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"Dicen que existen dos formas de ser feliz en esta vida. Una es hacerse el tonto, y la otra es simplemente serlo. Si aquella célebre frase está en lo correcto, entonces que tonto fui al haberte conocido."

Matsuno Chifuyu –

  La incandescente alba se levantó majestuosa por sobre los cerros, iluminando las nubes y así, anunciando los vestigios de un nuevo día. Suaves pieles cuales terciopelo brillaban con fulgor ante el arrebol, y provocaban que aquellos cansados ojos se cerraran luego de una larga charla sobre cosas triviales, anécdotas pasadas que recordarían solo en momentos donde se comparten vivencias anteriores, y sonrisas sosas que se regalaban de vez en cuando. La motocicleta había frenado hacia un par de segundos atrás, detrás de una tienda cerrada por cortinas metálicas que tapaban las ventanas. Apenas se escuchaban ruidos más que sus respiraciones tranquilas, y se sentía con levedad un aroma a gasolina filtrada por el tubo de escape.

  Músculos dormidos y gusto amargo en el paladar por tanto alcohol ingerido durante una larga noche, y la sensación de suciedad en las muelas al pasar con atención las fibras de la lengua. Mentolato impregnado en las prendas de cada uno, mezclado con el recuerdo del perfume y vodka fresco. No importaba. Aun así, estaban inmóviles, siendo el mayor envuelto en un acogedor abrazo por la cintura de parte de un chiquillo veinteañero que dejaba deslizar su cabeza sobre la huesuda espalda del hombre en frente. Sus ojos casi cerrados por el sueño de estar en vela durante más de treinta y siete horas, y sus belfos curvados dulcemente a causa de una tranquilidad que podía reconocer muy lejana, en su época de niñez. No podría decirse lo mismo del otro joven de farolas como ojos, quien se sumergía en su propio silencio, pensando en sí mismo y en lo que había sucedido hace escazas horas atrás, incrédulo de haberlo vivido y la forma en la que había actuado. Solo el calor de su compañero le devolvía los pies a la tierra, y le impedía soltarse en gritos mientras golpeaba cada cosa que se cruzase en su camino, hasta que la pobre piel de sus nudillos se desgarrara totalmente. Era difícil de comprender y de procesar. Ni siquiera el efecto de los tragos fuertes podía quitarle ese pensamiento de la mente, y aunque su cuerpo estuviese ebrio, su cabeza continuaba martirizándole a cada segundo.

    – Hace un sueño de puta madre, ¿No? – Comentó, removiéndose con pereza. Sus ojos azules se enfocaron en los tachos de basura llenos de bolsas plásticas negras junto a la puerta, la cual, se encontraba sellada con llave. – Genial, Baji no está en casa, podemos entrar.

    – ¿Cómo lo sabes? – Cuestionó rápidamente el de hebras rubias, prestando especial atención en los torpes movimientos del más bajo para bajarse del asiento trasero. Contempló con detenimiento la ancha espalda, y el rebelde cabello desprolijo que le caía por encima de un perfecto degradado en la nuca. Sus manos buscaban entre los bolsillos del pantalón.

    – La puerta está cerrada. Solo la cierra cuando no hay nadie en casa, y si el pet shot también lo está, seguramente va a demorarse en volver. – Explicó de manera superficial, volteando el rostro hasta enfocar sus ojos en las llaves que colgaban de la ranura de la Harley.

  Sonrió de lado, estirando la mano con levedad, casi ignorando la presencia de Kazutora, e invadiendo de cierta manera su espacio personal, bastando solo eso para lograr que su tímido rostro se coloreara un poco. Quitó la llave sin esfuerzo alguno, mirando con atrevida diversión la expresión del mayor. Se veía pequeño y vulnerable. No cabía temeridad en sus delicados rasgos.

    – P-Pero... – Quiso hablar, tocando sus mejillas afiebradas en cuanto el peli negro se giró sobre su eje, en un mal intento de que el calor de sus manos apaciguara la sangre bombeada en su rostro canela. – ¿Dejaremos la moto aquí...? ¿No la van a robar?

Entre alcohol y tabaco [Kazufuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora