Una sombra encantadora y aquel típico sonido de su voz lo habían hecho suspirar de alivio aunque su cuerpo aún estaba tenso por el angustiante momento.
Sin dudas ver al mayor entrar por esa puerta lo hizo recobrar fuerzas, y enfatizando aquella sensación, limpió sus lágrimas e intento mantener la calma.
El castaño hipnotizaba al rubio con tan solo su sonrisa tan brillante y encantadora como la que había conocido cuando eran solo unos niños chocando en el patio de su colegio.
La mano del chino posandose en sus suaves hebras doradas, el como despeinaba sus cabellos y el dulce apodo "amor mio" hizo su corazón latir con fuerza y que sintiera adrenalina.
Cada vez que lo veía era igual, su cuerpo se adormecia, su mente se nublaba y empezaba a balbucear en un intento de saludarlo. Observando los delicados y armoniosos rasgos del ajeno, sonrió.
Era una obra de arte, capaz pintada por Da Vinci, capaz pintada por Van Gogh o seguramente fue Picasso. Era tan etéreo ante su mirada que su boca se mantenía abierta hasta que escuchó la risa ajena, avergonzandose.
— No te rías, maricón. — gruñó el menor.
Un golpe –paff– se escuchó en todo el cuarto, el de cabellos rubios lo había golpeado en el hombro. Las facciones del chino se desfiguraron y el ceño fruncido y una mueca de dolor abundaron su rostro.
— Mi pequeña lunita, que tan tierno y pequeño eres. — murmuró con sorna.
Se acercaba al menor hasta que sus cuerpos chocaron y lo envolvió entre sus brazos, sus manos posadas a la altura de sus costillas optaron por hacer presión a estás causando que el ajeno se retorciera entre sus brazos.
Quien los mirara notaria aquel brillo en los ojos de ambos, estaban fascinados el uno al otro y se notaba aquella chispa en la unión, esa cálida y armónica unión.
Porque sí, no solamente Jun era una obra maestra, pero Joshua también era una obra maestra a los ojos de Junhui.
Pero en realidad, ambos lo eran y porque fueron pintados para estar juntos, cada lenta y sutil pincelada era muestra de la pasión que habían sido pintados.
Porque su historia de amor no había sido pintada por cualquiera, había sido pintada por aquel prodigioso hombre que demostraba en cada una de sus obras, la belleza de lo abstracto, de lo diferente y del como se complementaba.
Porque Junhui y Joshua no eran iguales, pero aún así ambos lograban complementarse tan satisfactoriamente, que demostraban que eran el uno para el otro siempre que estaban juntos.