𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈

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Agosto había empezado, y con él, los nervios en la Mansión Dragonborn, pues la hija mayor esperaba impaciente su carta del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Vhagar, su abuelo, estaba feliz, ya que hacía tiempo que no veía a su nieta sonreír, y desde que la pequeña tuvo noticias de esta escuela no hablaba de otra cosa.

La niña leía su libro tranquilamente sentada en el sofá frente al gran ventanal, cuando una lechuza entró por la ventana. Silena, levantó su vista posando sus ojos oscuros en el animal que la observaba con la cabeza ladeada, y un sobre en su pico. La pequeña se levantó y agarró la carta, carta la cual identificó al instante por su sello, era su carta de admisión a Hogwarts. Una sonrisa se dibujó en su cara, y, tras alimentar al animal en forma de agradecimiento, salió corriendo al patio trasero, donde se encontraban su abuelo y su hermano pequeño trasladando al nuevo granian que había llegado a la reserva.

– ¡Ya ha llegado! ¡La carta! ¡Ya ha llegado mi carta de Hogwarts! – gritaba la pelirroja mientras corría hacia ellos.

– ¡Yo también quiero! – gritó el pequeño celoso.

– Ya te llegará, ya – dijo su abuelo riendo, mientras cogía la carta de las pequeñas manos de su nieta – bien, veamos – empezó a leer los materiales – vaya, necesitarás muchas cosas.

– Primero la varita – pidió la pequeña con ilusión haciendo reír a su abuelo.

– Mañana iremos a comprarlo todo al Callejón Diagon, pequeña impaciente, una vez allí ya veremos que compramos primero – tras esto, le devolvió la carta a su nieta, la cual no borraba la sonrisa de su cara, y siguió con su tarea. Por su parte, Silena fue a avisar a su mejor amiga de la infancia sobre el gran suceso.

Silena y su hermano pequeño, Nico, corrían de un lado a otro volviendo loco a su abuelo, quien, además de cargar bolsas, tenía que controlar a los pequeños para no perderlos

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Silena y su hermano pequeño, Nico, corrían de un lado a otro volviendo loco a su abuelo, quien, además de cargar bolsas, tenía que controlar a los pequeños para no perderlos.

– Niños, dejad de correr – pidió el hombre.

– ¿Dónde iremos ahora, abuelo? – preguntó la pequeña.

– Tenemos que comprar los libros – respondió señalando con la cabeza. Silena miró la dirección que señalaba su abuelo, encontrándose con un gran letrero en el que se leía ''Flourish & Blotts''.

– ¿Y mi varita? – preguntó con un puchero.

– Después, pequeña, después – respondió riendo.

Los tres Dragonborn entraron a la tienda haciendo sonar una campanilla en cuanto abrieron la puerta. La pequeña miró a su alrededor encontrándose con muchos otros niños en su misma situación. Tras dar un par de vueltas por el lugar, la niña, ya cansada e impaciente por tener en sus manos su varita, tiró un par de veces de la manga de su abuelo, y el hombre se giró a verla.

– ¿Queda mucho? – preguntó la pequeña con aburrimiento.

– Nos queda encontrar los libros: Mil Hierbas y hongos mágicos, El Libro Reglamentario de Hechizos, Una Historia de la Magia y ya – anunció el hombre leyendo el listado.

𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐁𝐎𝐑𝐍 || 𝓙𝓪𝓶𝓮𝓼 𝓟𝓸𝓽𝓽𝓮𝓻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora