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— “ Vamos mi pequeña florecita, aprieta el gatillo ”
— “ Mi linda florecita, serás grande a mi lado, estaremos en la cima juntos ”
Masticaba el palito de la chupeta que había comido hace algunos minutos, caminaba por las oscuras calles de Gótica con una mano en el bolsillo de mi suerte y la capucha protegiendo mi cabeza de los rastros de algunas gotas de lluvia.
Atravesé el viejo callejón y llegué a ese detestable sitio, toque varias veces la puerta mirando a mi alrededor.
— ¿Quién eres tú? — Pregunto ese hombre que una infinidad de veces había visto, y seguía sin reconocerme.
— Soy yo ¿Acaso te olvidas de los amigos fácilmente? — Me vio de arriba a bajo y cerró la puerta en mis narices, que sensación más fea, pasaron algunos minutos y regreso acompañado de su gemelo.
Nunca he diferenciado a estos gemelos.
— Vengo al club, Tengo que ver a alguien.
— No lo creo, tenemos ordenes de no dejar pasar a nadie más.
— Vamos chicos, ya me conocen, voy al “club” rápidamente — Recalque la mención del club para que pudieran entender sin hablar de más, ambos se vieron unos segundos y seguidamente se apartaron para dejarme pasar.
— Gracias, muchachos — Camine por los pasillos del escandaloso club, habían demasiadas personas, la música estaba muy fuerte y los olores a cualquier sustancia eran increíblemente fuertes, esto no había sido una buena idea.
Mi respiración comenzó a acelerarse y movía los dedos de mi mano izquierda sin tener control de ellos, siempre desprecie este ambiente por más que lo experimenté.
Gracias a Dios, llegué al elegante ascensor y recupere la calma al estar más tranquila, no me gustan los ascensores pero era mejor que nada, llegue a mi destino y camine entre las importante personas que estaban por el club de abajo, famosos, políticos, oficiales, etc.
Camine algunos minutos hasta llegar a una zona privada donde ya era conocida por algunos empleados y matones de los alrededores, hasta que lo ví sentado tomando de una copa.
— ¡Bienvenida cariño! Los gemelos me dijeron que venías — Me hablo con una hipócrita alegría.
— Ahórrate tus palabras, Oz — Le hable con firmeza recordando la razón de mi visita.
— ¿Qué te pasa? No te me-... — Se levanto molestandose.
— Silencio, Cobblepot — Guardando mi enojo para más tarde saque la pistola que traía escondida apuntándole, no se vio muy perturbado.
