Siento un fuerte tirón en el cuello y me lo toco con una mueca de dolor, muevo mis extremidades un poco y las siento tensas, estiro las piernas y mis músculos se contraen en señal de dolor por todo el tiempo que he estado sentada en el piso frío.
Me tallo los ojos con las palmas de mis manos y escucho unos pasos que se acercan. Levanto la vista y ahí está Bruno, caminando con gesto sereno, pero para alguien que lo conoce de mucho tiempo como yo, puede ver por la manera en que mueve las manos sobre el vaso de café, que esta inquieto.
Seguro te va a dar un calambre si sigues ahí — inquiere en un tono casi marchito.
— Demasiado tarde, ya me dieron unos 4 — trato de agregar un poco de picardía al momento, pero no lo consigo.
Joaquín regresa por un pasillo mientras guarda su celular en su bolsillo, por la manera en que sus labios se aprietan sospecho que esa llamada solo trajo malas noticias.
— Sus padres no están en la ciudad, los intente llamar, pero no contestan — al escuchar eso me tomo mi frente e intento calmar mi ira.
— ¿Por qué lo hizo? — suelto sin esperar respuesta. — Pensé que ya habíamos pasado todo este proceso, pensé que ella estaba mucho mejor.
— No le va a pasar lo de la última vez — me asegura Bruno.
— Ella ya nos ha demostrado antes que es más fuerte de lo que parece — agrega Joaquín.
Noto que Germán apenas se mueve de su lugar, pero no digo nada, sin embargo, sé que en su rostro está marcada la culpabilidad.
Miro hacia la puerta del cuarto de Lea, como si esperara que ella saliera en cualquier momento y nos dijera que todo eso fue una broma pesada, porque incluso aunque fuera una broma de muy mal gusto, yo la abrazaría y le diría que me alegra enormemente que ella no se volviera a meter esas mierdas que tanto daño le hicieron antes.
Pero Lea no aparece.
Pasan las horas y el reloj marca que ya es de madrugada cuando un doctor aparece frente a nosotros.
— ¿Señor Toledo? — pregunta al pasillo esperando que alguien le responda mientras sostiene un portapapeles, en el instante todos nos giramos hacia él.
— Soy yo — miente Joaquín.
— ¿Y usted es? — el doctor lo mira como si dudara de su identidad.
— El hermano de Lea Toledo — le responde el rubio sin titubear.
— De acuerdo, la señorita Toledo esta estable y de hecho acaba de despertar, le estamos haciendo algunas preguntas... — el doctor comienza a hablar en un término más científico pero lo importante es que al terminar, agrega: — en unos 20 minutos podrán entrar uno por uno para no agobiarla.
Nos dedica una sonrisa que parece más una mueca y se gira dispuesto a entrar de nuevo en la puerta que esta justo detrás de él.
— Germán debería entrar primero — propone Joaquín, — él es el más tranquilo de los cuatro y seguro es el que menos la va a agobiar, ya saben, en cuanto nos vea a nosotros se va a dar cuenta de que estamos realmente preocupados.
— Yo no quiero entrar aun — confieso de pronto, — me pondría a llorar al instante, agobiándola, Joaquín tiene razón, Germán es el que más se controla sentimentalmente, que él valla primero.
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R, pero no de amor
Novela JuvenilMuchas veces los miedos e inseguridades se esconden detrás de una barrera que no quiere ser traspasada, pero ¿el amor genuino es un sentimiento mayor a todo esto? Uno no puede negarse a sentir cuando todo indica que está bien, cuando todo parece est...