Capítulo 6 La última oportunidad

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Ver la oficina sola me devolvió la calma y la cordura. Habría sido la mayor metida de pata de mi vida, pero afortunadamente él fue el más consciente de la situación y se marchó antes de que todo se saliera de control.

Regreso al cuarto de fotocopiado y luego de respirar profundo al menos una decena de veces tratando de controlar la agitación que hay dentro de mi pecho, continúo con mi trabajo y una vez finalizo con las copias salgo de allí y las dejo sobre su escritorio.

Decido marcharme de la oficina e ir a almorzar fuera del edificio para despejar un poco mi mente. Necesito un poco de aire y tiempo a solas para pensar y darle un gran sermón a la chica lujuriosa que está empeñada con complicarlo todo. Me acerco a mi escritorio y luego de organizarlo y cerrar con llave, tomo mi cartera en el mismo instante en que el chico de los envíos se presenta con el almuerzo que pedí para mi jefe y para mí.

―Buenas tardes señorita Douglas, tenga su pedido.

Recibo los empaques y me despido del chico.

―Muchas gracias, eres muy amable.

Entro a la oficina y dejo el almuerzo de mi jefe en la mesa que está dispuesta frente al gran ventanal que ofrece una inigualable vista panorámica hacia la ciudad. Me detengo allí durante algunos minutos y disfruto del hermoso paisaje, imaginándolo a él detrás de mí, mientras me rodea con sus brazos por la cintura y me folla contra cristal.

¡Bendito sea Dios! Será mejor que salga de aquí antes de que mi mente lujuriosa vuelva a gastarme otra jugarreta.

Me alejo de allí rápidamente antes de que a mi jefe se le ocurra aparecer. Al salir, observo los alrededores completamente vacíos, señal de que todos mis compañeros se han ido a comer al workcafé. Instante después, diviso a la chica rubia de frenos rosa sentada en su escritorio como alma en pena, solitaria y con el empaque de su comida aun sin abrir.

―Hola Marí P ―le digo sonriente una vez me acerco a ella.

―Eh... ¡oh! ¡Alison! ¡Hola! ―responde emocionada cuando me ve y me regala otra de esas impresionantes sonrisas rosa que la hace ver más dulce de lo que es―, que gusto verte de nuevo ―repentinamente reacciona a la forma en la que la he llamado―. ¿Mari P? ¡Oh, cielos! ¡Me encanta!

Se acomoda los enormes lentes sobre el puente de su nariz que al parecer son muy grandes para su pequeña cara en forma de corazón.

―¿Ya almorzaste?

Es una pregunta retórica porque puedo ver claramente que su comida permanece intacta dentro del empaque.

―Eh... ―le echa un vistazo a la comida y luego, con un encogimiento de hombros niega restándole importancia al hecho de no haber comido, pero puedo notar por encima de su ropa que es un par de tallas más grandes de la que debiera usar, que está sumamente delgada―, no tengo apetito, es decir, no tengo tiempo para hacerlo... mejor me la llevo a casa y la como para la cena.

¡Santo Dios! Son demasiadas horas sin comer, con razón está a punto de desaparecer.

―¿Por qué no me acompañas fuera de aquí y comemos juntas? ―la invito con la intención de animarla―. Quiero ver otra cosa que no sea este ambiente aburrido y monótono y tal vez, echarles un ojo a los chicos hermosos de este lugar... uno no sabe con lo que se va a encontrar en esa jungla de especies hermosas y diversas.

Me observa incrédula por la invitación que acabo de hacerle, que por instante pienso que tal vez me escuchó mal y creyó que le había dicho que nuestro compañero de almuerzo sería Jamie Dornan, pero luego parece desinflarse y cambia sus gestos emocionados a uno de desaliento y pesimismo.

deseos secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora