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"Porque ambos nos estamos hundiendo en un cruel mundo de mierda, malditos de nuestra suerte. Porque odiamos a todos y todo, y nos sumergimos en un océano del que no seremos capaz de salir. Dime, ¿Quisieras ahogarte conmigo?"

Matsuno Chifuyu -

  Si se describiera el ambiente en cortas palabras, podría ser de utilidad la clásica oración "lleno de vida", porque así era. Las luces centellaban sobre cientos de chicos y adultos dentro de aquel espacio, saltando y disfrutando de la incesante música, meneándose de aquí para allá con total libertad de sus pensamientos. Poco se sabía de depresión en cuanto sonaban las animadas tonadas de una discoteca en un viernes por la noche, y los pocos llantos que solían escucharse eran apagados por los gritos de la multitud.

  En medio del sitio había un animado grupito que se frotaba contra todos al bailar, y en las esquinas existían las típicas parejas melosas, que no aguantan sus deseos carnales, y los expresan abiertamente. En el bar había unas tres personas sentadas, bebiendo, ajenos de los que chocaban entre sí. La única chica sentada allí conversaba animadamente con el barman, y el otro hombre junto a ella parecía estar divertido de ver a las jovencitas mover el trasero de lado a lado al desplazarse entre bailes.

  Sus ojos color ámbar miraban desinteresadamente el panorama, dando otro sorbo a su vaso de tequila. Los sentimientos no era algo que pudiese esconder fácilmente, por lo que se notaba en extremo esa falta de emoción en sus iris, y esa mueca torcida en su boca, incapaz de esbozar una sonrisa sincera a quien sea que se le acercase. Era esa misma expresión la que había obligado a siete chicas distintas a alejarse de él, porque notaban lo reacio que era a la interacción, y eso les incomodaba. La elocuencia y la actuación no eran lo suyo para nada, pero poco le importaba el desagradar a las masas que pudiesen intentar entablar comunicación con su persona por el agraciado aspecto que poseía su rostro. No le interesaba nada más que perderse en su propio mundo, con tres gramos de éxtasis en el sistema y un vaso de licor que, aunque sea por un par de horas, le dejara en un estado suficientemente inconsciente como para olvidar que existía en ese lugar, en ese momento. Le gustaba creer que podía escapar a una realidad en la que solo era capaz de detectar un melifluo sonido, donde estaba solo, por muy efímero que fuese el efecto.

  Cerró los ojos por un instante, dejando caer su cabeza hacia atrás.

  Su cabello suelto se desparramó ligeramente sobre la barra, mientras que solo se concentraba en la música lenta que había comenzado a sonar. Una canción de la cual no tenía pista, más era pegajosa y fácil de seguir. Rápidamente se manifestó ese reflejo en su pierna izquierda, la cual le hacía tantear varias veces el piso de esa discoteca al ritmillo de la melodía, y su mano contraria balanceaba con gracia el vaso de tequila de un lado a otro, sin derramar nada del escaso líquido que quedaba al fondo. Casi tuvo deseos de levantarse y moverse perezosamente entre la gente, dejándose llevar por su drogado juicio y una tonada apagada.

  Quizás solo estaba demasiado aburrido de estar sentado allí por horas, sin hacer absolutamente nada.

  Recordaba haberse preguntado muchas veces la razón por la que iba a ese sitio, y la conclusión a la que llegaba resultaba ser siempre la misma; No lo sé. Ya era una reacción mecánica de su cuerpo, cuando tenía la suficiente fuerza como para levantarse y caminar de noche por la calle. No recordaba cómo, o cuando, pero era cotidiano terminar sentado en ese mismo lugar.

     – ¿Te lleno el vaso, Kazutora? – Escuchó. No necesitaba voltearse para saber de quién se trataba, por lo que simplemente dejó el objeto sobre la barra sin girarse, esperando a que se lo devolvieran pronto. – Mikey últimamente ha estado preguntando por ti, ¿Sabes?

Entre alcohol y tabaco [Kazufuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora