Capítulo 3
Sí vale la pena seguir existiendo
Ismael Messina
Cinco minutos antes de que suene la alarma, me despierto con los gritos que provienen de la cocina.
Paso mis manos por mi cara y me desperezo un poco antes de ponerme de pie.
Aún en la oscuridad de las 6 a.m., me visto con el uniforme de la escuela rápidamente, y pronto estoy saliendo de mi cuarto.
Llevo la mochila en el hombro y, en la sala mi padre grita como Godzilla sin reparos, de tal modo que paso desapercibido.
A punto de salir, papá suelta algo fuera de lugar, y me es imposible no meterme en el medio.
—¡Sos una trola hija de puta!
Está totalmente desquiciado y la última vez que decidí no meterme, terminó por golpearla en la mejilla con el puño cerrado.
—¡Eh, basta!— exclamo interponiéndome. —Esto está yendo muy lejos.
—Ismael, no te metas en nuestros asunto.— dice mi papá con un tono mucho más tranquilo que el anterior, pues conmigo siempre ha sido muy respetuoso, pero con mamá no tanto.
—¡Estás loco!— grita mi madre con furia.
Error: nunca hay que gritarle a un loco que está loco.
Papá me corre a un costado sin mucha violencia y arremete verbalmente contra mi madre.
—¿Quién mierda te pensas que sos?
—¡Déjame en paz!— Ella no hace más que vociferar, y él se pone cada vez peor.
—Vos te estás buscando una buena piña. Mira como lo demostras.
—Ismael, anda a la escuela.— dice mamá con autoridad. —Ahora.
Con un nudo en la garganta atravieso la puerta de entrada y camino a paso ligero hacia la parada del colectivo.
No soporto ver a mi mamá sufrir, ella se aguanta todo por mí, para poder darme una vida "más sencilla".
Ella no sabe, pero la vida sería más sencilla si ella también estuviera bien.
Me ataca mucha impotencia, papá fue golpeado toda su infancia, le decían cada día de su vida que no valía nada, que no iba a ser nadie en la vida. Se volvió una persona insegura que oculta sus miedos tras su orgullo. Jamás da su brazo a torcer. Desconfía de todo y de todos. Con el paso de los años, sin tratar sus problemas, ha caído en la locura. Una locura donde todos le mienten, donde todos interesadamente buscan algo en él, donde no podemos decirle "te quiero" sin recibir un "¿qué necesitas?" de su parte. Está fuera de sus cabales, y nos está volviendo locos a los demás a su alrededor.
Me coloco los auriculares para escuchar música y tratar de olvidarme de todos estos problemas que no están en mi control.
En el micro me voy recomponiendo, vuelvo a la realidad. Mi expresión de indiferencia me defiende de que me pregunten "qué me pasa", caminar derecho evita que la gente crea que estoy bajón. Es una especie de máscara, dejando ver que estoy serio, y no deprimido.
Bajo del colectivo y camino hacia la escuela, aunque algo me perturba en el silencio de las 7 a.m.
Una compañera del colegio, Argentina Rodríguez y su voz chillona riendo a todo lo que sus pequeños pulmones pueden dar.
¿Qué clase de persona se puede estar riendo a esta hora de la mañana? Es increíble lo mucho que me molesta.
Me irrita ver que a pesar de todos sus problemas -pues no es novedad para nadie que su madre falleció hace un año por cáncer de mama-, ella parece pasar por encima de todo y sigue siendo feliz.
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Por Siempre: Te Quiero.
Teen FictionArgentina Rodríguez ha llevado el primer año sin su madre barriendo los dolores bajo la alfombra, obligándose a sí misma a ser feliz y no ser una carga para su padre ni su mejor amigo. Ismael Messina, un chico callado e introvertido, al borde de l...