Esta vez me enfocaría en lo que debía. No podía dejar que una distracción lograra perturbar mi labor en esta empresa. Tenía que tomar el control de la situación y convertirme en el hombre ejecutivo que lleva las riendas de este negocio.
Luego de haber visitado el baño por segunda vez consecutiva durante este día para masturbarme a nombre de mi nueva distracción... Alison Douglas, me encontraba más determinado y decidido que nunca. Era mi deber acabar con este asunto antes de que la situación se escapara de mis manos.
Estaba completamente convencido de que esta vez no habría nada que desviara mi atención del único motivo por el que me encontraba en este lugar. Era un hombre seguro de sí mismo y cuando se trataba de cumplir mi cometido no había nada que se interpusiera en mi camino hasta lograrlo y esta vez no sería la excepción.
Por supuesto, estaba obsesionado con ella, eso no podía negarlo, pero... ¿Quién no lo estaría con semejante belleza? Sabía que un capricho como ese podía satisfacerse con una buena follada y entonces pondría fin a esta tensión sexual que me mantenía corriendo hacia el baño una y otra vez. Esa habría sido la salida más lógica para acabar con ese pequeño problema y en otras circunstancias es lo que sin duda habría hecho, pero en este caso particular... la cura sería peor que la enfermedad.
Era hora de volver a mi oficina y retomar mis obligaciones. Solo que desde que supe que la tentación del elevador era mi secretaria y que la vería todo el día desfilando como la maldita diosa que era por toda mi oficina, no había manera de que me concentrara en lo que estaba haciendo. La imaginaba a cada instante desnuda y tendida sobre cada mueble de mi oficina follándola duro hasta que quedaran huellas por todo su cuerpo de mi presencia.
¡Joder! Esto será peor de lo que creía.
Estaba en problemas. A pesar de todas las consideraciones que había enumerado mientras me encontraba parado frente al espejo de aquel baño y conversaba conmigo mismo, lo cierto era que aquella retahíla de palabra que me había repetido en un sinfín de oportunidades me parecía insuficiente o poco efectiva, porque a medida que me acercaba a mi oficina mi corazón se iba acelerando.
Soy un hombre que disfruta plenamente del sexo, es una de mis adicciones más placenteras y si una mujer lograba captar mi atención iba tras ella y una vez que caía atrapada en mis redes, saciaba mi deseo hasta quedar totalmente satisfecho. Solo que en esta ocasión tal solución no era factible debido a que cojer con mi secretaria era lo que menos me convenía. Me mortificada la idea de que esta vez estaba obligado a contener en mi interior a ese monstruo lujurioso que se encontraba inquieto y anhelante de ella, pero estaba consciente de que no me podía permitir un desliz como ese que solo podría transformarse en un serio problema de catastróficas consecuencias. Sobre todo, porque Alison no era una mujer como cualquiera. Era una delicia de mujer, sensual, exquisita, tentadora, espontánea y lo peor de todo es que había logrado interesarme desde que le di esa pequeña probada y ahora moría por estar dentro de ella.
Desde hace mucho tiempo que una mujer no lograba satisfacerme por completo. Por supuesto, no me quejo de mi vida sexual. Había tenido mi cuota justa de mujeres, pero ninguna había logrado que perdiera la cabeza por ella. Me fascinaban las mujeres, eran mi maldita debilidad. Me moría por un coño caliente ―y que hombre no lo hace―, que envolviera mi pene con su piel suave y carnosa y me hiciera vivir momentos de placer inolvidable. Entregaba todo en la cama hasta dejarlas satisfechas. Consumía todo de ellas hasta que mi sed de sexo y placer, era saciado. Sin embargo, sentía un gran vacío dentro de mí que aún no se llenaba pese a la infinidad de mujeres que habían pasado por mi vida.
A medida que me acercaba, algo se iba agitando con violencia dentro de mi cuerpo. Sentía que en lugar de sangre era lava ardiente la que recorría mis venas y mis arterias. Mi pene se volvía a endurecer y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Estaba ansioso y emocionado. Las endorfinas actuaban por todo mi cuerpo como una potente droga que me hace sentir eufórico. Pero cuando llego a su escritorio y lo veo vacío toda la emoción se esfuma como arte de magia.
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deseos secretos
RomanceAlison Douglas está en la búsqueda del hombre perfecto para ella, ese que pusiera a revolotear las mariposas dentro de su estómago y que la hiciera sentir completamente diferente. Sin embargo, todas sus experiencias terminaban convirtiéndose en un g...