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Un par de nudillos ensangrentados

Un par de nudillos ensangrentados

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La voz de mi madre con sus comentarios cargados de preocupación llegaban a resultarme exasperantes.
Aún cuando mi padre hacía todo lo posible por calmar su estado de ánimo.

Comencé a masajear mis sienes para deshacerme del dolor de cabeza que me estaba causando escuchar sus continuas quejas. Casi grité de la emoción cuando nos encontramos a Lily y a su familia cerca de la entrada del campus, la abracé exageradamente y ella se echó a reír.

—Vaya, y eso que sólo teníamos un día sin vernos. – Se burló de mí en cuanto la solté.

Me reí nerviosamente a la vez que saludaba a sus padres con la mano y ella hacía lo mismo con mi familia.

—¿Por qué no vamos todos a conocer el resto del campus? – Le pregunté en voz alta.

Mi madre, quien se había quedado callada al ver a Lily, torció el gesto en desaprobación. Fingí no haber visto aquello y les dije a mi familia que se apresuraran para ir todos juntos, pasando así la siguiente hora recorriendo las instalaciones del campus, – o al menos la mitad de ellas – cuando nos dimos cuenta de la hora, mi madre ya había olvidado el incidente de la pelea que sucedió frente a las residencias, así que se dispusieron a marcharse de mejor humor.
Los padres de Lily y los míos se despidieron de nosotras con abrazos, besos y sonrisas tristes, aún cuando repetimos en varias ocasiones que sólo estábamos a una hora de casa.
Pero aquello no parecía entrarles en la cabeza a mis figuras paternas, o a las de Lily.

—¿Cómo harás con tu auto? – Preguntó Lily cuando los autos de nuestros padres se alejaron.

Me encogí de hombros, mientras comenzamos a caminar de regreso a nuestras respectivas residencias.

—Le pediré a Ethan que me lo traiga, ¿Qué hay del tuyo?

—También le pediré a Ethan que lo traiga. – Sonrió.

Rodé los ojos y la empujé con mi hombro mientras caminábamos de regreso a las residencias.
Los zapatos me estaban matando, podrían ser sólo tacones bajos pero eran más que molestos. Quería cambiarme y pasar el resto del día desempacando y convirtiendo parte de mi habitación en un lugar más o menos reconfortante.

—Deberíamos ir a pasear por el área para hacer ejercicio, escuché que las piscinas son enormes, o podríamos ir a las bibliotecas, sé que eso te gustará más aún. – Me empujó en broma con el codo y yo sacudí la cabeza.

—Quizás más tarde, aún tengo mucho que desempacar. – Recordé las tres maletas que había dejado en mi habitación y torcí el gesto.

La rubia a mi lado hizo un puchero, dejando ver así lo grandes que eran sus labios, me reí por lo graciosa que se veía actuado como una niña pequeña.

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