Nuestro mayor robo

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"Noticia de última hora: Se estima que el gran diamante turquesa proveniente del norte será puesto en seguridad máxima antes de volver a ser enviado a su lugar de origen"

Mientras leía eso en el periódico, el Sr Lobo dio un largo sorbo a su café matutino, inspeccionando letra por letra el anuncio de aquel nuevo día, que parecía estar proponiéndoles un interesante reto.

Un diamante turquesa con manchas verdosas y anaranjadas, una piedra preciosa que fue encontrada bajo el frío hielo (que se calculó que tenía un valor de aproximadamente ciento cincuenta mil millones de dólares), fue puesto inmediatamente bajo supervisión del gobierno y se prohibió siquiera ser visto por algunos miembros de la realeza, temiendo lo que estos harían con aquel poderoso objeto en su poder.

Sin embargo, el mismo echo de que fuera una piedra preciosa con un inigualable valor, hacía, precisamente, que el líder de una banda de ladrones no pudiera evitar mostrarse interesado en aquel maravilloso tono azul verdoso.
No podía permitir que se escapara de sus manos cuando lo tenía tan cerca.

Echó un vistazo a su alrededor; el resto del grupo ya se encontraba desayunando y hablando de cosas triviales e irrelevantes.

Dejó, pues, su taza aún medio llena sobre la mesa y se acercó a los cuatro, que le miraron con ojos interrogantes. Él lanzó suavemente el papel en el centro, llamando la atención de todos.

- Chicos, ya sé que vamos a hacer hoy - y sonrió, triunfante.

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-Me parece una pésima idea - soltó bruscamente el Sr Serpiente, con su habitual tono malhumorado.

-¿Por qué? Es literalmente la joya más cara y bonita que has visto y que probablemente verás en toda tu vida, ¿Qué hay que perder? - el lobo se mostraba algo insatisfecho con la reacción de su mejor amigo.

-Muy posiblemente el tiempo. Seguro que esa porquería no cuesta ni la mitad de lo que esos atontados digan. Además, ¿qué bonita ni qué mierda? Ese color parece vómito de ballena.

Bueno, algo de razón tenía. Digamos que no era el color típico que se solía mostrar en los diamantes con frecuencia.

-A mí me mola - contestó la pequeña arácnida con tono animado - y seguro que esos "atontados" a los que tú llamas tienen una mejor idea que tú sobre el coste, yo voto por ello.

El Sr. Lobo se alegró de esas palabras y sonrió ampliamente. Después fijó sus ojos en los demás, esperando también su aprobación.

- A mí me gustan las cosas brillantes y costosas, ¡y eso es brillante y costoso! - el más pequeño dio un salto y se colocó sobre el sillón, reforzando la idea de su jefe.

- Si todos estáis de acuerdo, yo no puedo decir que no - dijo el Sr. Tiburón.

Todos los ojos se posaron sobre el reptil que seguía sin abrir la boca. Al notar que estaba siendo acorralado por todos, dejó escapar un pesado suspiro y con voz irritada habló:

-Está bien - los otros cuatro empezaron a aplaudir y a reír - pero sólo por esta vez.

- Descuida, este será uno de nuestros mayores logros - señaló el lobo, presumido - Vale, este es el plan: la cámara de seguridad en la que se encuentra el diamante está muy protegida, tanto por láseres como por guardias y demás, Tiburón, tú te encargarás de camuflarte entre el personal y de llevar contigo a Redes. Ambos os instalareis en la sala de control y ahí tú - señaló a la pequeña araña - harás tu magia de hacker y desactivarás todas las posibles trampas que puedan haber por el camino. Después, Piraña; tu encargo será el de despejar los pasillos. No debes permitir que nadie nos vea ni sospeche de Redes y Tiburón. Serpiente, tú y yo nos arrastraremos por los conductos de ventilación y accederemos a la cámara en la que se encuentra el diamante, lo cogemos y nos damos el piro, ¿Alguna pregunta?

ᗷᑌᖇᗷᑌᒍᗩSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora