XV. Sacrificium

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Las mentiras se construían en base a los intentos desesperados de pobres almas en desgracia intentando escapar del destino

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Las mentiras se construían en base a los intentos desesperados de pobres almas en desgracia intentando escapar del destino. Ithuriel lo sabía muy bien.

Tenía al destino respirándole en la nuca como un verdugo macabro desde que abandonó la oficina del Fairy Folk, terminó frío y destrozándose las cutículas de tanto morderse los dedos, con las uñas astilladas y el sudor empapándole pese al frío nocturno. Y aún ahora, días después, sin saber muy bien qué hacer, el miedo seguía acompañándolo.

Diría que estaba acostumbrado, pero sería una vil mentira de la que quería deshacerse. No quería acostumbrarse a tener miedo, pero era tan común ya que no tenía ni idea de cómo vivir sin ello ¿es eso a lo que estaba destinado desde ahora? Deseaba dejar de preocuparse por la cantidad de polvo de hadas en casa, o por si debía cuidarse la espalda al salir, temiendo que un Dios ansioso no fuese detrás de él.

No tenía por qué ¿verdad? Le había dejado ir. No se lo había negado.

¿Entonces porque no podía estar tranquilo?

Mordiéndose lo poco de uña pulgar que le quedaba, Ithuriel fue a su habitación por la portátil. Era nueva, Nikolai se la había comprado con la excusa de que ahí sería más fácil aplicar a empleos por la web que mediante el teléfono, y con ella bajo el brazo el ángel la dejó en el mesón de la cocina, atento a la comida haciéndose y a los querubines jugando en la sala.

Tenían los dibujos animados puestos, señalaban los colores vibrantes y las luces mientras se lanzaban los juguetes entre risas, a veces llamaban a su hermano mayor y estiraban la mano hacia la pantalla o mostraban orgullosos sus juguetes esperando algún tipo de aprobación que Ithuriel jamás les negaría.

Su madre, por otro lado, estaba hecha un desastre en su habitación. Incapaz de ser coherente, como un cadáver andante y podrido, probablemente con una jeringa en el brazo y el brillo iridiscente de la belleza de un polvo mortal corriendo por sus venas. Quería ir a verla...desde hace un par de horas, estaba preocupado porque temía que algún día fuese demasiado, que se sobrepasase, pero de nuevo: tenía miedo.

Miedo, porque la herida fresca en la frente de Ithuriel era el resultado de un hijo desesperado por salvar a su madre, que solo fue capaz de ganarse gritos, regaños e insultos, y un par de botellas en su cabeza. Le dolía. Pero más le dolía el pecho.

Acariciándose con sutileza la herida, Ithuriel le bajó la llama al fogón y encendió la portátil. Tecleó un simple apellido.

Wentworth.

Internet tenía un sinfín de noticias y artículos, el principal fue su biografía en una enciclopedia virtual a la que accedió para leer en detalle que había sido de su vida. No era gran cosa, Wentworth venía de una familia adinerada, siempre habían tenido sus propiedades, se casó con una mujer igual de adinerada y tuvieron hijos. Tuvo un accidente que lo llevó al borde de la muerte y un milagro le salvó. Era una página llena de información que solo resaltaba sus logros, sus estudios, su vida, los rumores y los chismes de revista, pero poco más.

Como viven los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora