Capítulo 4: Cultivo, lágrimas y ruptura

38 5 0
                                    

Leyla era una mujer en una misión. Con esas palabras podía definirse mi actitud en la biblioteca. Tomos y tomos se agrupaban a mi alrededor, mientras mis ojos leían por encima infinidad de textos para ver qué me podía ser útil y qué era relleno inservible. Por desgracia había demasiado de esto último.

(Arggg, ¿por qué me era tan familiar esta situación?

No tenía suficiente café para esta mierda.

Maldita Xian Le de universo fantástico y su falta de café.

El té negro NO era un sustitutivo. NUNCA sería un sustitutivo.

Tal vez debería mandarlo todo a la mierda, escaparme con muchas joyas para venderlas, viajar y buscar por el mundo algún lugar donde exista el café. Después podría montar mi propia compañía, exportarlo a todo el mundo y vivir una vida sin preocupaciones. No era mal plan...

¡Céntrate Leyla! ¡Tienes que centrarte!)

El problema de la Biblioteca Real de Xian Le, es que era la Biblioteca Real de Xian Le. Por lo poco que he podido averiguar, debido a que la influencia del Pabellón Real en el Monte de Tai Cang era tan grande, la mayoría de los documentos que había sobre cultivación eran sobre esa... ¿secta? ¿templo? No sabía bien como referirme a esa organización. Los libros se centraron en historia, filosofía, artes marciales... pero poco sobre cultivo en sí.

Después de lo que debieron ser horas encontré un libro sobre las distintas escuelas de cultivación. Lo que pude entender... bueno, no estaba del todo segura.

Cultivar podría definirse como un proceso por el cual se mejoran la salud, longevidad, etc. hasta alcanzar la inmortalidad y en última instancia convertirse en dios.

Durante este proceso, el espíritu va acumulando energía espiritual (redundancia aparte) por la cual se pueden hacer acciones que superen los límites humanos, por ejemplo; hechizos, habilidades físicas sobrenaturales, medicinas mágicas, canciones con efectos psíquicos y físicos devastadores...

Hasta aquí bien.

(Básicamente soy mago descubriendo que tengo magia y que si entreno me puedo volver inmortal. Yuju...)

Pero conforme avanzaba la cosa se volvía un poco más confusa. Por lo visto, había muchas escuelas porque había muchas formas de ir refinando el espíritu para alcanzar ese objetivo. Podía ser un artesano, un erudito, un músico, un adivino, un guerrero.... En algunos sitios se hablaba de formación de núcleos dorados, de etapas de formación y meridianos, mientras que en otros apenas se decía nada.

En algunas escuelas el desarrollo venía ligado por el crecimiento de la persona junto a un arma espiritual, mientras que en otras era el desarrollo del arte marcial en sí. Después había escuelas que defendían que ese desarrollo debía efectuarse siguiendo un código moral y filosófico, al tiempo que otras mediante la efectuación de ciertos rituales o actos.

Incluso había quienes habían ascendido después de efectuar un acto heroico o una proeza sin haberse cultivado en su vida.

(En resumen, aquí no había dios que se pusiese de acuerdo. Literalmente.)

No pude evitar suspirar.

-Alteza. Qué sorpresa verle aquí- dijo una voz que fácilmente reconocí.

Levanté mi vista del libro y saludé a Guoshi.

-Saludos, Guoshi. Este humilde espera que esté teniendo un buen día.

Él asintió y me respondió.

-Gracias Alteza. ¿Puede este maestro preguntarle qué hace su Alteza en la biblioteca cuando debería estar con sus tutores?

La Emperatriz Marcial de las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora