XVII. Expositae

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Ithuriel subió las escaleras a las carreras, desesperado, tropezó, temiendo caer y logró mantenerse estable al estar aferrado al pasamanos

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Ithuriel subió las escaleras a las carreras, desesperado, tropezó, temiendo caer y logró mantenerse estable al estar aferrado al pasamanos. Llegó hasta la habitación con la mente en blanco, enfocado en buscar al pie de la letra lo que Nikolai le había pedido, recapituló cada palabra al caminar rumbo a ello, fue una acción robotizada, meramente automática hasta que sus manos tocaron el frio metal de un maletín justo dónde Nikolai indicó, bajo la cama.

Lo arrastró fuera, era grande, pesado, lo dejó sobre el colchón sin reparar mucho en éste y se detuvo en seco cuando lo abrió.

Su corazón retumbaba con violencia, golpeando su pecho en cada latido con tanta fuerza que juraba saldría volando en cualquier momento. Y cuando miró el contenido frente a él por un segundo se le detuvo, incrédulo. Entre la adrenalina y el miedo, pudo pensar un instante con coherencia para obligarse a encontrar una lógica, pero ¿qué lógica tendría cualquier persona para tener un maletín a rebosar de dinero, pasaportes y armas bajo la cama?

Vio el botiquín del que Nikolai hablaba justo en el medio, cubierto por un par de pasaportes de un país que definitivamente no era Inglaterra, y según las letras en español en su portada, tampoco eran de Rusia o siquiera de Reino Unido. Le extrañó, porque ese tipo de cosas ¿no existían solo en películas? ¿Qué hacia Nikolai con todo eso? No pudo evitar desconectar la preocupación para echar un vistazo, tomó uno de los pasaportes y comprobó que, efectivamente, era de Nikolai. Su fotografía estaba en todos los que revisó uno a uno.

Solo que no se llamaba Nikolai.

Tampoco ninguno de los tres siguientes que revisó.

Y suponía que el resto sería más de lo mismo.

El dinero tampoco era de Inglaterra. Habían dólares, euros, pesos y billetes sueltos de distintos sitios que no conocía, no parecían gran cantidad, no podían llevarse distintos fajos en un maletín tan lleno de otras cosas, pero estaban ahí, como si aquel lugar fuese un depósito de cosas que se necesitaban a mano, más que un verdadero escondite.

Pasó saliva. Decidió cerrarlo.

Se abrazó al botiquín y bajó corriendo, intentando alejar la imagen de su cabeza mientras volvía a las prisas con Nikolai, preguntándose si la persona desangrándose en el sofá de verdad era Nikolai Doskvchenko o su nombre era alguno de los que esos pasaportes contaba.

¿Cuánto, de lo que había contado Wentworth, era real?

¿Y cuánto de lo que había contado Doskvchenko, era real?

Atizó la cabeza de un lado a otro, se golpeó los costados con el dorso de la mano ¿cómo se atrevía a dudar? ¡De Nikolai! El único en la jodida tierra preocupándose por él, el que había recibido un disparo protegiéndolo, el que le había mirado como su mundo entero cuando le vio aparecer en el auto hace solo horas...era su Nikolai, su demonio.

Su papi.

Se negó a dudar, a preocuparse por todo eso. Volvió con él con la mejor apariencia que podía tener aun estando histérico y angustiado, Nikolai seguía en el sofá, mirándose la herida. Tiró todo a un costado para tomar asiento en el sofá a su lado.

Como viven los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora