Capítulo 5 Mi gran dolor de cabeza

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Estaba incrédulo. La chica del elevador estaba frente a mí. Me negaba a creer que se tratara de la misma mujer a la que estuve a punto de follar dentro de aquel lugar. Esta vez sí que la había jodido por completo.

¿Cómo podría mantener mis erecciones controladas con semejante preciosura paseándose a diario por mi oficina?

Afortunadamente mi chaqueta era mi gran cómplice a la hora de cubrir mis erecciones, porque una vez que tomé su mano, me había vuelto a poner tan duro como lo hice la primera vez en que estuve encerrado a solas con ella.

Una vez que mi padre se fue y nos dejó a solas, sentía la necesidad de tomarla entre mis brazos y darle continuidad a aquello que habíamos dejado inconcluso, pero luego lo pensé mejor. Sabía que, si daba un paso en falso, el orgullo de mi padre que hasta hace poco confesaba, se transformaría en una gran decepción una vez se corriera el rumor de que, en mi primer día como presidente de esta empresa, había cojido con la nueva secretaria. Y por mucho que ahora mismo mi pene palpitara y se hinchara hasta el punto de poder hacer explosión en cualquier momento, sabía que no podía enrollarme con ella por muchas ganas que le tuviera.

Sin embargo y a pesar de todas mis profundas cavilaciones moralistas, no podía apartar mis ojos de su culo. Podía ver la forma en que ese magnífico par se movía al ritmo de su sexy caminar. Cada parte de su cuerpo congraciaba de forma inequívoca con aquella figura despampanante llena de curvas por doquier. Y esa pequeñísima cintura podía imaginarla apretada entre mis manos mientras impulsaba las caderas con todas mis fuerzas para hundirme dentro de ella una y otra vez.

¡Estaba condenado a una tortura infernal!

Tenía que poner distancia entre los dos desde ese mismo instante, o de lo contrario, en cualquier momento la tendría sobre mi escritorio y no habría ninguna excusa para detenerme sin antes haberla follado.

Esa mujer era puro fuego y una tentación para cualquier hombre. Tan solo mirarla era una provocación y una tortura para cualquiera que la saboreara y luego tuviera que abstenerse de comérsela.

¡Mierda! Esto no iba a ser nada fácil para mí.

Luego de poner las cosas claras entre ella y yo y decirle que cualquier situación más allá de la laboral estaba prohibida para nosotros, me quité un peso de encima porque al menos de esta manera ya no correría ningún riesgo y evitaríamos cualquier tipo de situación que pudiera meternos en problemas.

Afortunadamente ella estuvo de acuerdo, así que supongo que a partir de ahora todo estaría bien entre nosotros y podría olvidar sin ningún problema lo que había pasado entre nosotros.

Continué con mi trabajo, pero mis pensamientos estaban reacios a dejar atrás lo que había sucedido más temprano. Los recuerdos del momento en que la estuve tan cerca y escuché sus gemiditos se repetían constantemente dentro de mi cabeza, así que me estaba costando concentrarme en lo que estaba haciendo y no había nada que pudiera hacer al respecto.

No sé qué era lo que me sucedía con Alison, pero su osadía y la manera tan espontanea con la que me sedujo dentro el elevador, me había incitado como nunca y desde entonces moría por probarla. Saber que era mi secretaria me obligaba a mantener las distancias con ella, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar de la vista de tan exquisito entretenimiento mientras estuviera a mi disposición.

La extensión de mi teléfono suena repentinamente y en cuanto veo en la pantalla que es ella quien llama levanto de inmediato.

―Señor, Megalo.

¡Mierda! Solo escuchar ese tono de voz ronco me produce una maldita erección.

―Dígame, señorita Douglas.

Incluso pronunciar su nombre se siente delicioso.

―Señor, quería saber si necesita que pida su almuerzo.

Suspiro profundo y cierro los ojos y la imagino desnuda sobre el escritorio de piernas abiertas, servida como mi plato favorito o simplemente como mi dulce preferido.

―Sí, por favor... creo que será lo más conveniente, aún tengo mucho trabajo pendiente ―tal vez lo que voy a pedir sea una mala idea, pero necesito tenerla conmigo, aunque sea por algunos minutos―, por favor pida almuerzo para los dos, necesito que venga a mi oficina y me ayude con un trabajo que debo tener listo para el final de la tarde.

Ya buscaré algo en que ocuparla, por ahora me basta con disfrutar un poco de la vista y tal vez más tarde decida ir al baño y darle unas cuantas sacudidas más a mi pene.

―Sí, señor, estaré allí de inmediato.

Meto la mano debajo del escritorio y acomodo mi verga que ahora comienza a pulsar de nuevo debajo de mi pantalón. Cuando siento sus pasos, bajo la vista para simular que estoy muy ocupado, pero mantengo mi mano apretada sobre mi bulto.

Golpea un par de veces a la puerta y le indico que puede pasar.

En el mismo instante en que la veo entrar a mi oficina y observo esa deliciosa figura que tiene y esos inmensos pechos que apenas parecen caber dentro de su blusa, me doy un apretón a lo largo del pene, mientras la veo caminar sensualmente hasta acercarse a mi escritorio.

―Lamento haberle pedido que se quedara a trabajar junto a mí en la hora de su almuerzo ―miento―, pero necesito de su ayuda o no lograré terminar aquí hoy.

Está nerviosa puedo notarlo en el temblor de sus manos y en la manera en que aprieta el bolígrafo que lleva entre sus manos. Así, que supongo que, la afecto de la misma forma en que ella lo hace conmigo.

―Pierda cuidado señor, no tengo ningún compromiso, así que no tengo problema en hacerlo.

Bajo la mirada de vuelta a mi escritorio y sonrío disimuladamente, porque si supiera el motivo por el que la traje aquí, pensaría que soy un maldito pervertido... y tendría mucha razón al suponerlo.

Mi tono es ronco. Pensar en ella, tomándola en este cuarto, sobre la maquina fotocopiadora con sus piernas abierta y follándola desde atrás...

―Sí... sí, es muy cómodo este lugar y tiene todo lo que puedo necesitar, incluso hay suficiente espacio como para meter una cama y echarse a dormir en este sitio.

Si pudiera ahora mismo suelto la carcajada. Me encanta verla tan nerviosa. Pero la idea de la cama es fantástica, creo que puede ser una buena opción poner una en este sitio, hay espacio de sobra... y uno nunca sabe cuándo la va a necesitar.

―Me ha dado una idea genial... tal vez sea una buena sugerencia tener una cama en este lugar, al fin y al cabo, son muchas las horas que pasaré en este sitio y tal vez opte por quedarme a dormir algunas noches. ¿No lo cree así?

Y si fuera acompañado de ella sería mucho mejor... la sugerencia suena más tentadora de lo que parece.

―Sí, lo es.

Mi cercanía la pone tan nerviosa que oprime por error el interruptor de la máquina y envía a imprimir más copias de las necesarias. Las hojas vuelan por el piso y antes de que logre agacharme para recogerlas, ella se anticipa, solo que cuando se pone de rodillas en el piso eleva su culito redondo y quedo paralizado en el mismo instante en que noto que no lleva bragas debajo de la falda.

¡Por todos los jodidos santos!

Eso es suficiente para provocarme una nueva erección, la peor de todas. Aparto la mirada de su vagina y decido recoger la última página para obligarla a que se levante, o voy a cometer una locura y terminaré de una vez por todas con lo que empezamos y no terminaré hasta quedar satisfecho y completamente descargado. Solo que, al hacerlo, nuestras manos se entrelazan y el contacto provoca una descarga eléctrica que se dispara hacia todos los rincones de mi cuerpo y que finalmente va a parar directo a mi miembro. Decido acabar con esto cuando me doy cuenta de que estoy a un milisegundo de cometer el peor error de mi vida. Así que salgo de allí de inmediato hasta mi oficina, recojo la chaqueta, porque es urgente que haga una nueva visita al baño para masturbarme por segunda vez en este día y por culpa de la misma mujer, que definitivamente se convertirá en el gran dolor de cabeza de mi vida. 

deseos secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora