Agosto 18, 1978.
Para JongIn, el verano en Chicago estaba siendo el mejor tiempo de su vida, y por mucho. Había visitado varios lugares nuevos que consideraba exóticos, la relación con su familia nunca pudo ser mejor, los parques de diversiones eran alucinantes y la comida callejera era tan grasosa como deliciosa que no podía dejar de embarrarse la boca con todas las salsas que pudiera echarle . Pero, lo más importante de todo era que ese verano había conocido al chico más divertido y genial del mundo, quien hacía valer la pena todas sus escapadas del hotel en donde se estaba quedando con su padre y su hermana.
Era la primera vez que la familia Kim pisaba tierras extranjeras y se lo debían al trabajo de la cabeza del hogar, pues su equipo había logrado ser invitado a presentarse en uno de los clubes nocturnos más visitados del momento.
Provenían de Suncheon, una pequeña provincia de Jeolla del Sur en Corea, y las cosas ahí, se podía decir, que no eran del todo avanzadas; comenzando por la ropa que usaba su gente y la música, oh, por supuesto que la música.
Kim JongIn no era el mejor cantante, pero cada vez que una buena canción sonaba en la radio, no podía evitar entonar a voz en cuello cada una de sus letras y a moverse al ritmo de lo que la melodía producía en su cuerpo. Sí, sus cuerdas vocales podían ser todo un fiasco, pero tenía unos pies de oro.
—¿Ya me vas a decir a dónde vamos?
KyungSoo se sujetaba muy bien de la cintura de JongIn, mientras este manejaba su bicicleta hacia una dirección desconocida.
—Lo sabrás cuando lleguemos —respondió enigmático.
—Me sacas de mi casa, tomas mi bicicleta y no me dices a donde vamos. Creo que debería considerar esto un secuestro, Kim.
—Oh, vamos, no seas exagerado. Tan solo te estoy dando un recorrido por la ciudad.
KyungSoo rio incrédulo.
—¿Por mi ciudad? —Lo vio asentir—. ¿Por qué siento que conoces Chicago mejor que yo?
—Quizá debas salir más de tu torre, Rapunzel.
Auch. KyungSoo debía admitir que no solía salir de casa tanto como los adolescentes de su edad lo hacían, todo por dedicarse al estudio y porque sus compañeros de clase no eran precisamente unas mansas palomas que tomaban solo soda en las fiestas. Además, de esa forma se evitaba soportar los típicos chiste básicos y xenófobos. Pero dejando eso de lado, KyungSoo conocía lo que tenía que conocer de su ciudad, ya que acompañaba a su padre a diferentes lugares y a su madre a comprar suministros para sus pasteles.
—De acuerdo, guía el camino. De todos modos, el timón ya lo tienes.
JongIn condujo sin prisa a donde sea que estuviese yendo. Ni siquiera entendía por qué KyungSoo confiaba tanto en él, al punto de seguirlo a ciegas, pero así era; y eso le hacía sentir una calidez en su pecho. Era loco pensarlo porque se conocieron durante ese verano, apenas dos semanas atrás; pero parecía que llevaban años juntos.
El agarre en su cintura se afianzó cuando pasaron por un bache, y pudo sentir el torso de su pasajero acercarse a su espalda. JongIn sonrió. Estaba deseando que el viaje durara más y se encontrara con más desniveles así, pero para su mala suerte, ya casi llegaban.
Desaceleró poco a poco frente a un parque de diversiones.
—¿Es aquí? —preguntó KyungSoo, bajando de la bicicleta y dándole un vistazo a la entrada—. Está cerrado. ¿No es este el que lleva cerrado casi cuatro meses?
—Eso explica por qué todavía funcionan algunos juegos.
KyungSoo abrió en grande sus ojos.
—¿Has entrado? —KyungSoo estaba sorprendido con la osadía de JongIn y se sorprendió aun más cuando este le dio una señal para que se acercara.
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Once upon a Summer [KaiSoo]
FanfictionEl verano de 1978, en un pequeño pueblo de Chicago, llegaba a su fin junto a la fascinante aventura de un amor pasajero entre dos soñadores. Los recuerdos serían inolvidables, pero tomar caminos separados era inevitable. En ese entonces, Do KyungSoo...