Capítulo 3: Encuentro con Guoshi

65 6 0
                                    

No fue demasiado complicado adaptarse a la rutina. El horario de las clases se repetía día tras día y, a la semana, ya me sentía cómoda delante de mis tutores, sabiendo bien qué decir y qué callar. En verdad fue una suerte que mis supuestos padres fuesen tan... distantes, pero no podía evitar sentirse molesta por eso.

A la reina la veía a diario, en comidas donde reinaba un silencio incómodo, donde ella preguntaría por cortesía y yo respondería brevemente. En cuanto al rey, solo de vez en cuando. En esas ocasiones hablaría con orgullo de su hijo, presumiendo como si yo fuese un tesoro, pero jamás mirándome directamente a mí. Era como si no fuese una persona a sus ojos.

El único consuelo lo encontraba en A-Jing. Tras el incidente del jade, volvimos varios días para buscarlo, pero finalmente nos tuvimos que dar por vencidos.

Después de aquello, todas las tardes intentaba reunirme con él para repasar nuestras clases matinales y jugar un rato. No tardé en darme cuenta que, o bien A-Jing no era un alumno aplicado, o sus tutores no estaban haciendo un buen trabajo. Y, tras la primera tarde de repaso con él, confirmé que era lo segundo.

Ese día estábamos practicando un poco de caligrafía antes de ponernos a dibujar.

(Todavía recuerdo cómo se rio de mi la primera vez que vio uno de mis dibujos. Pensé que me moriría de la vergüenza. No era culpa mía que mi intento de pájaro parezca un perro atropellado. >///<)

A-Jing me había comentado que quería escribir una carta, así que acepté gustosa en ayudarle mientras hacía mis propios ejercicios.

(Aunque copiar poemas de intrincada filosofía no es muy recomendable para una cría de 10 años. Sería para entrenar la paciencia, porque pedagógico no era en absoluto. ¡Por lo menos que fuesen poemas de épica y gestas!)

Mientras despotricaba mentalmente, me llamó la atención cómo lo hacía A-Jing.

-A-Jing- llamé- ¿Por qué coges el pincel así?

Parecía que iba a apuñalar a alguien con el instrumento.

Él me miró confuso.

-¿No se coge así?

Fruncí el ceño. Eso respondía a todas mis preguntas.

-No realmente. - respondí con una sonrisa tranquilizadora – Déjame que te muestre.

Me moví del lateral de la mesa para estar sentada junto a él.

-Un pincel no es una espada. Tu agarre no debe ser tan firme. – cité mientras colocaba su mano en la postura correcta. No es que él lo supiera. – Si bien puede ser más poderoso que cualquier arma, a la hora de portarlo hay que recordar que es un instrumento delicado. Cuando lo sostengas siempre tienes que recordarlo. No se trata de aferrarse a él, si no de sostenerlo de manera segura y flexible. Así, tu muñeca puede controlar los trazos más fácilmente.

(El cómo la caligrafía escapaba a mi ineptitud en las artes era un misterio, quiero decir, para pintar también se usa un pincel, ¿no? ¿Por qué podía escribir letras bonitas y no dibujar un gato que medio se intuya?

De todas formas, no pude evitar suspirar mentalmente. Se suponía que tenía tutores, bastante bien pagados, para que le enseñen. Por un fugaz momento pensé en comentárselo a los reyes, pero rápidamente descarté la idea.

Sus tutores eran los mismos que los míos. Si me quejaba alegarían que era culpa de A-Jing y no suya, usándome de ejemplo. Eso no saldría bien para ninguno de los dos.)

-Mmmm, es un poco complicado- se quejó.

-Bueno, es normal que al principio lo sea. Pasa lo mismo que con las artes marciales, si al aprender las posturas no son las correctas, después es difícil corregirlas. ¿Quieres practicar escribiendo algo?

La Emperatriz Marcial de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora