Capítulo 3 Suya

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¡Me acababa de hundir de la misma forma en que lo hizo el Titanic!

Estuve a punto de follar con el hijo de mi jefe, que además es el nuevo presidente de la empresa y para rematar... mi recién ascendido jefe.

¡Trágame tierra! ¡Esta vez la había botado de jonrón!

Había inscrito mi nombre en el libro del récor, como la primera empleada en la historia de la humanidad en haber transitado por una corta senda de éxitos laborales que transcurrieron en un breve lapso que no superó los diez minutos y durante el cual logró la sorprendente hazaña de ser promovida de recepcionista a secretaria de presidencia, pero cuya impresionante racha se vio truncada al ser despedida por zorra, por intentar follarse a su jefe en el elevador de su propia empresa.

Ahora en la cartelera de reconocimientos, en lugar de aparecer una estrella dorada y ser reconocida como la empleada del mes, sería condecorada con una A escarlata y con la mención honorifica de la zorra del mes.

¡Vaya bochorno!

Estaba conmocionada. ¿Cómo carajos iba yo a saber que el tipo del elevador era el jodido hijo de mi jefe? ¡Ni que fuera adivina!

—Encantado de conocerla, señorita Douglas.

¿Esto quiere decir que no voy a ser despedida?

Se levanta de la silla y se acerca a mí con su mano extendida, para que la estreche, pero dudo en hacerlo por unos instantes, al recordar la forma en que me sentí cuando lo tuve tan cerca de mí en aquel espacio tan reducido, temiendo que un solo toque suyo pudiera ocasionar un Armagedón, dentro de mi cuerpo. No obstante, recuerdo que es mi jefe y que le debo respeto o me echará de patitas a la calle sin ninguna contemplación.

Trago grueso y extiendo la mía y en el momento en que hacemos contacto, un escalofrío se desliza por mi columna vertebral, haciendo que lo suelte de inmediato. Lo miro a los ojos y puedo ver en ellos el mismo desconcierto que debe haber visto en los míos. ¿Ha sentido lo mismo que yo?

―Bueno, hijo ―por fortuna somos interrumpidos por su padre―, mi trabajo aquí ha terminado ―indica mientras se levanta de su silla―, todo lo que debías saber te lo he enviado por correo y cada una de tus dudas las aclaré por videoconferencia. Así que, entregado el testigo, es hora de retirarme para dedicarme por completo a disfrutar de mi matrimonio ―se acerca a su hijo y le da un fuerte abrazo, haciendo del instante un momento muy especial―. Te deseo toda la suerte del mundo, hijo, estoy convencido de que he tomado la mejor decisión y que esta empresa estará segura en tus manos, incluso, mejor de lo que estuvo en las mías.

―Gracias papá, ten por seguro que cuidaré de ella de la misma forma en que tú lo hiciste ―le devuelve el abrazo y le da un par de palmadas en la espalda―, ve y disfruta de tu vida con mamá, a partir de ahora yo me haré cargo de todo.

Se gira y antes de abandonar la oficina se aproxima a mí.

―Señorita Douglas, ha sido un placer para mí haber sido su jefe por algunos minutos ―sonríe con amabilidad―, pero desde ahora ese incordio que ve allí ―señala hacia el lugar en el que se encuentra su hijo, pero en cuanto miro en esa dirección me arrepiento, porque su mirada está concentrada en mí fijamente haciéndome temblar con su intensidad―, será su jefe inmediato, así que le pido le tenga mucha paciencia y haga todo lo que esté en sus manos para ayudarlo. Lo va a necesitar.

¡Madre mía!

―Por supuesto señor, Megalo, haré mi trabajo de la mejor manera posible, se lo prometo.

Asiente conforme con mi respuesta y luego se encamina hacia la salida, así que aprovecho la ocasión de seguirlo y escabullirme de esta oficina.

―Señorita Douglas, necesito que se quede, por favor.

deseos secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora