merecía algo mejor. Harry se alegraba al saber que Louis finalmente había llegado a notarlo él mismo.
—¿Por qué luces tan aterrado? —sonrió, moviendo sus hombros para golpear suavemente a Louis. La realidad era que no toleraba ser el motivo de su inquietud. Necesitaba solucionar esto para él—. Está bien, Lou, lo entiendo. Puedes relajarte, no estás rompiendo con tu novio —bromeó, intentando en vano soltar una risa.
—Harry, yo...
—Lou, detente, no tienes que darme explicaciones —la mirada de Louis lucía un matiz indescifrable para él. No conocía qué era, pero lo asustaba en extremo. Él no deseaba oír lo que saldría de los labios ajenos. No podía escuchar el rechazo en la misma dulce voz que había sabido brindarle calidez y estabilidad—. Me iré ahora, debo llegar a casa a pie. Cuídate, Lou.
Su pulso palpitaba con necesidad, pedía más desgaste o más del alivio producido al desgastarse. No estaba seguro y tampoco quería estarlo.
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Ya sé que es corto y asqueroso, es necesario que así sea. Bueno, no la parte de asqueroso, pero no puedo hacer nada contra eso...
Queda un capítulo y el epílogo, lo cual me hace sentir bien y mal al mismo tiempo.