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“Yo no pedí sentir esto por ti. Te fuiste metiendo de a poco y ahora no tengo idea de lo que debo hacer con esto. Chico, hiciste que mi monotonía fuese reemplazada por la necesidad de saber de ti, de pensarte, de sentirte… Ahora solo quiero amarte.”

Hanemiya Kazutora –

  Poco escuchaba del gutural sonido que emergía desde la garganta del más bajo, emitiendo un ruido muy similar al tarareo de una canción. Casi podía sentir la vibración de aquella profunda y grave tonada, la cual, creía haber reconocido de algún lugar. Se le quedó observando por varios segundos, mientras el joven chico buscaba distintas botellas en el interior del congelador, tarareando con sorna aquella melodía. El carrito estaba a un costado de su cuerpo, con varias chucherías innecesarias que horas después le producirían un malestar de estómago. Sus pasos se dirigieron tímidamente hasta allí, y depositó con delicadeza las cinco tabletas de chocolate que había tomado del estante.

  De cierta manera, comenzaba a arrepentirse de tomar tantas cosas. No deseaba parecer un aprovechador de oportunidades, pero es que aquellos manjares le llamaban seductoramente. Tanto, que se vio obligado a sucumbir ante la tentación.

  El pelinegro tomó todas las botellas que había dejado en el piso, incluyendo también un paquete de cerveza barata que solía beber en sus días de frustración. Se reincorporó finalmente con todas sus botellas, sin embargo, cuando se volteó hacia el carrito de supermercado, tuvo que retener un alarido de pánico. Su respiración se volvió agitada de un segundo a otro, y tuvo la necesidad de apoyar la cabeza contra el cristal del congelador por semejante susto que había sufrido al ver al esbelto muchacho justo en frente de él. Un escalofrío le recorrió toda la espalda, pero la risa no tardó en escapar entre sus belfos, llevándose una desorientada mirada de su contrario.

    – Algo está mal con ese jodido cascabel, ¿Cómo diablos le haces para ser tan silencioso, compañero? – Cuestionó entre risas, negando con la cabeza. – Por dios, casi me da un puto paro cardiaco…

    – Lo siento – Se apresuró a decir, sin poder evitar fruncir el músculo de su entrecejo al notar la incongruencia en las palabras del chico. Sus botas habían sonado rítmicamente bajo sus pies, y el cascabel había hecho su sonido típico de campanita, por lo que Matsuno no tenía razón para decir que no había sido así.

    – No pasa nada hombre, no pongas esa cara… – El pequeño ademán con su mano le quitó importancia al asunto.

    – ¿Qué estabas murmurando…? – Consultó, una vez desviado el tema inicial. La curiosidad se asomó por sus iris rápidamente, y su anterior pensamiento quedó obsoleto.

    – Hmmm, ah, una canción que escuché en la radio, me gusta mucho, ¿Sabes? Aunque está en inglés, y no me he dado el tiempo de buscar qué significa. – Explicó, comenzando a depositar los licores en el carrito. Una sonrisa enternecida abarcó su mueca al notar los chocolates. – Te gustan mucho los dulces, ¿No?

  Más que una pregunta, aquella había sido una afirmación. Ante la mirada del menor, su acendrado rostro adquirió un tono carmín, y se obligó a voltear la miel de sus ojos hacía otro lugar, sin embargo, su cabeza se meció con levedad de arriba hacia abajo en una sola ocasión, dando una respuesta positiva a la interrogante. Sus ojos volvieron a los zafiros que tenía el contrario con extrema cautela, sin embargo, no fue capaz de sostenerle la mirada al ver la jocosa curva en los belfos de este. El pelinegro no podía comprender la limerencia que creaba aquel esbelto muchacho con solo una mueca avergonzaba por cualquier comentario que hiciese. De cierta forma, le fascinaba saber que tenía el poder de causar eso en el mayor. La serotonina se elevaba bastante con estas acciones, y el libido de su cuerpo comenzaba a ser propio de su consciencia más que de su estado de ebriedad.

Entre alcohol y tabaco [Kazufuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora