Casa de Bruno
Una semana después
A media mañana, Mirabel se puso las manos en las caderas y miró con una sonrisa satisfecha su obra de arte. No solo su ropa estaba terminada sino su habitación por fin estaba completa. La había pintado de color azul con varios dibujos de su falda copiados a la pared para representar cada parte de su familia a la que esperaba regresar. Su cama se encontraba en una esquina junto a la ventana, con nuevas sábanas y un edredón que había creado ella misma. Su armario estaba lleno de los vestidos que había creado mientras esperaba a que se secara la pintura. La máquina de coser estaba del lado contrario a la cama y al armario, junto a una silla vieja que Bruno había reparado para ella y un baúl para que pusiera sus telas y carretes de hilo. Los vidrios de la ventana estaban impecables y el balcón tenía un par de macetas nuevas con flores de color azul también.
Sonrió a ver a sus tíos tomados de la mano mientras bajaban al piso inferior a comenzar con sus trabajos del día, Bruno llevando a sus tres ratas al taller tras desayunar y María a lavar los trastes de la comida.
Desde que llegó a esa casa, Mirabel sintió en la familia de Bruno una actitud completamente diferente a la que tenía con ella su familia en en Encanto. María y Bruno nunca la dejaban comiendo sola ni dejaban de incluirla en sus actividades. Siempre había algo que hacer, algo en que ayudarlos, ya sea cuidar a Diego, hacer algún mandado o ayudar en la casa. De la misma manera, sus tíos siempre estaban ahí para ayudarla, ofreciendo alternativas o simplemente demostrándole lo mucho que la apreciaban.
Mirabel también entendía muy bien porqué Bruno se había enamorado de María. En ese poco tiempo que tenía de conocerla, la mujer siempre la hacía sentir importante y valorada y, observando las interacciones entre ella y los dos hombres de la familia, a ellos también. A veces atrapaba a Bruno mirando a su esposa con una expresión enamorada o ella mirándolo a él de la misma manera.
"Awww, el amor", pensó ella con una sonrisa.
-¡Mira!¿Ya terminaste?- exclamó Diego tirando de su falda y sacándola de sus pensamientos- ¿puedo ver cómo quedó tu cuarto?-
-Claro que sí, vamos a hablarle a tus papás- dijo ella.
-¡Mamá! ¡Papá! ¡Mirabel ya terminó su cuarto!- gritó Diego a todo pulmón. Pudo escuchar a la pareja reír en el piso inferior pero ambos subieron, Bruno ajustándose las gafas y María secándose las manos con su delantal.
-Bueno, vamos a ver tu obra de arte- dijo María.
Con una sonrisa sonrojada, Mirabel abrió la puerta de la habitación revelando su trabajo. Pudo ver por sus miradas que sus tíos estaban gratamente sorprendidos.
-Wow, no sabía que eras tan creativa- dijo Bruno rodeando su espalda con un brazo- aunque debí imaginarlo después de haber visto tu atuendo cuando llegaste-
Diego puso una mano en la pared donde estaban los dibujos que le recordaban a su familia, y pidió a su prima que le explicara que significaba cada uno de ellos. Mirabel explicó los símbolos de cada uno de ellos: flores para Isabela, ondas de sonido para Dolores, unas pesas para Isabela, un camaleón para Camilo y un jaguar para Antonio. Al final había una pequeña estrella y Diego la señaló.
-¿Éste soy yo?- dijo él, y Mirabel asintió revolviéndole el cabello.
-Por supuesto, también eres mi primo, ¿no?- dijo ella, a lo que Diego respondió abrazando su cintura.
-¡Qué hermoso!- dijo María poniéndose las manos en las caderas asintiendo- ahora, debes de mostrarnos el resto de tu ropa-
La muchacha asintió y abrió su armario. Bruno y Diego no supieron decir nada más que toda era hermosa, pero María admiró cada una de las nuevas prendas de vestir que su sobrina le mostraba y le preguntaba las técnicas que habían utilizado para cada una.
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Lejos de Casa
PertualanganMirabel trataba de salvar el milagro, pero se encontró en problemas ella misma. Camilo y Antonio tratan de resolver el misterio de lo sucedido con su prima para traerla de regreso.