Capítulo 4 Riesgos

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―¡Señorita Douglas!... ¡Señorita Douglas!...

Pe... pero... ¿Qué demonios ha sido todo eso?

―¿Se encuentra bien?

¡Cómo me iba a encontrar bien! ¡Acababa de soñar despierta teniendo sexo con mi jefe sobre su escritorio!

―Sí, señor, lo... lo siento ―aclaro mi garganta―, estoy bien.

Se queda observándome con sus ojos entrecerrados y por momento pienso que me ha pillado mientras lo hacía.

―Como le estaba diciendo, señorita Douglas ―me explica mientras toma lugar detrás de su escritorio―, quiero pedirle disculpas por lo que sucedió entre nosotros en el elevador ―esta vez no queda rastro del hombre peligroso que fue cuando estuvo encerrado conmigo en aquel lugar, ahora sus gestos son serios... los de un ejecutivo en funciones―. No quiero que lo pasó en aquel lugar se convierta en un chisme de pasillo para los empleados de esta empresa y mucho menos cuando es el presidente de la compañía el involucrado ―estoy totalmente de acuerdo con lo que dice, sin embargo, no puedo evitar la ligera sensación de dolor que estoy sintiendo en mi pecho―. Espero que acepte mis disculpas y que desde ahora en adelante nuestra relación se mantenga estrictamente en el plano laboral, como debió permanecer antes de mi inaceptable comportamiento. No es mi intención enfrentarme a una demanda por acoso laboral, así que le pido en forma reiterativa, que olvide lo sucedido ―exige inexpresivo―. No quiero que esta empresa se vea envuelta en un escándalo que siente precedentes negativos y perjudiciales durante mi gestión, así que aclarada la situación, le pido encarecidamente que no se haga mención bajo ninguna circunstancia de lo sucedido, me aseguraré de que no se vuelva a repetir.

Solo me quedo allí parada y sin saber que decir. Lo cierto es que a pesar de entender perfectamente a lo que se refiere, lo cierto es que lo que sentí en sus brazos durante esos pocos minutos, no lo había sentido con nadie más. No obstante, haré borrón y cuenta nueva, es lo mejor que puedo hacer.

―¿Disculpe señor, a que asunto se refiere?

Es mi manera particular de decirle que todo está olvidado y que nunca más volveré a recordarlo... eso espero.

―Gracias señorita, Douglas, puede retirarse.

Me doy la vuelta y cuando tengo mi mano puesta sobre perilla de la puerta, añade algo más.

―Y gracias por el café, estaba delicioso.

No digo nada. Abro la puerta y salgo de allí, antes de que mi próximo sueño despierta, tenga que ver con café derramado por mi cuerpo.

Me siento detrás mi escritorio, decidida a distraer mis pensamientos inquietos a cómo de lugar. Tenerlo como mi jefe cambiaba drásticamente mi idea de ir tras él para cazarlo, ahora tenía que poner el atlántico de por medio y el resto de los mares de ser necesario, solo para sacarlo de mi cabeza y calmar a mis hormonas alocadas que no estaban contentas por haber dejado escapar a su víctima más codiciada.

Me centro en la pantalla de mi ordenador y chequeo las actividades pendientes del día. Me organizo y comienzo a trabajar sin tregua logrando aplacar aquellos pensamientos inoportunos que solo me llevarán a meterme en problemas. Ni siquiera me percato de que el tiempo pasa rápidamente y de que incluso está cerca de dar el mediodía. Levanto la extensión para preguntarle a mi jefe si bajará al workcafé o si por el contrario debo encargar comida para él.

Me pongo nerviosa porque el tono de su voz me resultó tan delicioso y excitante dentro de aquel elevador, que incluso me hizo mojar y esa es la razón por la que ahora mismo no llevo las bragas puestas. Ser su secretaria y saber que está prohibido para mí, resultará una tarea titánica más no imposible, pero estoy dispuesta a resetear mi cerebro de ser necesario.

deseos secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora