Capítulo 9 ¡Mi último comodín!

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¿Enamorada?

No podía permitirme que un desconocido me desestabilizara de esta manera. Le di una mirada dura a la chica del espejo para hacerle saber que de ninguna manera le daría la oportunidad de joderme la vida.

Luego de pensarlo por algunos minutos me recompongo y le doy sonora bofetada imaginaria a la mujer melancólica y absurda que estuvo a punto de convertir un simple traspié en el gran drama de mi vida. Esa no era yo y definitivamente no estaba lista para que ningún hombre me viera derramar una sola lágrima por él.

—Pili... por favor ve a mi escritorio y busca mi bolso.

Por enésima vez se ajusta los lentes antes de afirmar con un leve movimiento de cabeza.

Luego de que sale del baño vuelvo a mirarme al espejo y apunto con mi dedo a la estúpida que con ojos de mapache me mira fijamente con cara de arrepentida.

—¡Óyeme bien, tú grandísima ilusa! —la reprendo con fuerza—, si piensas que un hombre como él se va a interesar realmente en una mujer como tú, será mejor que aterrices tus pies sobre la tierra y abras los ojos, porque hombres como él follan con mujeres de su mismo nivel y si eso no te hace efecto te vas a la farmacia y te compras un supositorio de ubícatex y te lo metes por el culo para que dejes de andar lloriqueando por los pasillos de tu trabajo haciendo el ridículo como una jodida Magdalena.

Finalizo la regañina con una mirada reprobatoria para que sepa que estoy decepcionada de ella.

Me lavo la cara para eliminar las manchas de rímel que hay debajo de mis ojos y espero a que Pili regrese con mi bolso para retocar mi maquillaje y borrar de mi cara cualquier rastro de llanto que me deje al descubierto delante de mi jefe.

La puerta se abre y veo a Pili entrar apresurada con mi cartera entre sus manos.

—Aquí tienes Aly —me extiende el bolso y luego de recibirlo lo coloco sobre la encimera del lavabo—. Él me vio tomar tu cartera y me preguntó a dónde iba con ella.

¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches! ¡No la escuches!

Me hago la desentendida, como si no hubiera escuchado lo que acaba de decir y procedo a maquillarme.

»Es un hombre muy guapo y demasiado sexy.

¿En serio? ¡Esta chica es peor que una tortura china!

La miro a través del espejo a punto de pincharme un ojo con la punta del delineador y le lanzo una mirada asesina para que entienda que sobre ese hombre no quiero saber nada más que no sea sobre asuntos de trabajo.

Baja la cara avergonzada al notar mi molestia y aclara su garganta antes de atreverse a decir la última frase.

―Me exigió que te buscara y te pidiera que volvieras a la oficina, que necesitaba discutir algo contigo.

¡Maldición! Pego un respingo con la noticia y restriego el pincel contra mi ojo manchándolo todo de negro. Lo dejo caer en el lavabo y me volteo con los brazos en jarra para exigirle que se detenga de inmediato.

―¡Oye tú jovencita! ―inquiero molesta―, ahora mismo vas a detenerte... ¿Acaso no entiendes que ese hombre es como la hiedra venenosa? ―cruzo los brazos sobre mi pecho mientras repiqueteo mi pie izquierdo repetidamente contra la baldosa―, es irritante y produce mucha comezón y si te rascas las ampollas se infectan, así que te recomiendo no enfrentarte a una situación como esa, lo mejor es mantenerse alejada para evitar su contacto y esta que está aquí ―le digo convencida―, ya aprendió la lección.

deseos secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora