ੈ♡. ONCE

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El rubio rodó los ojos y soltó una risita de costado restándole importancia al acontecimiento. Sabía que su novio era dramático a veces, pero sinceramente, reconocerlo y no meterle demasiada cabeza al suceso era ya un increíble avance.

El suceso en cuestión no ameritaba tanta ansiedad de su parte, a fin de cuentas.
Golden solamente había dicho una oración, una que desató el drama en el de ojos verdes.

"Haz lo que desees".
"Entonces, si te pones así, deseo irme, adiós", había sentenciado el mayor saliendo de la suite donde se hallaban.

Aproximadamente, media hora después, mientras el menor terminaba de darse los últimos retoques antes de partir hacia su camerino en el Estadio donde daría su siguiente concierto, el pelinegro entró y se recostó en el barandal de la puerta en lo que el rubio lo observaba a través del espejo.

— Pensé que deseabas irte — soltó el ojidorado sosteniendo otra risita — ¿que te ha traído de vuelta?

No puedo pensar todo el día nada más que en usted. Su recuerdo me atormenta. Perdóneme, adiós, ya me voy. Me iré lejos, tan lejos que jamás volverá usted a oír hablar de mí. No puedo entender la fuerza que, a pesar de todo, me ha arrastrado hoy a venir a verlo. Y es que no hay manera de luchar contra el cielo, no puede uno resistirse a la sonrisa de los ángeles. ¿Cómo no se va a sentir uno atraído por lo que es hermoso, encantador, adorable?

Cuando terminó de decir aquello, el sonrojo del de pecas era tan notorio que incluso de la lejanía en la prácticamente se hallaban, Puppet aguardaba el espectáculo con una sonrisa triunfadora pronosticando el color carmesí de su prometido porque sus orejitas estaban rojas, rojas como dos fresas.

— Yo no... — dijo sin poder articular una oración coherente. Conocía la cita, conocía el libro. La primera vez que lo leyó, no sabía si tener pena por la protagonista o desear que alguien le mencionara aquello ansioso de su presencia.

Golden se volteó, permitiendo a su pareja presenciar el rojo vivo de sus mejillas, no tan pálidas, pero aún así haciendo un contraste colorimétrico en su rostro frío-cálido-frío.

Puppet avanzó y lo abrazó, llenándole su caliente rostro de besos.
— Mi cara también se enrojece, pero no quema como la tuya — comentó acariciando las abultadas mejillas del menor — qué tierno. Sin duda — soltó un besito en la mejilla izquierda —, una obra del cielo.

— No sabía que podías recitar un párrafo de memoria — mencionó posando sus brazos alrededor del cuello del mayor. No era tanta la diferencia de estatura, incluso con un poco de plataforma podía sobrepasar a su pareja.

— No puedo; practiqué, si me permite usted la honestidad — rió —. No seré el fan número uno de Madame Bovary, pero no podemos negar que esa cita es hermosa, más si el nombre de mi abuelo es en honor a aquel sujeto.

— Muy sabia tu bisabuela — dijo.

Ambos aún tenían algo de tiempo para darse múltiples besos y muestras de afecto, al menos en privado, pues en público eran otra cosa. Para los "aesthetic" de internet, eran el millonario romántico en búsqueda de una cara bonita a la que amar, y el artista melancólico bonito dispuesto a dejarse amar por unos millones. Nada más fuera de su realidad. En realidad eran dos románticos perdidamente enamorados el uno del otro, no muy demostrativos de afecto físico en público, pero sí llenos de actos. Eran tan románticos ellos, que una "pelea" que de pelea no tenía nada, sino más de broma y juego, podía terminar en besos, abrazos y una cita que un joven Derian alguna vez deseó oír de algún amante hacia él en el futuro.

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