XX. Santucs Judas Iscariot

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Las dudas podían ser un enemigo incluso más poderoso que la culpa

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Las dudas podían ser un enemigo incluso más poderoso que la culpa. Pero cuando ambas se unían para atormentar los débiles pensamientos de aquellos aquejados, era la fórmula para el desastre. El ángel veía la culpa reflejada en sus ojos a través del espejo que le regaló una imagen pulcra de su persona. Se veía precioso, bajó directo del cielo vistiendo así, mostrando el abdomen adornado con cadenas y joyas que resaltaban su piel abrillantada. Y ese era el problema.

Que era un ángel.

Uno destinado a desvelar cosas imposibles, cosas que ni él mismo quería atreverse a saber. ¿Era tan malo querer vivir en la ignorancia? Ya se había acostumbrado, pero al parecer el tiempo de Dios era perfecto y sus planes siempre llegaban a quien debía ejecutarlos.

Por el reflejo miró la figura de Nikolai abrochándose los gemelos de la manga. Se giró hacia él con la intención de acercarse y se quedó paralizado cuando Nikolai abrió un cajón y sacó algo que a primeras no reconoció. Al menos hasta que la alianza dorada se deslizó en su dedo. Ithuriel apretó los labios con incomodidad.

—¿Estás listo? —preguntó Nikolai, arrancándole de su mundo mental.

Asintió, acercándose a él, tenía la corbata un poco arrugada así que la aplanó con una excusa para acariciarlo a él también y Nikolai no se guardó las ganas de rodearle la cintura y pegarlo aún más.

—Tienes que prometerme que me harás caso ahí —pidió, con los labios en la coronilla de Ithuriel. Los rizos rubios le rozaron la mejilla, jugó con ellos y su nariz —. No tienes que hacer mucho ¿vale? Solo ser tú y verte bien. Nadie tiene que saber de nosotros.

—No sería la primera vez que-...

Calló. No quiso decirlo, se dio cuenta demasiado tarde que aquello no era lo adecuado. Y pese a que ambos supieron lo que fue a decir, a Nikolai pareció no importarle...tanto.

—Piénsalo...como si estuviéramos aquí en casa —comenzó a decir Ithuriel, intentando relajar la situación. Su voz suave se deslizó entre ellos, como una caricia intangible pero que pretendía llegar hasta el fondo—. Tú, mirando televisión, yo en tus piernas, atendiéndote, llenándote el vaso de licor...Te gusta beber el whisky en las rocas. Sé cuál te gusta, siempre sueles tomar Chivas Regals.

¿En qué momento me comenzaste a conocer tanto? —preguntó Nikolai, acercándose a su boca. Dejó un beso rápido, y se mantuvo ahí, rozándole la nariz.

—Solo te veo a ti, papi.

Le sacó una sonrisa sincera e Ithuriel se sintió victorioso. Eso era lo que quería.

—Será rápido ¿bien? —aseguró Nikolai, repartiendo besos en sus labios. Sus cuerpos se movían en un suave vaivén, casi como un baile —. Estaremos de vuelta en casa antes de lo que crees.

—¿Tengo permiso para tocarte todo lo que quiera? —preguntó, batiendo las pestañas.

Nikolai bajó a su cuello, asintió, y su respiración caliente erizó la piel de Ithuriel donde besó.

Como viven los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora